A medida que su hijo pasa la barrera de los 12 años y se convierte en un adolescente, es posible que usted se pregunte si debe tratarlo diferente, darle otros privilegios, retirarle ciertos mimos, hablarle como a una persona mayor o protegerlo más para que siga siendo su pequeño. Es complicado.
La Convención de los Derechos del Niño incluye a las personas hasta los 18 años de edad, así que hagamos un repaso. Los adolescentes y jóvenes que aún no han alcanzado la mayoría de edad tienen derecho, al igual que los más pequeños a lo siguiente:
- Dar sus opiniones y que otros escuchen y los tomen en serio. Por tanto, procure crear en su familia más oportunidades para que sus hijos se expresen y usted pueda comentar y valorar esos pensamientos.
- Descansar y tener tiempo libre. Sí, su hijo parece que está más grande y capacitado para tener más responsabilidades, pero estas no pueden copar todo su tiempo; debe dormir de 8 a 10 horas y la recreación es una necesidad de todos los seres humanos, a cualquier edad.
- Tener educación de acuerdo con su edad y madurez, puede ser secundaria, entrenamiento en algún arte o deporte o en algún oficial por el que haya expresado abiertamente su interés (entrenamiento vocacional). No tiene que ir a trabajar, pero hay breves pasantías, talleres, campamentos y servicios de voluntariado que pueden ayudarlo en su meta.
- Buscar información y compartirla con otros hablando, dibujando, escribiendo o por cualquier otra vía, a menos que cause daño a otras personas (como ocurría en la serie televisiva Gossip Girl). Para eso, usted debe comprobar que esos datos sean verdaderos y legítimos, y ayudarlos a investigar y divulgar.
Muchos adultos creen que los adolescentes esperan y exigen demasiado de sus padres. Pero la Convención dice que ellos tienen derecho a esperar que los adultos tomen las mejores decisiones para ellos, que cuiden sus intereses y piensen cómo saldrán afectados por los actos de los padres. También merecen vivir en un hogar sin violencia ni amenazas, especialmente de parte de su familia.
Publicidad
Y si necesitan educación y cuidados especiales, por alguna discapacidad, deben recibirla, así como ayuda del Gobierno en caso de pobreza, emergencia, migración. Si vamos a lo básico, sus hijos merecen comida nutritiva, ropa, un lugar seguro para vivir, agua limpia para beber y otros servicios básicos.
Pero la Convención no se detiene allí. Explica, entre otras cosas, que los adolescentes y jóvenes tienen derecho a sus propias ideas de si quieren permanecer solteros o casarse, y con quién, y cuándo. A esperar un matrimonio con alguien que los tratará como a un igual. A disfrutar los mismos derechos que su futuro esposo o pareja.
También pueden, a esa edad, empezar el proceso de decidir si quieren tener hijos o no, cuántos y cuándo será. Tienen derecho a conseguir la información, educación y apoyo para que esas decisiones sean posibles. Y los padres pueden ayudarlos a que elijan de acuerdo con la mejor información disponible.
Publicidad
Hablando de responsabilidades juveniles
Una vez hecho ese recuento, puede que usted empiece a entender cuán serio es el tema de los derechos de los menores de edad que viven en su casa. Es más, sus hijos pueden estar al tanto de sus derechos, y si no es así, a usted le conviene que los conozcan. Porque con ellos viene el tema de las responsabilidades y el esfuerzo por las recompensas, cosas que los adolescentes también necesitan aprender.
La doctora Marlo Archer, quien brinda servicios psicológicos para niños, adolescentes y familias, admite que los chicos querrían un continuo desfile de derechos. A dormir cuando les plazca, a comer lo que les apetezca, a usar el auto familiar, a recibir dinero para sus gustos musicales o deportivos, para tener citas y para decidir sin consultar.
Publicidad
En cambio, los padres quieren que esos hijos tengan muchas responsabilidades. Que sepan que no pueden beber ni conducir sin licencia, que vayan ahorrando para sus gastos universitarios, que esperen para tener sexo y que limpien su cuarto.
La batalla entre esas dos aspiraciones puede hacer parecer que la misión de los padres es negar los derechos al adolescente, y la de este sea evadir todas las responsabilidades a menos que le den algo a cambio.
Cuando hay esta pelea, los sermones de que hay que ser responsable y tomar decisiones maduras son vistos como armas enemigas. Pero la doctora Archer dice que ser responsable es difícil de definir, hasta para los padres. Los chicos no saben lo que significa, lo ven como una lista interminable de reglas.
El resto es enseñarles lo que la responsabilidad es, y la mejor manera, agrega, es dando responsabilidad y dejar que la administren, aunque se equivoquen.
Publicidad
“Cuando a los hijos se les da responsabilidades por primera vez, no podemos esperar que las manejen bien”, advierte Archer. “Es como si estuvieran aprendiendo a caminar, se van a caer bastante”. Si no lo avergonzó ni lo castigó cuando era pequeñito, sino que lo aplaudió y lo animó a pararse después de un resbalón, retome esa actitud con los primeros pasos de sus hijos hacia la vida adulta. Mírelos con orgullo, celebre cuando algo les salga bien. Deles una demostración, enséñeles cómo se hace.
La idea es que su adolescente gane confianza y experiencia y pronto esté equilibrando varias responsabilidades, tal como usted hace en su vida diaria. No se llega hasta allí mágicamente al cumplir los 18. La madurez y la capacidad de tomar buenas decisiones son parte de un área del cerebro que termina de desarrollarse alrededor de los 25 años, y usted y sus hijos no pueden esperar hasta entonces para entregarles las llaves del auto o de la casa. Tiene que darles un periodo de aprendizaje y monitoreo. Si su hijo pierde dinero, le roban o choca, no le retire para siempre los privilegios de su crecimiento. “La práctica hace la perfección”, dice Archer.
Después de todo, si su hijo nunca llenó el tanque de gasolina, no sabe cuánto le durará hasta que aprenda a calcular y a no hacer viajes innecesarios. Nunca será tan cuidadoso al conducir hasta que no sepa cuánto cuesta reparar un raspón o hendidura en el auto.
“Un corazón roto es la única forma de saber cuán delicado es enamorarse o enamorar a otros”, sigue ilustrando la psicóloga. Y si su hijo está perdiendo el año, lo peor que puede hacer es buscar la manera ilícita de ayudarlo. Archer dice que sería preferible dejar que lo repita. Si empieza a trabajar y se gasta todo el sueldo en una cosa, observar a prudente distancia cómo pasa sin dinero el resto de la quincena es una gran enseñanza sobre el presupuesto.
“Cada una de esas situaciones resulta en aprender más y más sobre cómo funciona el mundo, y hace falta una persona que entienda cómo funcionan las cosas para ser verdaderamente responsable”.
A menos que le dé a su hijo permiso para equivocarse y experimentar con diferentes posibilidades para el futuro, no aprenderá qué funciona y qué no, y no podrá volverse responsable. Ahora que sabe que esto no será producto de un regaño, un buen susto o un castigo ejemplar, quédese cerca, dele una mano, anímelo a empezar de nuevo. “Hasta que su hijo tenga oportunidad de controlar su propio destino, siempre será dependiente de usted, y la gente dependiente no es responsable”, finaliza Archer. (F)