Titubea, fija la mirada en su hija Andrea Lapentti como si buscara en ella la respuesta certera que su cerebro no logra hilvanar: “Cuántos”, dice Helen Menéndez, de 72 años, “por lo menos ya más de un año”, responde enseguida frente a la interrogante del tiempo que lleva como paciente experimental de un fármaco, en fase de exploración, para detener la demencia por alzhéimer –enfermedad progresiva que afecta a la memoria, la comprensión, el lenguaje–.