Aquellos eran tiempos distintos. Eran años en que la máxima muestra de confianza que un padre de familia podía brindarle al maestro de su hijo o hija era (¡que ningún alma sensible se espante!) regalarle una palmeta de madera al inicio del año lectivo. “Allí se la dejo con mi plena autorización para que la use por si hiciera falta”. Así, el profesor tenía la anuencia necesaria para darle un reglazo en la palma de la mano como castigo por las faltas cometidas.

El educador Víctor Hugo Calderón, de 61 años de edad, recuerda tal situación como una añeja anécdota de aquellos años en que su padre, Ángel Calderón Muñoz, era el director fundador del entonces Instituto Particular Mariscal Sucre, entidad que nació en 1956 con solo 29 alumnos.

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Ángel Calderón Muñoz, su hijo mayor, Víctor Hugo (der.), y tres nietos: Víctor Hugo (izq.), Carlos Andrés y Denisse María, durante un sesión solemne en Lemas el 26 de noviembre de 2016.

“En esos años había una plena confianza del padre de familia hacia la autoridad. Hoy, lamentablemente, el profesor o la institución que medio quiere exigir a un estudiante puede correr el riesgo de que no sea bien visto por el representante del alumno, porque ahora los representantes están más interesados en acercarle el facilismo a sus hijos y buscar que el mundo les sirva, en lugar de prepararlos para que sirvan al mundo”, indica Víctor Hugo al rememorar a su progenitor, fallecido el 1 de mayo de 2019.

Ángel Calderón Muñoz es un personaje destacado en la educación de Guayaquil. Abrió el Mariscal Sucre en 1956 en Franco Dávila y avenida Quito, para dos años después trasladarse a un edificio patrimonial frente al parque Centenario, en Lorenzo de Garaycoa y Víctor Manuel Rendón, el cual había sido liberado cuando la escuela Abdón Calderón, propiedad de su cuñado, Abelardo García, se mudó a otra sede. “Fue simplemente cambiar una escuela por otra”, señala Víctor Hugo, quien desde su tierna infancia convivió con esa institución de manera muy cercana, ya que residía con su familia en un piso de ese inmueble.

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El Mariscal Sucre creció tanto que debió encontrar su sede definitiva en 1974, cuando se instaló en el kilómetro 4,5 de la actual avenida Juan Tanca Marengo (entonces avenida Otto Arosemena Gómez), donde también siguió aumentando su prestigio como una escuela de elevado nivel en lo académico y disciplinario.

Los valores se mantienen

En la actualidad resulta impensable que un padre de familia le entregue al profesor una regla de madera para castigar la palma de la mano de un pequeño infractor, sin embargo, era común en varios centros educativos de entonces. Pero de eso se trata la educación, indica Víctor Hugo, de evolucionar. “Los educadores debemos ser muy conscientes de los nuevos tiempos para no seguir repitiendo la manera o formatos en que aprendimos. Eso sería un crimen de lesa humanidad. Es impensable que un educador siga repitiendo lo que vio cuando fue formado”.

Pero los valores persisten, agrega el mayor de los cuatro hijos de Ángel Calderón Muñoz y Hortensia Morales, quien al recordar a su padre lo señala como un modelo de educador que seguía la filosofía de Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar: “Si te afanas por enseñar, harás que tu discípulo sepa; pero si te empeñas en educar, harás que tu discípulo haga”. También lo recuerda como un hombre muy casero. “La cocina era su aliada. Él preparaba el caldo de pata más rico. También el mejor rompope”.

Las vivencias con sus padres lo hacen sentir honrado. Una de las frases que más le caló es: “Pan con mi dinero, no le debo al panadero”, la cual representa el gran esfuerzo que realizaron don Ángel y doña Hortensia para ahorrar y fundar una de las instituciones más reconocidas de Guayaquil, para lo cual contó con el apoyo de su hermano, el economista Abdón Calderón.

Actualmente, el Mariscal Sucre se encuentra muy bien dirigido por Oswaldo Darío y Ana María Calderón, hermanos de Víctor Hugo, quien ocupó ese rectorado entre 1994 y 2010, aunque en el 2009 fundó su propio colegio: Unidad Educativa Lemas. Ese nombre es la sigla de Liceo Educativo Margarita Amestoy de Sánchez. Así quisieron perennizar el nombre de esa gran pedagoga, científica y educadora venezolana, amiga y colaboradora de la familia Calderón.

Ing. Víctor Hugo Calderón (segundo desde la der.), su esposa, Mónica Álvarez, e hijos: Carlos Andrés (izq.), Denisse María y Víctor Hugo, directivos de la Unidad Educativa Lemas (sector de Mucho Lote). Foto: Cortesía

Ella falleció justo un año antes de la fundación de Lemas, entidad ubicada en la avenida Manuel Ignacio Gómez Lince y Francisco de Orellana (sector de Mucho Lote). Hoy, Lemas ofrece un servicio educativo que incluye desde el nivel preescolar hasta el Instituto Tecnológico Superior, el cual inició sus labores el año 2020.

Víctor Hugo agrega que Lemas, según el modelo de Margarita Amestoy de Sánchez, se soporta en cinco pilares: aprendizaje basado en proyectos, desarrollo de habilidades de pensamiento y emociones, ambiente virtual y tecnológico con aval internacional, desarrollo de competencias de comunicación en lengua extranjera y educación en valores.

Así labora junto con su esposa e hijos para educar niños y jóvenes que tomen acción por beneficio del bien común, según aprendió de su padre. “Porque solo alcanzas la felicidad si buscas el bien común. Si solo buscas el bien personal, serás un desdichado”, indica este académico que coincide con el pensamiento de Platón al señalar que una persona de bien y buen profesional en cualquier área debe mostrar “deseo (de actuar), emoción y conocimiento”.

El legado de su padre inspira a Víctor Hugo Calderón a actuar por aquella educación que su padre siempre se enfocó en brindar, y que también mantienen sus distinguidos hermanos en el Mariscal Sucre. Eso sí, aclara, sin palmeta. (F)