Hoy, los estudiantes no se apuran demasiado si no tienen pluma o lápiz. Escriben con los dedos y tienen a disposición varias versiones de la información que buscan, cada una en una pestaña del navegador. O al menos ese sería el panorama general si las instituciones educativas no estuvieran creando nuevas formas de relacionarse con la tecnología en el aula, para evitar usos inapropiados y problemas de rendimiento.

En los salones de la Espol, el uso del celular está permitido siempre y cuando haya una actividad académica planificada que requiera la participación de los estudiantes en plataformas digitales, revela Dalton Noboa, decano de grado de esta entidad. “Todo sujeto a la planificación de clase que dispuso el profesor”. Pero durante las evaluaciones, el teléfono o cualquier otro equipo móvil de telecomunicaciones están prohibidos.

La universidad se ha preparado para el cambio. En este primer periodo académico ordinario de la Espol, aproximadamente el 70 % de los estudiantes matriculados desarrollarán alguna actividad académica presencial en el campus: asistencia a clases, prácticas en laboratorios o salidas de campo. Pero hay un porcentaje restante que seguirá su carrera de forma virtual. Para el primer grupo, las aulas en las que se desarrollan metodologías como Peer Project Learning (aprendizaje entre pares) y aprendizaje activo se han equipado con Access Point (dispositivos para establecer una conexión inalámbrica entre equipos). Para el segundo grupo, los salones están preparados para desarrollar clases en modalidad híbrida, con audiencia presencial y virtual simultánea.

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Si un niño tiende a hacer uso inapropiado de celular, lo mejor es que este se quede en casa, en poder de los padres. Foto: Shutterstock

Noboa explica la nueva visión. “En la actualidad, el proceso de enseñanza-aprendizaje se centra en el estudiante, y se requiere de este un rol más protagónico y activo durante las clases; por lo consiguiente, el uso de plataformas educativas, aplicaciones computacionales y demás recursos tecnológicos se hacen necesarios. Conectarse a una pizarra digital, participar de un foro en línea, rendir un test rápido de control, participar de una encuesta, ver un video, trabajar colaborativamente en una sesión grupal en línea, entre otras actividades, son acciones que se pueden realizar desde un dispositivo celular”.

El celular en el colegio: cómo poner límites

“Un estudiante que no tenga un celular es un milagro”, dice Claudia Pérez Cañote, coordinadora académica de educación básica superior y docente de Ciencias Naturales del Liceo Panamericano. “Estamos frente a una generación digital. Debemos trabajar con base en esa realidad”, dice, recordando que en 2020 trabajaron de modo virtual, para pasar a la modalidad híbrida en 2021.

“El dispositivo electrónico fue una herramienta indispensable en el aula de clases, sea celular o tablet. Cuando parte de los estudiantes se acogieron al retorno voluntario, se hizo casi imposible trabajar sin la computadora, porque estaban acostumbrados”. En solo dos años pasaron del choque de apurarse por conseguir una laptop para estudiar desde la casa a tomarlo como un equipo indispensable. De acudir a la biblioteca tradicional para hacer investigación mudaron a creer que sin el celular no pueden trabajar.

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“Es esa pequeña brecha la que nos causa un poco de conflicto, pero es cuestión de trabajarlo, tomando en cuenta primero las disposiciones ministeriales y luego el código de convivencia que cada institución tiene. Nosotros (en secundaria) consideramos que el uso del celular no es indispensable; sin embargo, si el docente planifica su clase y en la sección de recursos ve que es necesario el dispositivo, lo puede utilizar, sin que sea obligatorio”.

Para los trabajos en grupo, un celular por equipo es suficiente, y si no lo hay, siempre está la biblioteca. “En la actualidad trabajamos con el estudiante como la razón de ser de nuestras clases. Tiene que descubrir, indagar conceptos y definiciones antes de iniciar la clase. Yo hago una pregunta detonadora y con base en ella formamos pequeños grupos que puedan buscar respuestas”.

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Frente a los celulares, Pérez ve a los maestros como guías. “En internet cualquier persona puede subir cualquier tipo de información, pero el profesor tiene que dar forma a la información que los estudiantes han encontrado, enseñar a discriminar, a obtener información de varias fuentes, cuál está errada, cuál ha profundizado más. Para eso es el momento de la clase en el que compartimos el resultado de sus investigaciones”. Todo uso inadecuado del celular motiva una observación, en primera instancia, y si se repite, una cita personal con el representante.

