Un día tomé la Aerovía para recorrerla en las rutas conocidas desde Guayaquil a Durán y hasta la estación que está en la av. Quito y 9 de Octubre y regresar hasta el Malecón 2000 donde había iniciado este divertido periplo. No era la primera vez, pero era uno de esos días en que me da por querer repetir algo. Primero fui hasta el vecino cantón frente a Guayaquil. En anteriores ocasiones lo había hecho tipo 6 de la tarde, en compañía de amigos y familiares, pero esa vez lo hice solo y al mediodía.

En la cabina iba también una pareja de adultos mayores, calladitos eso sí. Partimos desde la estación ubicada en Malecón Simón Bolívar y Loja. El trayecto hasta el centro permite una mirada distinta de Guayaquil, se puede observar sitios que desde tierra, sería casi imposible visitarlos. Es como entrar sin ser invitados a los patios de las casas. Íbamos avanzando, el edificio del Hospital Luis Vernaza luce espléndido, se ven detalles de su arquitectura. Uno se imagina que desde que se construyó allí el Hospital de Guayaquil en 1564 en las faldas del cerro en la Ciudad Vieja, este sitio pasó por una historia de incendios, reconstrucciones y reubicaciones en diferentes sectores de la ciudad.

En el Cementerio de Extranjeros reposan los restos de aquellos que no profesaban la fe católica

En el momento que continuábamos la travesía sobre el Cementerio Patrimonial, luego de la parada conocida como Técnica o Motriz, la señora dijo “mejor no veo, me da miedo”. Ella no quería ver lo que ahora se conoce con el nombre de Cementerio de Extranjeros, un sitio que está cerrado al público en general.

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Otra de las tumbas más antiguas del cementerio. Foto: Alex Carrillo J.

Desde arriba se ven, efectivamente, lápidas, tumbas, escalinatas, monumentos, estatuas, todas desgastadas por el tiempo, en un terreno lleno de monte. De hecho, la historia de ese lugar se remonta a 1841, cuando los extranjeros que residían en Guayaquil solicitaron al entonces presidente de la República Juan José Flores la autorización para crear un cementerio para aquellos que no habían nacido en la ciudad.

No se puede ingresar a ese sitio, pero se puede subir unas escalinatas desde la calle y ver desde afuera. Si lleva binoculares podrá ver de cerca los nombres de un montón de restos humanos que reposan allí. La lápida más antigua en esta parte del cementerio es la de Joseph Warren Tyler, un británico hijo de un comerciante irlandés fallecido en 1872. Su cuerpo fue el primero en ser enterrado en ese camposanto. “Casi no se entierran allí. De lo que tengo entendido familiares de quienes descansan allí han hecho algunas exhumaciones los últimos años, pero no son muchas. Pero sí hay personas que visitan a sus difuntos en esta parte”, cuenta el Arq. Roberto Wong, jefe de operaciones del cementerio de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

'El beso del ángel', escultura del artista italiano Enrico Pacciani. Foto: Alex Carrillo J.

Lo que sí se puede hacer es visitar y recorrer el Cementerio Patrimonial de Guayaquil. Es un sitio muy rico en historia, leyendas y tradiciones que forman parte de la cultura de la ciudad y del país.

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Aprovechando el inicio de este feriado me contacté con Wong. A él le pedí que me lleve a la parte más antigua del cementerio. Se veía gente que había adelantado la visita a sus seres queridos que descansan allí porque algunos comentaron que querían evitar aglomeraciones. Afuera ya estaban los vendedores de flores y artículos religiosos promocionando sus productos. Adentro, incluso, personal de la Junta de Beneficencia también hacía lo suyo con la venta de espacios en esta morada final, la inevitable; también los músicos, tales como guitarristas y cantantes, iban de un lado a otro para ver si alguna persona se animaba a musicalizar este momento de “reencuentro” con los familiares que partieron al más allá.

Con Wong nos detuvimos en la calzada principal del cementerio (puerta 3), un lugar icónico por la doble hilera de altas palmeras. Debo confesar que era mi primera vez pero visitaré este sitio otras veces más. “La puerta número 2 antiguamente era la número 1 porque la número 1 actual es más reciente. En la década de los 80 se construyeron esos edificios, pero originalmente es en la puerta número 3 donde se origina el cementerio. En ese entonces era la única entrada cuando recién se fundó el cementerio”.

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Arq. Roberto Wong, jefe de operaciones del cementerio de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Foto en la calzada de la puerta 3. Foto: Alex Carrillo J.

El Cementerio Patrimonial de Guayaquil fue fundado oficialmente el 27 de abril de 1823, después de varias recomendaciones debido a las molestias que causaba el entierro de muertos en los templos, como había sido costumbre hasta ese entonces. Fue diseñado en 1822 por Juan Francisco Ycaza, quien escogió el sitio al pie de los declives meridionales del cerro Santa Ana.

Se construyó en las laderas del Cerro del Carmen, donde antes existió un pequeño panteón para los pobres. Este se extendió a lo largo de la calle Julián Coronel, cerca de varios hospitales, ancianatos y la morgue. Fue en 1886 cuando el Dr. Francisco Campos Coello, presidente del Concejo Cantonal de Guayaquil, propuso la creación de la Junta de Beneficencia. Dos años después, se instaló oficialmente la Junta de Beneficencia Municipal de Guayaquil y la Municipalidad le confió a la Junta la administración de hospitales, orfelinatos y el cementerio.

