Un estudio internacional encabezado por científicos de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, identificó una población de asteroides que comparten la órbita de Venus y que podrían representar una amenaza para la Tierra. Estos objetos, denominados asteroides coorbitales, son prácticamente indetectables con los telescopios actuales debido a su ubicación en el cielo.

Según explicó Valerio Carruba, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Unesp y autor principal del trabajo, “nuestro estudio muestra que existe una población de asteroides potencialmente peligrosa que no podemos detectar con los telescopios actuales. Estos objetos orbitan el Sol en resonancia con Venus, pero son tan difíciles de observar que permanecen invisibles, aún cuando podrían representar un riesgo real de colisión con nuestro planeta en un futuro lejano”.

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El artículo, publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, combina simulaciones numéricas y modelado analítico para evaluar la dinámica de estos cuerpos y su posible acercamiento a la Tierra. A diferencia de los conocidos troyanos de Júpiter, que son más estables, los coorbitales venusinos son altamente inestables y pueden cambiar de trayectoria en ciclos que duran unos 12 mil años, incrementando las probabilidades de cruzarse con la órbita terrestre.

Actualmente se han identificado solo 20 asteroides de este tipo, la mayoría con órbitas excéntricas que los hacen visibles en determinadas posiciones. Sin embargo, el equipo estima que debe existir una población mayor con órbitas menos excéntricas, que permanecen ocultas al estar demasiado cerca del Sol en el cielo. Estos serían los más difíciles de detectar y, al mismo tiempo, los de mayor riesgo.

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Las simulaciones realizadas muestran que algunos objetos podrían acercarse a la Tierra a distancias mínimas que, estadísticamente, implicarían impactos seguros en escalas de miles de años. Un asteroide de 300 metros de diámetro podría generar cráteres de varios kilómetros y liberar energía equivalente a cientos de megatones, con consecuencias devastadoras si impactara en una zona poblada.

El Observatorio Vera Rubin, inaugurado en Chile, podría detectar algunos de estos cuerpos en breves ventanas de visibilidad de una o dos semanas, aunque la mayoría pasaría inadvertida. Para mejorar la detección, los investigadores sugieren emplear telescopios espaciales como el Neo Surveyor de la NASA o la misión china Crown, capaces de observar regiones cercanas al Sol desde órbitas interiores.

Sobre el origen de estos objetos, el estudio indica que provienen del Cinturón Principal de Asteroides y que, debido a interacciones gravitacionales con Júpiter y Saturno, fueron desviados hacia órbitas internas donde quedaron temporalmente atrapados en resonancia con Venus. Estas capturas, según Carruba, tienen una duración promedio de 12 mil años antes de que los cuerpos evolucionen hacia trayectorias cercanas a la Tierra o sean expulsados del Sistema Solar. (I)