Sería muy difícil encontrar en el mundo a un padre o madre que no quiera lo mismo para sus hijos: que se conviertan en buenas personas, en ciudadanos de bien, en individuos útiles para la sociedad. Sin duda es el gran objetivo de los padres y su tarea más importante.

La realidad es que no hay una receta perfecta para lograrlo, pero sí una serie de pasos básicos que posibilitan esa encomienda poderosa. Ese es el contenido medular de la charla Ideas prácticas para criar buenas personas que dictó la psiquiatra María Gabriela Ottati en el congreso MÁ, dedicado a la crianza y la maternidad, desarrollado el 3 de octubre.

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“Los humanos somos infinitos en posibilidades y entonces cada caso es diferente, pero hay cosas que sí son básicas y que tenemos que tener presente. Lo primero es que cuando uno cría tiene que tener objetivos claros. Muchísimas veces nosotros llegamos al trabajo más importante de la vida de un padre, que es el criar. No hay ninguna tarea más importante que esta y a veces los objetivos no los tenemos claros. A veces confundimos y pensamos que nuestro objetivo principal como padre es cuidar, pero cuidar sin criar no es suficiente”, razona la especialista.

Desarrollar habilidades para toda la vida es parte de la crianza

Las habilidades que debe dominar todo ser humano son las que se han catalogado como habilidades duras y blandas, así como el deseo de aprender y la capacidad analítica, las cuales a decir de la psiquiatra se adquieren en casa. Foto: Shutterstock

Es obvio que los padres deben y quieren cuidar a sus hijos, es decir, darles de comer, un techo para dormir y cubrir sus otras necesidades. Pero también deben preocuparse por desarrollar en esa persona que ha procreado habilidades para la vida, para vivir en comunidad, para participar en el mundo dejando su aporte. Y eso para Ottati es el meollo de la crianza.

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Las habilidades que debe dominar todo ser humano son las que se han catalogado como habilidades duras (experiencias educativas) y blandas (inteligencia emocional, comunicación, destrezas sociales), así como el deseo de aprender y la capacidad analítica, las cuales a decir de la psiquiatra se adquieren en casa. Y estas habilidades, a su vez, están ligadas con los valores que los padres desean transmitir.

“Nosotros como padres ponemos todas las bases y, a pesar de eso, los hijos tienen capacidad de la libertad. Es un elemento que no podemos controlar todo el tiempo. Por eso nosotros también tenemos que enseñar a los hijos a manejar su libertad. Es que no se cría necesariamente para la obediencia, sino para la cooperación, para poder vivir cuando yo ya no estoy en el mundo.

Los hijos aprenden a vivir, en ausencia de sus padres, cuando han experimentado un adecuado manejo de su autoridad. Esto significa entender lo correcto de lo incorrecto y que hay consecuencias tras sus actos. Eso los prepara para la vida. Foto: Shutterstock

A su vez, añade Ottati los hijos, aprenden a vivir, en ausencia de sus padres, cuando han experimentado un adecuado manejo de su autoridad. Esto significa entender lo correcto de lo incorrecto y que hay consecuencias tras sus actos. Eso los prepara para la vida. Por eso este es un proceso que toma años, todo el tiempo desde la niñez hasta la edad adulta temprana, y siempre, siempre, de la mano de sus progenitores.

“Esto empieza desde detalles sencillos, como aprender a saludar, que no estoy diciendo darle abrazo y beso a todo el mundo, estoy diciendo que él pueda ‘buenos días, buenas tardes y buenas noches’. Entonces tú estás pasando por la calle y vas con el niño de la mano; de manera espontánea, el niño no va a ir saludando. Tú tienes que modelar ese comportamiento que te interesa que él haga, y luego recordárselo y practicarlo. Eso es un trabajo de constancia 24/7″.

Y no es un proceso perfecto, tampoco, porque, como escribimos al inicio, no hay una receta única ni a prueba de fallos. Pero los errores siempre son oportunidades para aprender y mejorar. “En la vida hay dos garantías, primero es nacer y morir, Y la segunda, en ese camino te vas a equivocar un montón, no solo es saber si te has equivocado sino saber es en qué te has equivocado para poder corregir. Incluso debería de ser una pregunta que no solo nos hacemos de manera personal sino también a los niños, en familia, todos los días: ¿en que nos equivocamos hoy para tratar de encontrar una solución y que mañana sea mejor? Y estamos desarrollando, por ejemplo, la habilidad de la resiliencia”.

¿Qué hace a una persona una buena persona?

”Una buena persona es un adulto que ha alcanzado la madurez suficiente para poder interactuar en su comunidad, aportando en ella de manera positiva y constante”, responde María Gabriela Ottati. “Y ese estar para el otro es lo que te permite a ti mismo crecer cuando sirves. Cuando yo sirvo y soy capaz, eso me va engrandeciendo como persona”.

Entonces, la pregunta del millón es ¿cómo se crían buenas personas? Además de abordarlo en su charla, la psiquiatra Ottati resume una parte de su intervención en este artículo: “Creo que se crían buenas personas con ejemplo, con constancia, con apoyo, uno no puede solo. Con una gran dosis de humildad y con buen humor. La constancia implica paciencia en una gran cantidad y necesitas la humildad para reconocer que hay a veces que comenzar y recomenzar”.

Otra forma de entenderlo es ver la crianza como un GPS. “Cuando tú te has puesto el objetivo de dónde tu hijo tiene que estar, sigues el mapa y ves por donde debe ir, y a veces te toca recalcular la ruta. Para criar se necesita ayuda, de una comunidad, de familia y amigos, de los maestros. Uno tiene que saber quiénes son parte de esa comunidad, como el adagio africano dice ‘para criar a un niño se necesita un pueblo’”.

“El trabajo de los padres nunca se termina”

La crianza en un momento dado sí culmina, pero el compromiso de acompañar a un hijo es eterno. Foto: Shutterstock

Dicen que el trabajo de los padres nunca se termina, ¿eso también tiene que ver con la crianza de buenas personas? Sí, contesta Ottati. El hecho es que la crianza en un momento dado sí culmina, pero el compromiso de acompañar a un hijo es eterno.

“Efectivamente, el proceso de criar termina, el de acompañar, nunca. Tengo hijos, ya todos están criados... Ya no los podemos criar, son adultos, están casados, tienen sus hijos, pero sí tengo que estar allí para acompañarlos cuando haga falta y, en ese sentido, el trabajo nunca se terminó”.

Tradicionalmente se ha creído que los padres terminan de criar a sus hijos una vez que se convierten en mayores de edad, pero esa tarea se extiende pasados los 20 años, “cuando ese cerebro ha alcanzado su madurez y eso ocurre en la primera juventud, alrededor de los 22 y 23 años. Creo que uno puede decir ‘ok, hasta aquí crié y acompañé, ahora solo acompaño’”, explica la experta.

“En los últimos años, la madurez ha ido retrasándose. Hay un tema cerebral, hasta los 22 años el cerebro no ha terminado de formarse, la corteza prefrontal sigue desarrollándose todavía. Son descubrimientos que antes no se sabían. Diría que terminas de criar cuando el cerebro se consolidó. Después solo acompañas y esa tarea se termina el día en que te mueres”. (F)