El mayor miedo de la mayoría de los padres es que les pase algo a sus hijos. Y el mayor desafío es soltarlos un poco más cada año, a pesar de los miedos. Dejarlos recorrer cada vez más caminos solos y soportar que ya no los tenemos siempre en la mira. No es fácil acallar los pensamientos. Uno sabe todo lo que puede pasar, lo lee y lo escucha a diario en las noticias y se preocupa por que alguien pueda hacerle algo a la criatura, aprovecharse de su curiosidad e ingenuidad para que caiga en la trampa. Y, al mismo tiempo, uno no quiere quitarle justamente eso, la confianza básica y fundamental, ni despertarle miedos innecesarios. ¿Cuál es la mejor manera entonces de preparar a los hijos para sus primeras aventuras independientes, el camino a la escuela, a la casa de amigos, a la plaza, al club?

“Tenemos que hacer a los niños seguros de sí mismos”, subraya Steffen Claus, que trabaja desde hace más de 20 años en el ámbito de prevención en la Policía alemana. A pesar de que este comisario jefe ya está retirado, sigue yendo a guarderías y escuelas primarias para practicar con los niños cómo comportarse en situaciones peligrosas. La mayoría de los agresores provienen del entorno. El “hombre malo, extraño”, del que desde hace generaciones se advierte a los niños, “es en muy pocos casos el agresor”, dice Claus.

“El verdadero malvado es una persona cariñosa, amable, que no aplica violencia y que juega con la curiosidad infantil”, precisa. Las cifras de las estadísticas policiales dan cuenta de ello. De acuerdo con ellas, casi dos tercios de los niños afectados tienen una relación social con el agresor o la agresora: son familiares, amigos, el entrenador, el coordinador del grupo. “Agresores extraños que, por ejemplo, les hablan a los niños en la calle” son muy poco frecuentes. Por eso, Claus considera que no tiene mucho sentido enseñarles a los niños a no hablar o ir con extraños. “Porque eso implica que se pueden llegar a ir con alguien a quien conocen”.

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En sus cursos, transmite a los niños los siguientes principios: “No me voy con nadie, no me subo al auto de nadie, no voy a la casa de nadie. Mis padres deben saber dónde estoy”. Los niños además no están obligados a dar información a adultos desconocidos, ni sobre el camino hasta el subte, ni mucho menos sobre cómo se llaman y dónde viven, añade.

Los niños deben poder decir que no

Hay una palabra corta que es importante para que esto funcione en la práctica. “Los niños deben poder decir que no”, subraya Claus. Y no solo ante personas desconocidas, “sino también cuando la tía Frida los quiere comer a besos”.

También Doris Krusche considera decisivo transmitir a los niños que su no es pertinente y aceptado. Es una de las dos directoras de una asociación en Alemania que desde 2002 ofrece cursos de autoafirmación para niños en edad preescolar y asesoramiento para padres y docentes. ”Los padres deberían enseñar a sus hijos desde pequeños: tienes derecho a participar en la conversación, te tomamos en serio, puedes hacer manifestaciones críticas frente a otros adultos y ser cuidadoso y seguro de ti mismo”, dice la educadora.

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ARCHIVO - El gran temor de los padres es que a sus hijos les ocurra algo cuando están movilizándose solos. Foto: Silvia Marks/dpa Foto: Silvia Marks

Krusche considera cruciales otros tres principios en el trabajo de prevención, además del no: “Mi cuerpo me pertenece, no tengo culpa, tengo derecho a pedir ayuda”. Para ella, es más importante transmitirles eso a los niños y menos cómo deben comportarse en situaciones concretas. “Porque cuando el niño luego tiene una experiencia distinta, no tiene las herramientas para manejarla”, explica.

Los cursos buenos fortalecen sobre todo la confianza en sí mismos

Según los responsables de prevención criminal de la Policía germana, los buenos cursos de autoafirmación para niños se reconocen en que ponen el foco menos en técnicas concretas de defensa y más en fortalecer la confianza en ellos mismos. Las ofertas serias de cursos se reconocen por el hecho de que trabajan con profesionales e involucran a los padres. Porque hacer fuertes a los niños no es algo que pueda conseguir un solo curso. Sigue siendo tarea de los padres.

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El comisario Claus trabaja sobre todo con los cuentos de los hermanos Grimm. “Los héroes de los cuentos deben resolver conflictos permanentemente. Y siempre salen bien parados”, señala. En la historia de Caperucita Roja, por ejemplo, se puede mostrar de una manera apropiada para los pequeños qué comportamiento es más astuto y cuál no.

No es astuto, por ejemplo, salirse del camino acordado y dejarse interrogar por el lobo sobre cosas que no le incumben a desconocidos. ¿Y qué es astuto? “Salir corriendo protege siempre”, dice Claus. “Por eso, intento transmitirles a los niños que salir corriendo no es de cobardes, sino de inteligentes”. Y que es importante hablar con los padres de experiencias que les parecen extrañas, raras. Y es que la prevención también es siempre un tema de confianza entre padres e hijos. “Si los niños sienten que los padres confían en ellos y en sus capacidades, si son alentados a hacer las cosas por sí mismos, entonces experimentan que son tomados en serio y escuchados”, dice Krusche. Y saben que en situaciones difíciles pueden recurrir a sus padres. (F)