El SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, ha mutado una vez más en una nueva variante denominada NB.1.8.1, parte de la familia ómicron, a la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha designado como una ‘variante en seguimiento’.
Los síntomas son similares a los asociados a otras variantes e incluyen dolor de garganta, fiebre, tos y fatiga.
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Hasta el momento, según datos de otros países donde se han reportado casos, la variante no parece causar una enfermedad más grave, pero genéticamente presenta cambios que le permiten infectar las células con mayor eficiencia. Esto significa que podría propagarse más fácilmente entre las personas.
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La primera muestra de la variante NB.1.8.1 —que está provocando un aumento repentino de infecciones en China— se recolectó el 22 de enero y la OMS la designó como variante bajo vigilancia (que puede requerir atención y seguimiento prioritarios) el 23 de mayo, detalla ABC.
Desde que se detectó la variante ómicron en 2021, los nuevos casos de COVID han estado dominados por cientos de sus subvariantes descendientes, aunque ninguna ha provocado el aumento de casos que se observó durante el pico de la pandemia.
Al 18 de mayo, se habían detectado 518 casos de NB.1.8.1 en 22 países, según la OMS.
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Si bien hay aumentos en los casos notificados y las hospitalizaciones en algunos de los países con la mayor proporción de NB.1.8.1 circulante, no hay informes que sugieran que la gravedad de la enfermedad sea mayor en esta última variante que en otras variantes circulantes del virus.
En todo caso, NB.1.8.1 es parte de ómicron, lo que significa que las vacunas actuales y la inmunidad derivada de infecciones recientes deberían brindar cierta protección contra enfermedades graves, indica Time.
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Por otra parte, el medio indica que el comité de expertos en vacunas de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) se reunió el 22 de mayo para debatir si actualizar la vacuna para la temporada de enfermedades respiratorias de otoño e invierno.
En esa reunión se presentaron datos de Pfizer y Moderna sobre vacunas experimentales dirigidas a la variante LP.8.1, que actualmente representa más del 70 % de los casos de COVID-19 en EE. UU. (LP.8.1 está relacionada con NB.1.8.1 y con la cepa a la que se dirigen actualmente las vacunas, JN.1).
Estas vacunas experimentales parecen ofrecer una protección ligeramente superior contra ambas variantes.
Finalmente, el comité votó para recomendar continuar con la vacuna JN.1, pero no especificó si la vacuna actualizada debería apuntar a la LP.8.1. (I)
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