El lunes 24 de noviembre, la Organización Panamericana de la Salud presentó sus Estimados de Prevalencia de Violencia contra las Mujeres (2000-2023), junto con una serie de propuestas para que los sistemas de salud entrenen a sus profesionales para que ser primera línea de respuesta, pero también de prevención.
En el evento de lanzamiento, el director de la OPS, Jarbas Barbosa, compartió varias de las conclusiones de estas estimaciones, obtenidas de 29 países y territorios:
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- Una de cada 3 mujeres en la región de las Américas y el Caribe ha experimentado violencia física o sexual en su vida.
- Una de cada cuatro adolescentes y mujeres de 15 a 49 años ha experimentado violencia sexual o física por parte de un compañero íntimo al menos una vez en su vida. La agresión por parte de un compañero íntimo es la forma más común de violencia contra las mujeres.
- 1 de cada 8 mujeres de 15 a 49 años ha experiemtando violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja al menos una vez en su vida.
- El 21 % de las mujeres jóvenes sufre alguno de estos tipos de violencia antes de cumplir los 20 años.
“Las cifras no bajan”, dice Cecilia Alemany, directora regional adjunta para las Américas y el Caribe de ONU Mujeres. Y es frustrante cuando las autoridades de género e igualdad tienen que explicar por qué, a pesar de todos los esfuerzos y los marcos normativos, no se logra hacer cambios.
Ella ve como positivo que el tema ha ganado mayor visibilidad, y que ahora las autoridades pueden pelear por presupuesto, pero sobre todo, por la concienciación social: “Que cada vez más mujeres, niñas y adolescentes identifican como violencia situaciones que antes no veían como tales; las aceptaban porque esto era parte de ser mujer”.
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Así, ahora se puede diferenciar entre violencia doméstica, sexual, de género. Y aunque las cifras espantan, son una muestra de transparencia. “Esto ha estado tradicional e históricamente escondido, callado, silenciado, como una forma de supervivencia por no confiar en el sistema. Esto es un avance, no nos confundamos. Un retroceso hubiera sido seguir calladas”.
Una segunda victoria, dice, son los protocolos de respuesta temprana de violencia en los puntos de atención primaria en salud pública, las fiscalías especializadas y otros mecanismos de apoyo, que no son vistos como prevención, pero para Alemany lo son, “porque pueden de alguna manera detectar el ciclo tempranamente”, aunque entiende que esos protocolos no existen en todos los países.
Y en el área donde hay menos avances concretos es, en efecto, la prevención, en la corresponsabilidad de hombres y mujeres de cambiar patrones culturales violentos. “Estamos en una de las regiones más violentas del mundo”.
El efecto de la violencia en la economía de las mujeres
El discurso de Alemany continúa con la presentación de la ministra de la mujer de Panamá, Niurka del Carmen Palacio, que explica el efecto “devastador” de la violencia en la economía de las mujeres y sus familias. “Las mujeres sobrevivientes de violencia doméstica asumen una carga financiera inmensa que abarca desde gastos de salud, tratamientos, de seguridad, mudanzas, movilizaciones”... y funerales, agrega, señalando que en su país un velorio y sepelio pueden costar a los deudos entre $ 1.500 y $ 3.000.
Afirma que su país tiene un marco legal para proteger a las víctimas y prevenir el delito, y que el Ministerio de Salud cuenta con un formulario de sospecha de violencia doméstica y otros instrumentos de recolección de datos y de seguimiento, pues los datos permiten a las instituciones fortalecer la coordinación e identificar factores de riesgo.
¿Qué pasa en Norteamérica? Marc-André Millaire, director general de la rama de Asuntos Sociales, Mujeres e Igualdad de Género de Canadá comparte resultados de una encuesta que se conduce en su país cada cinco años. “El 44 % de las mujeres y niñas que han tenido un compañero íntimo, esto es, 6,2 millones de personas mayores de 15 años, reportaron algún tipo de abuso psicológico, físico o sexual en algún momento de la vida”. Están esperando los próximos datos, a principios de 2026, para saber si han progresado en el último lustro, y dónde deben enfocar sus esfuerzos.
“Que nos dé escalofríos entender la dinámica de la violencia”
Compartir estos datos es útil, pero no satisfactorio, las cifras son “frías y frívolas”, a decir de Alejandra Mora Mora, exministra de la Condición de la Mujer de Costa Rica y actual secretaria ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA. “Los países de la región destinan 1 % de los presupuestos a los mecanismos de derechos de las mujeres (que es donde se generan las políticas de género)”.
En 2021, agrega, los estados gastaron entre $ 1 y $ 2 por cada una de las mujeres en la región. “De manera que el gasto destinado a los programas para combatir y reducir los niveles de violencia representó apenas un porcentaje muy pequeño del gasto público de los países informantes”. Así, insiste, es “imposible” atender la dimensión y el impacto que tiene la violencia.
“Si bien los datos son esenciales, lo más importante es humanizar y entender que detrás de cada dato hay una persona que que ya no está o una persona que es víctima de violencia y que tiene sueños, proyectos; es muy importante esto porque a veces las cifras son frías y frívolas. Es muy importante seguir hablando y que nos dé escalofríos entender la dinámica de la violencia, lo que significa para estas personas, para sus hijos, para las comunidades”. Y compartir el mensaje de que las mujeres no están solas, porque la soledad inmoviliza.
La cooperación basada en datos es “la única vía” para erradicar o disminuir la violencia, opina Eugenia D’Angelo, directora ejecutiva de la organización MundoSur. “Desde la sociedad civil celebramos efusivamente esta iniciativa sobre la prevalencia de la violencia en la pareja y fuera de la pareja”.
Pero quedarse solo en la presentación del informe sería fracasar, agrega. “Tenemos que recordar por qué las organizaciones de mujeres tuvimos que construir nuestras propias bases de datos. Un problema fundamental de la región es que la fragmentación de los datos sobre feminicidios tiene consecuencias devastadoras; por un lado, oculta la realidad, cuando el dato es inconsistente o no se publica a tiempo. En segundo lugar, impide el diseño de políticas públicas; no se puede prevenir o responder eficazmente lo que no se puede medir completamente y finalmente; entre otras cosas, perpetúa la impunidad”.
Reducir a las víctimas a estadísticas en vez de reconocer sus historias es “un fracaso ético de los estados”. Mundo Sur, desde su observatorio de la sociedad civil, medios de comunicación e instituciones oficiales, ha creado un mapa de feminicidios, para crear una base regional que revele patrones y cierre las brechas de información que aún existen en la región.
Mónica Meltis, de Data Cívica, México, celebra que estas estimaciones se hayan alineado con el área de la salud, mucho más que con el sistema judicial, pero advierte que hay una gran necesidad de garantizar un control efectivo de armas. “La tasa de asesinatos de mujeres con arma de fuego ha ido en aumento en México”.
El país cuenta con diferentes encuestas de victimización que muestran que sigue habiendo un porcentaje de mujeres que reportan haber vivido violencia sexual, pero no han llegado a denunciar. “Reiteramos la importancia de entender este tipo de violencias desde la perspectiva de salud. Es imperativo contar y aumentar la inversión en la generación de datos de alta calidad; tenemos una importante subestimación de datos”, y esto se nota cuando se cruza con los sondeos.
En los informes suelen estar ausentes las mujeres vulnerables, con discapacidad, migrantes, indígenas, transgénero. “La violencia contra las mujeres lleva un largo periodo sin cambios significativos”, resume Meltis, “más de dos décadas”. (I)