Desde que Rocky, un bóxer americano, llegó a la vida de Osmar Taboada todo cambió; no solo crecieron las responsabilidades, sino que también encontró una versión nueva del amor. A Rocky le cuenta sus problemas, sus alegrías y hasta sus secretos; cada vez que llega a casa Taboada tiene la misma rutina: descansar un rato mientras intercambia afectos físicos con su can. “Es una gran compañía, tenemos una conexión especial, yo amo a mi perro como si fuera mi propio hijo”, declara el hombre, que siempre ha querido ser padre y que en su mascota encontró otra posibilidad de serlo.