No cabe duda alguna de que una de las medidas sanitarias que mayor beneficio ha aportado a la humanidad han sido las vacunas. Previenen enfermedades que antes eran responsables de grandes y letales epidemias contra las que no teníamos remedios efectivos, más allá de sangrías “infalibles” o de poner sapos o sanguijuelas sobre la dolorosa hinchazón en los nódulos linfáticos para, según las creencias tradicionales, “rebalancear los humores”.