Los venenos han sido un elemento recurrente en los cuentos de hadas y la mitología, usados a menudo como instrumentos de maldad, envidia o engaño. Un ejemplo clásico es la muerte de Hércules, causada por una túnica envenenada con la sangre de un centauro. También aparecen en los relatos de los hermanos Grimm, donde los venenos se utilizan para infligir daño o resolver conflictos de manera violenta, como en Blancanieves, donde la madrastra intenta matarla con una manzana envenenada.

Lejos de la ficción, el envenenamiento ha sido, desde tiempos remotos, un método utilizado para eliminar adversarios políticos o personales. Historiadores todavía debaten si figuras como Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte o Iósif Stalin murieron por causas naturales o fueron víctimas de intoxicación deliberada.

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En los últimos años, varios casos de envenenamiento han conmocionado al mundo por su crudeza, la sofisticación de los métodos y las repercusiones políticas que provocaron.

Muertes por envenenamiento

  • VX en el aeropuerto: El 13 de febrero de 2017, Kim Jong Nam, medio hermano del líder norcoreano Kim Jong-Un, fue atacado en el aeropuerto de Kuala Lumpur con VX, un agente neurotóxico de alta letalidad. Murió aproximadamente veinte minutos después de la agresión, generando una crisis diplomática entre Malasia y Corea del Norte. El VX, capaz de penetrar la piel y los pulmones, provoca colapso respiratorio y fallo cardíaco incluso en dosis mínimas.
  • Té con polonio: En noviembre de 2006, el exespía ruso Alexandre Litvinenko falleció a los 43 años en Londres tras ingerir polonio, un elemento radioactivo altamente tóxico, mientras compartía un té con el también exagente Andrei Lugovoi. Su muerte provocó tensiones diplomáticas entre Reino Unido y Rusia, que se negó a extraditar al sospechoso principal.
  • Pinchado con un paraguas: En septiembre de 1978, el escritor búlgaro Georgi Markov fue asesinado en Londres mediante una cápsula de ricina disparada con un paraguas, en un ataque atribuido a la policía secreta de Bulgaria. Markov murió cuatro días después, tras una fiebre intensa.

Casos no letales

  • Viktor Yúshchenko (2004): En septiembre de ese año, este candidato opositor en Ucrania fue envenenado con dioxina durante la campaña presidencial. Pese a sobrevivir y ganar las elecciones en enero de 2005, su rostro quedó marcado por la toxicidad de la sustancia.
  • Roman Abramovich (2022): Durante las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia en la frontera con Bielorrusia, el oligarca ruso y propietario del Chelsea FC presentó síntomas de posible envenenamiento: pérdida temporal de visión, lagrimeo y problemas cutáneos. Otros negociadores ucranianos también sufrieron efectos similares. La investigación apunta a partidarios de la línea dura de Moscú, más como advertencia que como intento de asesinato.
  • Alexei Navalny (2020): El activista ruso cayó gravemente enfermo durante un vuelo interno, siendo trasladado a Alemania para recibir tratamiento tras confirmarse la presencia del agente nervioso Novichok. Navalny sobrevivió, pero el incidente deterioró las relaciones de Rusia con los países occidentales. En diciembre de 2020, se reportó un segundo intento fallido de envenenamiento. El enemigo número uno del presidente ruso Vladimir Putin murió en prisión en 2024.
  • Serguei Skripal y su hija Yulia (2018): El exagente doble ruso y su hija fueron atacados con Novichok en Salisbury, Reino Unido. Ambos sobrevivieron tras recibir atención médica. La entonces primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó directamente a Rusia, mientras el Kremlin negó su implicación.
  • Jaled Mechaal (1997): En septiembre de aquel año, agentes del Mosad israelí intentaron asesinar al dirigente de Hamas, inyectándole veneno en el cuello en Amán, Jordania. El rey Hussein intervino exigiendo el antídoto a cambio de liberar a los atacantes, salvando así la vida del líder palestino.

Casos históricos sospechosos

  • Alejandro Magno (323 a. C.): El conquistador murió a los 32 años en Babilonia tras varios días de fiebre, dolor abdominal, debilidad y parálisis parcial. Su muerte ha sido objeto de especulación durante más de 2.000 años; algunos historiadores antiguos sospechaban de un envenenamiento, mientras que otros atribuyen su fallecimiento a una enfermedad o infección. Entre las teorías más famosas se mencionan toxinas del río Estigia o incluso un supuesto intento de asesinato por parte de su antiguo maestro, Aristóteles, aunque este último estaba en Atenas al momento del fallecimiento.
  • Napoleón Bonaparte (1821): El emperador francés murió recluido en la isla de Santa Elena. La causa oficial fue una úlcera péptica derivada de cáncer intestinal, pero siempre existieron rumores de envenenamiento. Estudios iniciales detectaron altos niveles de arsénico en su cabello, aunque investigaciones posteriores señalaron que estas concentraciones eran normales para la época, debido a la exposición a pinturas, pegamentos y tintes.
  • Iósif Stalin (1953): El líder soviético falleció oficialmente por un paro cardíaco, tras una vida marcada por intensas tensiones y excesos. Sin embargo, circulan teorías que señalan a Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta, como responsable del envenenamiento de Stalin para detener sus purgas. Nikita Jruschov, en sus memorias, afirma que Beria le habría confesado: “yo lo maté y los salvé a todos”.
  • Juan Pablo I (1978): Albino Luciano, conocido como Juan Pablo I, estuvo solo 33 días en el papado. Oficialmente murió de un infarto, pero numerosas versiones apuntan a un posible envenenamiento con cianuro, presuntamente administrado mediante un vaso de agua. Se han señalado posibles implicaciones de mafiosos, agencias de inteligencia y elementos internos de la curia, aunque el Vaticano mantuvo el secreto pontificio y nunca autorizó una autopsia independiente.
  • Yasser Arafat (2004): El líder palestino murió en el hospital militar de Percy, en Francia, tras un periodo de enfermedad. Investigaciones posteriores encontraron indicios de envenenamiento, reavivando el debate sobre las causas de su muerte y posibles responsabilidades.

Estos hechos evidencian cómo, a pesar de los avances médicos y legales, el envenenamiento sigue siendo una amenaza letal y un arma silenciosa que ha marcado la historia. (I)