En un país donde la figura paterna ha sido históricamente entendida desde el deber, ser padre hoy es una experiencia en disputa. Ya no se trata solamente de poner el apellido o cumplir con una pensión. En muchas casas, el rol del padre dejó de parecerse al que conocieron los hijos en su momento en sus hogares.

La idea de autoridad incuestionable ha perdido fuerza frente a otras prioridades, como la de acompañar, cuidar y ser parte del adoctrinamiento.

Ya no se espera que los hombres “ayuden” en la crianza, sino que estén realmente presentes con sus hijos. Esa transformación no se ha dado de forma uniforme. Hay quienes se enfrentan a la paternidad por accidente, otros por elección, algunos la ejercen desde la distancia y otros desde acuerdos contemporáneos.

Publicidad

Pero en todos los casos, la paternidad de este siglo se define menos por la sangre y más por el vínculo en la familia.

Generaciones de padres en la sala de estar. Foto: INTERNET

Jorge tiene 38 años, trabaja como técnico en sistemas y vive en el norte de Guayaquil con su hija de 12. Hace tres años, tras un proceso de mediación, obtuvo la custodia legal. “Mucha gente pensó que yo estaba loco. Me decían que ningún juez te da la hija si la mamá está bien. Pero yo sabía que nadie iba a cuidar mejor a mi hija que yo. Este país no vela por la paternidad; siempre se ponen del lado de la mujer, pero yo sabía que tenía que luchar y dar ejemplo”.

Desde entonces, su rutina gira en torno a ella. La lleva al colegio, cocina, plancha los uniformes, revisa tareas. “A veces la gente me dice: ‘Ella es tu mundo’. Y sí, lo es. Pero no me gusta que me lo digan como si fuera algo raro. Es mi hija. Yo soy su papá, no su héroe”. Jorge no romantiza lo que hace. Dice que está cansado, que hay días en los que cuesta ir a trabajar y enfatiza en los peligros de la ciudad. “Sé que estoy criando a una mujer que va a salir adelante, y ya con eso hice mi trabajo”.

Publicidad

La psicóloga María Luisa Tapia Rivadeneira, máster en psicología clínica con mención en psicoterapia, sostiene que este tipo de paternidades ya no son una excepción. En su consulta ha acompañado a muchos hombres que llegan con un mismo deseo: no repetir lo que vivieron de niños. “Hoy vemos padres que preguntan cómo estar presentes, cómo educar con amor, sin dejar de poner límites. Hay una disposición emocional que antes no se reconocía”, explica.

Kevin tiene 25 años y trabaja como barbero en el sur de la ciudad. Su hija nació cuando él tenía 20. “Lo primero que pensé fue: ‘no estoy listo’. Pero al mismo tiempo escuché en mi cabeza la voz de mi mamá. Ella me decía siempre: ‘Si un día embarazas a alguien, tú no te desapareces. Un hombrecito no deja un hijo tirado’”. Desde entonces, su vida cambió. “Ya no salgo tanto, no me gasto el dinero en tonteras. Aprendí a hacerle papillas, a cambiar pañales. Me levanto a las cinco para trabajar y vuelvo a las siete, pero ahí estoy”.

Publicidad

Kevin dice que criar con amor no significa volverse blando. “Ella sabe que soy su papá, no su amigo. Con su mamá nos ponemos de acuerdo en horarios y es complicado, pero al final se logra”.

Padre con sus hijos pequeños. Foto: INTERNET

Vínculos y patrones

El Dr. Bryan Villacrés, neuropsicólogo y docente universitario de Neurociencias y Psicología de la Salud Mental en la Universidad Politécnica Salesiana, señala que los vínculos afectivos no surgen por biología. “El instinto paterno no nace con el embarazo. Se construye con la convivencia. Cuando los hombres entienden que criar no es ‘ayudar’, sino ser parte del proceso completo, entonces aparece el apego. Y ese vínculo es lo que define la paternidad hoy”.

