El martes 13 ha sido, desde hace siglos, un día señalado como portador de desgracias. Aunque no existe ninguna prueba concreta que respalde su supuesto mal augurio, en muchas culturas —especialmente en la latinoamericana— se lo considera una jornada poco propicia para tomar decisiones importantes o realizar ciertas acciones.

Esta idea ha pasado de generación en generación, manteniéndose viva a través del tiempo. Curiosamente, casi todos los años incluyen al menos un martes 13 en el calendario. El 2029, sin embargo, será una rareza: tendrá tres. Pero, ¿de dónde proviene la idea de que este día en particular trae mala suerte?

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Orígenes diversos

Las raíces de esta creencia se encuentran en distintos relatos mitológicos, religiosos y populares.

Por ejemplo, en el cristianismo, se cree que durante la Última Cena, el apóstol número 13 fue Judas Iscariote, quien más tarde traicionaría a Jesús. Además, se sostiene que Cristo fue crucificado un viernes 13, y que en el capítulo 13 del libro del Apocalipsis aparece la figura del Anticristo.

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La simbología negativa del número 13 también aparece en otras tradiciones. En la Kabbalah judía se enumeran 13 espíritus malignos, mientras que en el Antiguo Testamento, el 13 se vincula con el sacrificio que Abraham debía realizar.

En la mitología nórdica, por su parte, el dios Loki —asociado con el caos y la trampa— ocupa también el lugar número trece.

En cuanto al martes, su mala reputación proviene de Marte, el dios romano de la guerra, cuya influencia se relaciona con la violencia, los conflictos y la destrucción.

Por eso, en la antigüedad, era común evitar cualquier actividad significativa durante este día.

Las cosas que se “deben evitar”

Aunque muchas personas toman estas advertencias con humor, no faltan quienes siguen ciertas recomendaciones para evitar la mala suerte un martes 13.

Según la tradición, no es aconsejable subirse a un avión, reunirse en grupos de 13 personas, romper espejos, derramar sal o vino, pasar por debajo de escaleras, ni cortarle los dos extremos a una barra de pan. Tampoco sería prudente casarse en esta fecha.

A pesar de todo, no hay ninguna base racional que demuestre que estos actos tengan consecuencias negativas. Son simplemente parte del folclore colectivo que, aunque carente de pruebas, sigue alimentando la imaginación popular.

(I)