Este camposanto constaba con varias áreas: el estrato social alto construía mausoleos con técnicas y estéticas especiales, la clase media ocupaba bóvedas en series y en estilo de condominio, y las clases menos privilegiadas eran enterradas bajo suelo. “En abril de 2023 el cementerio cumplirá 200 años de fundación. Así que se están haciendo preparativos para celebrar este patrimonio, el más grande de la ciudad”.

Mausoleo de la familia Ycaza-Gainza (1856). Foto: Alex Carrillo J.

La parte baja de este sitio tiene cerca 17 hectáreas y en la parte del cerro, hay otro tanto igual, dice Wong. “Es decir, tranquilamente puede tener 34 hectáreas. Inventariadas tenemos cerca de 280.000 tumbas o infraestructura funeraria. Cada una alberga los restos de una persona, pero hay casos en los que descansan más de uno. Esto suma, en base a un registro que hicimos en el año 2021, pasa de los 600.000 restos humanos. Esto sin contar con los que están enterrados en el cerro porque en ese tiempo no se llevaba un adecuado control de cuántos entierros se hicieron en los inicios del cementerio. Fue desde que la Junta lo tomó a cargo que se llevó un registro de este tipo. Recordemos que primero estuvo en manos de la Iglesia, luego de la Alcaldía”.

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La zona donde empieza la calzada de la puerta 3 se conoce como de Respeto Patrimonial. “Aparte que aquí empezó el cementerio, también están la mayor cantidad de edificaciones de tipo escultural, tipo monumental. Tenemos muchas esculturas que fueron realizadas por artistas de renombre que eran italianos, portugueses, franceses, españoles; muchas se hicieron aquí, otras, en Europa que llegaban por barco”, relata Wong.

Tumbas del mausoleo Ycaza-Gainza. Foto: Alex Carrillo J.

Uno de los máximos exponentes que dejó su legado en el cementerio de Guayaquil es el profesor, arquitecto y pintor italiano Enrico Pacciani, tal como lo explica Wong. “Él es que tiene la mayor cantidad de obras escultóricas en el cementerio, además de haber dejado la más hermosa El beso del ángel, que forma parte de la tumba de Celeste Graciela Castillo, hija de José Abel Castillo. Pacciani se quedó a vivir en Guayaquil, falleció aquí, de hecho existe un mausoleo donde están exhumados sus restos. Y no solo dejó su arte en esta parte de la ciudad, también construyó otras obras en Guayaquil, Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos...”.

A medida que nos dirigíamos a dos de los mausoleos más antiguos por la pendiente de la calzada, aparecían gatos por todos lados. Sería una buena idea que una fundación o institución los atienda para evitar su propagación porque las personas se han quejado de los malos olores debido a la caca y orina de los felinos, lo que imposibilita una estadía adecuada. “Hemos puesto areneros para que los gatos hagan sus necesidades allí; esperamos que poco a poco se vayan acostumbrando a usarlos y que no sigan causando molestias a las personas. El problema es que la gente sigue dejando gatos en el cementerio”, afirma Wong, quien relata que donde ahora se encuentra el mausoleo de Vicente Rocafuerte había una capilla de madera. “Cuando se inauguró el cementerio se dejaron espacios alrededor de la extinta capilla para construir tumbas familiares en la tierra, pero con el tiempo se iban construyendo poco a poco mausoleos”.

Desde la calzada de la puerta 3, a la izquierda, de lejos se ven dos construcciones, una desgastada por el tiempo y la que está a lado, llama la atención por su color gris oscuro. Son los mausoleos más antiguos. “En los inicios del cementerio esta zona era inundable. Cuando llovía demasiado, el agua se empozaba, esto provocaba que las tumbas de más abajo, por la fuerza del agua, las cajas de madera se expongan y comenzaran a flotar. Por esta razón se empezó a construir más hacia el cerro y con esto los primeros cuerpos de bóvedas. Las tumbas que eran proclives a inundaciones tuvieron que hacer mausoleos”, cuenta Wong.

Entre los mausoleos más antiguos consta el de la familia Morla (1890), otro de Nicolás Morla (1876). Pero el más antiguo es de la familia Ycaza-Gainza. “Ya casi en ruinas. Data de 1856. Todo el mausoleo está casi lleno, hay unos cuantos nichos, pero no han sido ocupados. Tal vez porque la familia ya se ha ido a otras partes”, cuenta Wong. De hecho, un candado y una cadena oxidados dan fe de esto. Parece que en años nadie los ha manipulado.

Otro de los mausoleos más antiguos es el de la familia de Yldefonso Coronel. Foto: Alex Carrillo J.

El gris corresponde a la familia de Yldefonso Coronel. Cerca de allí está también la lápida más antigua registrada de lo que hoy es el Cementerio Patrimonial que corresponde a la niña Juana Rosa Julia Correa y Pareja (bóveda 308). La pequeña fue enterrada en noviembre de 1831. No se sabe si son familiares de la niña o gente que sabe de su ubicación, pero nunca faltan las flores o -como en esta ocasión- los caramelos y chocolates que le dejan como ofrenda.

En medio de árboles de mangos, antiguos ciruelos, aguacates, chirimoyas, almendras, guabas y frutos de pan descansan los restos de próceres, presidentes y vicepresidentes de la República y muchos más personajes ilustres que con sus bóvedas y hermosas esculturas dan testimonio de parte importante de la historia de Guayaquil. Un museo al aire libre que merece ser visitado por propios y extraños.