Mantener una buena higiene bucal podría ser más importante de lo que se pensaba. Un estudio publicado en la revista JAMA Oncology sugiere que las bacterias y hongos presentes en la boca pueden triplicar el riesgo de desarrollar cáncer de páncreas.

“Es más claro que nunca que cepillarse y usar hilo dental no solo ayuda a prevenir la enfermedad periodontal, sino que también podría proteger contra el cáncer”, explicó Richard Hayes, especialista en salud poblacional de la Escuela de Medicina de NYU y coautor del trabajo.

El análisis, considerado el más grande de su tipo, evaluó datos de 900 personas en EE. UU. durante cerca de una década. Los investigadores compararon muestras de saliva de 445 pacientes diagnosticados con cáncer de páncreas frente a 445 participantes sanos.

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Durante el estudio identificaron 24 especies de bacterias y hongos asociadas a mayor o menor riesgo, y hallaron que la presencia de candida y de tres bacterias vinculadas a la periodontitis estaba estrechamente ligadas a la enfermedad.

“Al perfilar las poblaciones bacterianas y fúngicas en la boca, los oncólogos podrían identificar a quienes más necesitan pruebas de detección de cáncer pancreático”, señaló la profesora Jiyoung Ahn, otra de las autoras.

Los investigadores, no obstante, advirtieron que el hallazgo muestra una correlación y no una relación causa-efecto, y anunciaron que continuarán explorando cómo los virus orales y el microbioma influyen en el pronóstico.

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El cáncer de páncreas es considerado uno de los más agresivos y mortales, en parte porque suele detectarse en etapas avanzadas, cuando ya se ha propagado a otros órganos.

Es conocido como un “asesino silencioso” debido a que sus síntomas iniciales son vagos y fácilmente confundibles con otros problemas digestivos, lo que retrasa el diagnóstico y reduce significativamente las posibilidades de supervivencia.

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Síntomas del cáncer de páncreas

  • Ictericia: color amarillento en la piel y en la parte blanca de los ojos.
  • Picazón en la piel y orina más oscura de lo normal.
  • Pérdida de apetito y adelgazamiento no intencional.
  • Dolor abdominal o de espalda persistente.
  • Problemas digestivos: estreñimiento, hinchazón o indigestión.
  • Náuseas y vómitos.
  • Fatiga extrema y debilidad general.
  • Cambios en las heces: pueden ser pálidas, grasosas o difíciles de evacuar.

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