En la educación primaria, el celular puede interferir con el desarrollo de las habilidades de motricidad fina. Foto: Shutterstock

La edad sí es un factor importante, dice la educadora. “Hay niños de 6-7 años que tienen un reloj inteligente o un celular, en una etapa en que están desarrollando habilidades de motricidad fina, y por lo general, el dispositivo electrónico las atrofia; no podemos lograr el proceso de lectoescritura con un celular”. En estas edades, el móvil no es ni siquiera opcional, pero suele ocurrir que de todas maneras los niños de primaria tienen uno, por la necesidad de los padres de comunicarse constantemente con ellos. “No es correcto. Es una cuestión en la que tenemos que educar a toda la comunidad educativa, padre, estudiante y docente”.

El celular como objeto de adicciones, ¿quién es vulnerable?

“La tecnología fue creada para que sirviera a la persona, su uso en el aula nos abre muchas ventanas y puertas; nos permite la simulación de casos que pueden ser interesantes para el aprendizaje, cuando se enseña al niño a utilizar la tecnología para su propio bien, para que no terminemos en la situación en la que esta controla nuestro comportamiento”, expresa la doctora Teresa Sánchez, psicóloga y experta en intervención en adicciones tecnológicas y drogodependencias de la Universidad Internacional de la Rioja.

¿Cómo lograr que los estudiantes lleguen a ese autocontrol? Lo más importante son las medidas de prevención, dice Sánchez, desde el ámbito educativo y la familia; enseñar a limitar el tiempo de uso de la tecnología y el tipo de actividades que se realizan con ella, “sin perder el contacto con la realidad, conectarnos con los demás, salir a la calle, ver a la familia”.

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No hay referencias claras en cuanto a qué edad se puede comenzar a usar los dispositivos electrónicos de manera adecuada. Pero Sánchez opina que en las edades en que niños y niñas están en la primaria no deberían tener un teléfono propio, porque no conocen las consecuencias negativas de usarlo mal.

Recién en la adolescencia, cuando los chicos reclaman privacidad, se puede comenzar a negociar con un tiempo limitado para el uso de una tablet o un teléfono, “pero que pueda haber supervisión, que no es lo mismo que control. Es mostrarles a ellos las cosas positivas que hay, pero también informarles de lo negativo”. Aquí tampoco hay edades específicas como referentes. “Habrá niños y niñas menos maduros que necesiten de un mayor tiempo y de una mayor supervisión”.

Las regulaciones internas en los centros educativos son válidas, pero deben ir acompañadas de una justificación. “Hay que hacer entender tanto a los adolescentes como a los niños el porqué de las regulaciones, que así como hay efectos o consecuencias positivas, también las hay negativas y cuáles son, como cuando hablamos de los primeros programas de intervención y prevención en consumo de sustancias adictivas, en la tecnología pasa igual”.

Entre el buen y el mal uso de la tecnología hay una línea que no todas las personas cruzan. La doctora Sánchez indica que se pueden observar varias características de la personalidad vulnerable a desarrollar una adicción. Si bien los dispositivos no crean modificaciones del sistema nervioso central, el mal uso sí genera ciertos comportamientos problemáticos con efectos a largo plazo, como el bajo rendimiento académico y la exposición a ciberdelitos sexuales como el grooming.

¿Qué observar en los jóvenes? La tendencia a un carácter compulsivo o introvertido, problemas de baja autoestima y una alta deseabilidad social: la persona, para darse valor a sí misma, depende de lo que los demás piensen de ella, de su aprobación y aceptación. “Todas estas cuestiones unidas aumentan el riesgo de aparición de un mal uso o adicción a la tecnología”.

La doctora Sánchez sugiere:

  • En el aula utilizar el teléfono únicamente para una actividad concreta, guiada por el docente.
  • En la casa, el teléfono debe quedarse fuera de la habitación donde se estudia. “El estudiante, al llegar a casa, debe dejar el equipo en custodia de los padres; y en la adolescencia establecer acuerdos de uso por tiempo limitado”. (I)