Para él la transformación se da en los actos diarios. Desde su práctica clínica ha identificado patrones que se repiten en los padres que llegan a consulta. Uno de los más frecuentes es la confusión entre cercanía emocional y pérdida de jerarquía. “Cuando un padre muy joven comparte con su hijo los mismos códigos, redes, gustos, puede parecer cercanía, pero a veces se pierde esa brecha natural de autoridad y cuidado que el niño necesita”. Explica que el rol paterno no implica imponerse, pero sí ofrecer una estructura clara. “El estilo de crianza recomendado hoy para papá y mamá es el de autoritario-afectivo. Es un padre que guía, que escucha, pero que no se puede confundir con un amigo”.

Otro caso es el de Mauricio. Tiene 45 años y dos hijos adolescentes. Vive solo desde hace seis años, cuando se divorció. Firmó custodia compartida: una semana con él, una semana con su exesposa. “Fue duro al principio, pero necesario. Para mí no era opción ser un papá de fines de semana”. Durante su semana, organiza horarios, cocina, revisa deberes, limpia el baño. “Yo me encargo de todo. Nadie me ayuda. Mis hijos saben que aquí hay reglas y en la casa de su mamá también”.

Publicidad

Reconoce que aún carga con la imagen del padre proveedor que vio en su infancia. “Mi papá no hablaba. Era trabajar y dormir. Yo quería cambiar eso, porque fue duro; era como si no estuviera. Pero a veces no sé si lo estoy haciendo bien”.

Padre divirtiéndose con su hijo adolescente. Foto: INTERNET

Villacrés explica que muchas rupturas familiares están abriendo paso a nuevas formas de crianza. “Hoy los padres divorciados participan activamente. Los modelos familiares se diversificaron: monoparentales, reconstituidos, compartidos. Lo importante es que el vínculo afectivo se mantenga, sin importar el esquema”, indica. Y añade que, incluso en estructuras no convencionales, la presencia paterna puede ser sólida y constructiva.

Carlos tiene 50 años, trabaja en una empresa de telecomunicaciones y tiene tres hijos. Está casado desde hace veinte años. En su casa, la crianza se reparte. “Cuando nació el primero hice un trato con mi esposa: los dos lo trajimos al mundo, los dos lo criamos”. Ha sido parte de cada etapa: los cólicos, los deberes, los ensayos de teatro. Se levanta temprano, prepara desayunos, maneja al colegio.

“Eso siempre lo supe. Ayudar es lo que hacen los extraños. Yo soy su padre”. Para María Luisa Tapia este tipo de compromiso es más común de lo que se cree, pero aún se lo nombra con sorpresa. “El padre de antes era el que llegaba y preguntaba si ya se hizo la tarea. El de ahora debe saber cómo se siente su hijo. Tiene que preguntar cómo le fue, qué le asustó, qué lo hizo feliz. No para consentir, sino para acompañar”.

Ella trabaja con hombres que no tuvieron un referente afectivo en su infancia. “Muchos me dicen: ‘Mi papá fue ausente, y yo prefiero no hacer lo mismo’. Pero eso es un error. Alejarse no corrige el daño. Lo repara el que se queda y aprende. El que hace el esfuerzo de reescribir la historia”. En sus sesiones ha visto como el miedo y la culpa son emociones recurrentes en hombres que desean criar bien, pero no saben por dónde empezar. “A veces les hago una sola pregunta: ¿cómo te hubiera gustado que te hablen cuando tenías 5 años?”.

El doctor Villacrés, que está por convertirse en padre de gemelas, lo resume con claridad: “Hoy los modelos paternos se activan desde la concepción. El compromiso comienza antes. Ser padre es una aventura, pero empieza tan solo con quedarse”, finalizó.

Tapia Rivadeneira lo cierra con una idea que invita a una paternidad paciente: “No hay ‘formulas mágicas’ para ser padre. Pero sí hay algo que no se debe postergar: estar presente. Escuchar. Aunque incomode, aunque no sepamos por dónde empezar”. (E)

Padre con su hija riéndose. Foto: Shutterstock