Tener perritos de distintas edades puede ser positivo, y animar a la amistad con perros de familias cercanas está bien. Pero algunos expertos en comportamiento animal aconsejan no dejar que el cachorro juegue durante mucho tiempo y con demasiada intensidad con otro perro adulto que no es de la manada.

La especialista alemana Judith Böhnke, que lleva más de 20 años trabajando profesionalmente con perros, es partidaria de reducir y elegir bien los contactos sociales entre canes.

A Böhnke le preocupa cuando los dueños de perros adultos sostienen que el más joven cuenta con la llamada “protección de los cachorros”, según la cual un perro mayor nunca le hace daño al menor.

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“Es un concepto peligroso”, señala la educadora canina. “No sé por qué todavía se piensa en esos términos, pero ¡la protección de los cachorros no existe!”, destaca.

Un perro de diez semanas no tiene asegurada una actitud positiva de perros adultos desconocidos. Foto: DPA

Böhnke agrega que esta supuesta protección no la tienen los cachorros de hasta doce semanas y, desde luego, mucho menos los perros jóvenes de cuatro a seis meses.

El límite de tolerancia está en la propia manada. El adiestrador de perros André Vogt también quiere erradicar el mito de que los cachorros tienen una protección innata, por la cual los perros de corta edad tienen libertad de acción con sus congéneres adultos, porque estos toleran generosamente cualquier tipo de comportamiento.

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“¡Pero cuidado, puede acabar mal! No confíe jamás en que su cachorro pueda salir siempre sano y salvo”, advierte.

Los cachorros solo disfrutan de un mayor nivel de tolerancia dentro de su propia manada o con perros acostumbrados a las crías. Sin embargo, según el experto, no hay que reaccionar con miedo si el cachorro se encuentra con otros perros.

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“La inmensa mayoría de los perros que están con nosotros son agradables y están bien socializados. Además son muy cuidadosos con los cachorros”, apunta Böhnke y subraya que incluso entre los animales funciona el instinto de la ternura.

“Todas las razas perciben a las crías como inofensivas y dignas de protección. Incluso fuera de su propia familia, lo cual es probablemente una consecuencia de la domesticación”, explica.

Los perros adultos también pueden odiar a los cachorros

Pero no siempre hay que confiar que exista ese instinto positivo. “También hay perros que simplemente odian a los cachorros. Al igual que a alguna gente no le gustan los niños”, acota Böhnke.

Cree una rutina en el que su perro mayor tenga el primer lugar, para evitar los celos. Foto: Shutterstock

Es muy probable que el dueño conozca a su mascota y perciba de antemano si puede surgir algún problema. “Por supuesto, no todos los perros adultos odian a los pequeños. Pero siempre aconsejo a las personas que cuiden a sus cachorros”, recalca Vogt.

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Según el entrenador tiene sentido observar atentamente cómo se comporta el perro adulto. “Si tengo un mal presentimiento, debo proteger a mi cachorro y cuidar de que no le pase nada”.

Además, insiste en que la frase “lo solucionarán entre ellos” es un completo disparate. “Claro que se arreglan entre ellos, pero también hay que saber que eso tiene consecuencias”, remarca.

Si se ve que el otro perro está tenso y molesto y que incluso podría pegar un mordisco, Vogt recomienda simplemente levantar al cachorro en brazos.

Aunque se trata de una acción controvertida, ya que algunos adiestradores aducen que esto podría incentivar que el cachorro tenga una conducta miedosa, Vogt lo avala.

“Yo lo acepto, porque lo más importante es que el cachorro confíe en mí”. También su colega Böhnke adhiere a esta postura: “¡Retirarse a tiempo no es una desgracia!”.

Un ataque puede cambiar la vida del perro

Según Vogt, lo que puede desencadenar un ataque son sobre todo consecuencias psicológicas.

“Una mala experiencia puede dejar huellas irreversibles en la vida de un perro”, destaca Vogt. Además, agrega que la relación de confianza que pudo establecer con el dueño también puede verse afectada.

Desde el punto de vista del cachorro, su amo no ha hecho bien su trabajo. No lo ha protegido”, explica el adiestrador. Sin embargo, considera que es erróneo dejarse llevar por el miedo e ir al otro extremo, aislar a los perros o mantenerlos alejados de otros.

Enseñe al perro recién llegado a respetar las pertenencias de sus mayores. Foto: Shutterstock

Por eso Böhnke aconseja que lo más sano es llevar a los cachorros a las escuelas caninas en las que tienen contacto con perros adultos que se sabe que se llevan bien con los perritos. Cuanto más crecen los cachorros, más se encargan los perros adultos de su adiestramiento.

“Pero siempre que sea comprensible para el can más pequeño y sin traumatizarlo”, advierte.

No obstante, de acuerdo con la especialista germana, en el camino hacia la edad adulta es importante que el animal también tenga experiencias desagradables. “De lo contrario, un simple gruñido podría darles pánico”, constata.

Por su parte, Patricia Lösche, presidenta de la asociación de consultores y entrenadores de comportamiento animal de Alemania, subraya que tener como amigo a un perro bien socializado y educado puede ser una bendición para los cachorros.

“El cachorro lo toma como modelo al menos hasta la pubertad, lo que puede ahorrar mucho trabajo a los dueños de las mascotas”, señala. Sin embargo, advierte que en caso contrario, si el perro adulto tiene un mal comportamiento, esto también se transmite en el animal más joven.

Efectos en el perro adulto

Pero el cachorrito no es el único que podría ser afectado por el encuentro. El doctor Jerry Klein, jefe veterinario del American Kennel Club, indica que cuando se añade un cachorrito a una familia con perros mayores, hay ciertas precauciones que deben tomarse por la salud mental de estos.

  1. Considere el temperamento de su perro adulto, las diferencias en tamaño, estado físico e historial médico. No siempre el mayor tendrá ventaja física sobre el menor. Un cachorrito puede ser de una raza de gran tamaño y hacer sentir amenazado a un adulto de raza pequeña o con una condición del corazón, artritis o de columna. “Hasta un pequeñín puede saltar sobre un perro grande o morderlo, causándole heridas o ansiedad”.
  2. El cachorro debe ir con un examen veterinario completo y todas sus vacunas al día, como la del moquillo, adenovirus (hepatitis canina), parvovirus y rabia. Pueden sugerirle las de parainfluenza y tosferina.
  3. Aproveche para que ambos perros tengan exámenes de heces, para saber si tienen parásitos.
  4. Tenga lugares o recipientes separados para la medicación de cada perro, de manera que nadie pueda confundirlas.
  5. El que debe aprender las reglas primero es el que llega a la casa. Así evitará que su perro mayor desarrolle una conducta territorial o de defensa de recursos (comida, agua). Preséntelos en territorio neutral, no en su casa ni en su patio. Una vez que se hayan aclimatado, podrán encontrarse en el hogar. Haga que el pequeño respete los juguetes, platos y cama del mayor, para que este sepa que sigue teniendo un lugar.
  6. Dé al perro mayor el primer lugar en las rutinas: al saludarlos, darles de comer o poner la correa, cree una rutina en la que se respete su antigüedad. El cachorro, que no conoce de rutinas, no se preocupará por estas cosas, dice el doctor Klein.
  7. No los deje solos sin supervisión, al menos hasta que esté seguro de que conoce la conducta del cachorro. Puede tomar de días a meses hasta que esto ocurra. Si tiene que salir, deje al cachorro en un recinto cercado, por su seguridad y por la del perro mayor.