Uno tiene poco tiempo, el otro no quiere asumir en solitario la responsabilidad de tener una mascota. ¿La solución? Compartir un perro.

Se comparten autos, vestimenta, herramientas y viviendas. Quienes usan cosas comunitarias conservan recursos y en general suelen encontrar rápidamente personas afines gracias a la internet.

Algo similar ocurre con el dogsharing, la tenencia compartida de un perro entre dos humanos que se encargan juntos de su cuidado.

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Puede haber muchas razones para ello, como por ejemplo si cambian las circunstancias de la vida, si se rompe una relación de pareja, si cambia el horario de trabajo o si es inminente un cambio de ubicación.

El fin de una relación entre humanos no debe significar que el animal que tenían en conjunto se quede sin un hogar estable. Foto: Shutterstock

Y también hay razones desde el punto de vista del codueño del perro, ya sea porque tiene una vivienda demasiado pequeña o no cuenta con un presupuesto suficiente, pero sí siente un gran amor por el perro y el anhelo de estar con un animal y asumir responsabilidades.

En su labor diaria como adiestradora de perros, Giulia Lautz conoce a muchos dueños de perros que comparten su cuidado con otra persona.

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“El modelo de cuidado dogsharing ha crecido notablemente en los últimos años, según nuestra experiencia”, afirma la propietaria de la escuela para perros Martin Rütter Dogs, ubicada en la localidad suiza de Wil/St. Gallen.

Lautz observa esta tendencia especialmente en las generaciones más jóvenes, menores de 40 años. Solteros que trabajan también quieren tener un perro.

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Hacen malabares con los horarios de trabajo flexibles, conocen el trabajo por turnos y a tiempo parcial. Mientras que en el pasado se decía que alguien que trabajaba no debía tener un perro, hoy se sabe que sí hay formas de ofrecer a un perro una vida adecuada a su especie aunque se trabaje, y una de ellas es compartir su cuidado.

“Cuando todas las personas de referencia tiran del mismo cabo, en lo que respecta a la educación del perro y las expectativas en el cuidado, puede ser una buena solución”, dice Lautz.

Siempre hubo casos en que varias personas se ocupan del cuidado de un perro. Familias grandes, amigos, vecinos, en general los dueños de animales cuentan con una red de apoyo”, afirma la experta en perros Annette Möckel, de la asociación profesional de adiestradores de perros y consultores sobre comportamiento (BHV) y propietaria de la escuela canina icHunddu.

“Lo ideal es evaluar antes de la adopción quién podría ayudar con el cuidado del animal en caso de enfermedad o de viajes”, recomienda.

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Bajo el sistema de dogsharing se encuentran personas con ideas afines que disfrutan con el corazón compartir el cuidado de un perro.

Aquí, los intereses económicos no juegan ningún papel, a diferencia de otras formas de cuidado. Las guarderías o residencias caninas cobran una tarifa, los cuidadores y paseadores de perros cobran por hora.

Un cuidador principal tiene que asumir las decisiones importantes para el perro. Foto: Shutterstock

Para Annette Möckel y Giulia Lautz, las necesidades del perro, no las de los humanos, están en el centro del cuidado compartido. Al fin y al cabo, subrayan, no es el animal el que ha elegido a su amo o ama.

“Nosotros, los humanos, tomamos decisiones por el perro y es nuestra obligación tratar con cuidado y responsabilidad a los seres vivos. Los perros no están para hacer felices a las personas”, señala Möckel.

  • El requisito básico para cuidar juntos de un animal es que ambos dueños del perro se lleven bien, y esto incluye la tolerancia y el espacio mutuo.
  • No obstante, deben establecerse acuerdos claros: ¿dónde pasa el perro cuánto tiempo y cuándo? ¿Qué come el animal, cómo son los modales en la mesa?
  • “Solo puedo recomendar que haya un propietario principal del animal, que asuma la responsabilidad y tome las decisiones importantes, por ejemplo, acerca del cuidado veterinario”, sostiene Annette Möckel.
  • Su consejo es “mejor poner los acuerdos por escrito y firmarlos como un contrato”. Tomarse un tiempo y utilizar un vocabulario común.
  • Ambas expertas coinciden en que no todos los perros son adecuados para el sistema de compartir su tenencia, si bien los perros son animales sociales, que en la mayoría de los casos se llevan bien con varias personas de referencia.
  • Pero en cualquier caso, según aconsejan, hay que darle tiempo al animal para que se acostumbre a la nueva situación. El cocuidador debe tener la posibilidad de construir una relación con la mascota.
  • Al principio, es aconsejable hacer las cosas juntos. En el caso de los perros que están fuertemente relacionados con sus dueños o que simplemente tienen ya varios años, puede aparecer el miedo a la pérdida, en cuyo caso es necesario tener paciencia.
  • También es importante acordar señales y reglas uniformes, como por ejemplo utilizar siempre la misma voz de llamado. La nueva persona de cuidado debe saber exactamente cómo reacciona la mascota ante otros perros, personas, ciclistas o niños.

Los perros tienen un vínculo muy estrecho con las personas. Se entristecen cuando una persona desaparece, como cuando un hijo de la familia deja la casa de los padres, las parejas se separan o cuando un integrante del grupo familiar fallece.

¿Qué hay que tener en cuenta cuando se produce una separación? “Básicamente, la mayoría de los perros son flexibles y adaptables. Sin embargo, necesitan tiempo para acostumbrarse a la nueva situación”, dice Möckel.

Su consejo para los propietarios de perros que padecen divorcios: “Los perros se estresan cuando la gente exterioriza sus conflictos frente a ellos, así que hay que evitarlo en la medida de lo posible”.

La experta asegura que “hay conceptos sobre cómo se puede regular esto, lo mejor es designar un cuidador principal”. Las escuelas caninas ofrecen ayuda y apoyo profesional.

Para el cuidado compartido, es necesario que los conflictos entre los exintegrantes de la pareja se aclaren emocionalmente.

Lautz ha sido testigo de experiencias en las que ambos integrantes de una antigua pareja querían seguir cuidando de su perro juntos después de la separación, pero luego fracasaron con el proyecto.

“En teoría, parece fácil. Pero si la expareja encuentra una forma de relacionarse, puede funcionar”, apunta Lautz.

La adiestradora admite, sin embargo, que en la práctica, desgraciadamente, es diferente. La situación es emocionalmente difícil para ambas personas y esto, a su vez, también lo siente el perro y puede suponer una tensión para él.

En la mayoría de los casos, el proyecto del ‘perro del divorcio’ fracasa tarde o temprano. Al final, el perro se queda con un compañero mientras el otro se retira por completo”, sostiene la experta. (F)