¿Aún se me necesita? ¿Puedo aprender todavía? ¿Estoy en condiciones de seguir el ritmo de la competencia más joven? Quien se encuentre atravesando el último tercio de su carrera profesional y aún quiera reorientarse laboralmente, frecuentemente no puede evitar plantearse estas inquietudes.

Al mismo tiempo, no es algo poco habitual que personas mayores de 50 profesionalmente activas piensen en un cambio de ocupación. “La pandemia de coronavirus intensificó lo que de todas maneras sucede en torno a los 50″, apunta Sabine Votteler, asesora para reorientación laboral en Múnich, Alemania. “Que las personas reflexionen sobre cómo transcurrió su vida hasta ahora”.

Votteler considera que este es un proceso de desarrollo absolutamente normal, en el que las personas en la “llamada mitad de su vida” comienzan a mirar más introspectivamente.

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Christiane Karsch, asesora laboral y propietaria de CK Coaching Colonia, explica este fenómeno indicando que muchos mayores de 50, “después de largos años de arduo trabajo”, se volvieron más exigentes.

“Un trabajo debe traer más que solamente dinero. Debería dar realización y sentido a los años que quedan hasta la jubilación”, afirma la especialista.

Al mismo tiempo señala que el mundo del trabajo se volvió más volátil: los currículos se caracterizan cada vez más por los cambios, lo que facilita un cambio por cuenta propia.

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Animarse al primer paso: dirigir la mirada hacia adentro

De todas maneras, se trata de un desafío. “Para un cambio profesional tan grande, tengo que renunciar un poco a mi vieja identidad, al papel que tenía en la vida hasta ahora”, dice Votteler.

Christiane Karsch, en tanto, apunta que quien se proponga dar este cambio de rumbo en el último tercio de su vida laboral, debe dirigir la mirada hacia sí mismo.

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¿Qué necesidades tengo aún? ¿Qué me resulta importante? ¿Qué tengo yo para ofrecer? ¿Qué sueños deseo cumplir? Estas preguntas pueden ayudar para prepararse para el “viaje al nuevo territorio laboral”.

Recién posteriormente se trata de familiarizarse con el mercado laboral y las posibilidades existentes, teniendo en cuenta los conocimientos adquiridos sobre sí mismo. De este modo, es mucho más fácil evaluar “qué trabajo se adapta realmente a uno y cuáles hay que descartar”.

No quedarse rumiando pensamientos

También Sabine Votteler recomienda en primer lugar una mirada introspectiva. E igualmente de importante es ponerse a prueba, indica. “Las cosas deben volverse más concretas que los pensamientos que dan vueltas por la cabeza”.

Por ejemplo, se puede establecer contacto con personas que se encuentran trabajando actualmente en esa posición o tal vez se desempeñan en un puesto que despierta el interés.

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“Ampliar la red y reunirse con personas que puedan contarle a uno cómo pueden marchar las cosas para poder entrar mejor (a un trabajo)”, sugiere Votteler. Solamente de esta forma, añade, puede evaluarse si las ideas que se tienen respecto de un oficio o una ocupación se confirman en la realidad.

La asesora recomienda en lo posible fijarse pasos concretos para el proceso siguiente de la reorientación. Y justamente no se trata de “la semana que viene escribiré algunas postulaciones”. Sino: “la semana que viene le escribiré a cinco empresas”. O: “la semana que viene llamaré por teléfono al señor X de la empresa Y”.

Conocer las propias fortalezas

Para emprender esta reorientación potencial, es importante llevar a cabo un inventario de los propios talentos, fortalezas y experiencias.

Aquí, los aspirantes de más de 50 años suelen tener más para ofrecer de lo que podrían pensar en un primer momento, dice Anna Bordzol, directora de la sede de Hamburgo del proveedor de capacitaciones GFN.

Por ejemplo, detalla, algunas empresas buscan con frecuencia trabajadores especializados en la gestión de proyectos. Pero en muchos casos, estas personas en la búsqueda laboral constatan solo mediante un primer asesoramiento que lo que han estado haciendo durante años es justamente gestión de proyectos, aunque sin denominarlo de esa forma.

Además de la experiencia profesional, a menudo son las habilidades sociales las que distinguen a una persona después de los 50 años. “Por ejemplo, el trato con la gente”, dice Bordzol.

“Quien tiene más de 50, lógicamente ya vivió muchas situaciones en las que se requiere de la habilidad interpersonal, por ejemplo también en la gestión de conflictos”, apunta. Y la gente más joven, acota, frecuentemente aún debe entenderlo.

Al mismo tiempo, los profesionales de mayor edad también pueden ser buenos formadores, que ya transmitieron sus conocimientos a otros durante años. Y quien a esta edad busca un nuevo puesto, por lo general selecciona una empresa en la cual pueda permanecer durante largo tiempo.

Para el empleador, esto significa la posibilidad de planificar mejor. Ya que los empleados más jóvenes no suelen tener miedo de cambiar de trabajo ni de enfrentar mudanzas para avanzar en su carrera.

Compensar potenciales déficits

“Del otro lado de la moneda”, comenta Anna Bordzol, las competencias técnicas suelen representar un factor de estrés para las y los postulantes mayores de 50 años.

Sin embargo, estas pueden ser compensadas y por lo general se necesita solo un poco más de tiempo de aprendizaje para poder manejar los nuevos programas.

Pero a veces son las propias personas las que se convierten en un obstáculo en su camino a la reorientación laboral. “Modificar los patrones de pensamiento y establecer el cambio de paradigma en la cabeza, abrirse a nuevos desafíos, es algo que no es fácil para todos”, apunta Bordzol.

Según Votteler, hay que quitarse las anteojeras para una reorientación profesional: “En lugar de pensar en términos de opciones y probabilidades, hay que hacerse la pregunta: ¿Qué es realmente posible?

Justamente quien trabajó durante muchos años en un mismo puesto con frecuencia se ve extremadamente marcado por las circunstancias y se deja frenar con demasiada facilidad.

“Soy en realidad demasiado viejo, soy en realidad demasiado caro, a mí no me toma nadie: es importante reconocer tales limitaciones en el pensamiento, para poder cuestionarlas y observarlas neutralmente”, agrega la experta.

Y manifiesta asimismo que es importante mostrar disposición a aprender durante toda la vida. “Algunos simplemente se han vuelto más lentos, pero incluso a los 50 años todavía se puede aprender y divertirse con ello”, dice Votteler.

Dejar en claro la propia motivación

Y eso también debería aparecer en la postulación, subraya. Antes, comenta Bordzol, existía un formulario de postulación estándar que luego se adaptaba a los distintos puestos de trabajo. “Hoy, los responsables de personal ya no quieren ver eso”.

Hoy resultan mucho más importantes la individualidad y la creatividad. Muchos currículos más allá de los 50 años no son tan perfectos, por ejemplo porque la gente ya ha cambiado de sector un par de veces o no ha cambiado de empleador en toda su vida.

Entonces, afirma la experta, “habrá que dejarle en claro al empleador por qué a pesar de ello o tal vez incluso justamente a causa de ello uno se adapta de manera óptima para el puesto”. (I)