El hígado es indispensable para nuestro metabolismo y, si está enfermo, afecta a todo el organismo. Por lo tanto, mantenerlo en buen estado es increíblemente importante.

Para preservar el hígado sano, no solamente hay que prestar atención al consumo de alcohol. Asimismo resulta de relevancia tener una alimentación sana y beneficiar al metabolismo mediante actividad física. Si no se contemplan estos dos factores, el hígado sufrirá.

Y justamente esto es algo que ocurre con demasiada frecuencia. La Fundación Alemana del Hígado advierte: el hígado graso no alcohólico es un “problema de salud en permanente aumento”, tanto en niños como en adultos.

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Los factores de riesgo para que esto ocurra son conocidos y frecuentemente evitables. A saber, una alimentación poco saludable, poca actividad física y sobrepeso.

Bajar de peso disminuye el hígado graso

Además de la actividad física y una dieta saludable, también hay que tener en cuenta el propio consumo de alcohol.

Si se baja de peso, esto alivia al hígado. Según puntualiza el médico Hans-Martin Frühauf, con un diez por ciento de reducción de peso, la cantidad de grasa del hígado puede normalizarse.

Frühauf se desempeña como médico jefe del departamento de Medicina Interna y Geriatría del centro clínico St. Marien de AMEOS de Oberhausen, en Alemania.

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Y este especialista pone un ejemplo: “Un paciente de 100 kilogramos puede reducir prácticamente el 100 por ciento del hígado graso si baja 10 kilos”.

En Alemania viven alrededor de un millón de personas con hígado graso no alcohólico, según datos de la asociación de gastronterólogos que brindan atención en el sistema privado germano.

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La asociación estima que en uno de cada cinco, el hígado desarrolla una fibrosis, o sea modificaciones en los tejidos que a largo plazo pueden generar inflamaciones graves, cicatrizaciones y cáncer de hígado.

Un hígado enfermo afecta otros órganos

Los gastroenterólogos también apuntan que esta afección del hígado graso suele ser una enfermedad concomitante de un trastorno metabólico más amplio.

Una gran parte de los afectados tiene presión alta, obesidad o diabetes del tipo 2. Sin embargo, esto puede ser visto como un fenómeno recíproco: así, un hígado graso también puede favorecer el desarrollo de una diabetes.

Una doctora muestra el hígado del paciente en la etapa 4: normal, fibroso, cirrótico y maligno. Foto: Shutterstock

Frühauf advierte que, por lo general, un hígado enfermo repercute sobre otros órganos vitales. Los pacientes con hígado graso sufren más problemas de corazón y circulación sanguínea. “Las consecuencias pueden ser insuficiencia cardíaca, trastornos circulatorios y un mayor riesgo de infarto”, precisa.

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Por lo tanto, resulta altamente recomendable hacer todo lo que esté al alcance para que el hígado permanezca sano. Naturalmente que, además de la actividad física y una dieta saludable, también hay que tener en cuenta el propio consumo de alcohol.

Ayunos regulares de alcohol

El Centro Federal de Educación para la Salud en Alemania (BZgA) advierte que, quien ingiere regularmente alcohol o lo hace en grandes cantidades, hace padecer así mucho a ese órgano.

La metabolización del alcohol en el organismo es “un verdadero esfuerzo” para el hígado, señala la institución germana. Por eso aconseja no solamente mantenerse siempre dentro del límite cuando se bebe alcohol, sino además prescindir en forma periódica completamente de cerveza, vino u otras bebidas alcohólicas por algunas semanas, de manera de darle al hígado la posibilidad de regenerarse.