Stuart A. Weitzman no siempre tuvo la intención de ingresar a la industria de la moda. Después de graduarse de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania y acumular experiencia empresarial en Wall Street, el diseñador americano tenía un trabajo en Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo.
Pero ese no fue el rumbo destinado para su vida. El empresario se terminó convirtiendo en un artesano por el vínculo que tenía con su infancia al nacer en el seno de una familia de zapateros. Su padre hacía calzado para una fábrica lo cual le despertó una curiosidad desde pequeño por aprender técnicas de producción.
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Los primeros diseños de Weitzman fueron encargados para la marca de zapatos del padre de un amigo. Dibujó la silueta de una bomba y la desarmó, esa fue su inspiración y primer boceto, tan detallado que el padre de su amigo pensó que lo había copiado de una revista y lo partió en pedazos.
Eso no lo detuvo porque ese mismo verano, Weitzman vio uno de los zapatos que diseñó en el escaparate de la tienda I. Miller de Nueva York, la zapatería más importante de la época. No solo se presumió el zapato en la sala de exhibición, sino que el diseño se agotó. Él todavía seguía con su trabajo de acciones.
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“Llamé a Goldman Sachs y le dije que me gustaría tomarme un año sabático”, dijo, pero nunca volvió a la banca de inversión. “Así es como entré en el negocio del calzado; de lo contrario, me aburriría hasta la muerte tratando de averiguar las opciones [sobre acciones]” le contó a un grupo de universitarios en una charla hace algunos años.
Para Weitzman, asumir riesgos como este ha sido fundamental para el espíritu empresarial que ha mantenido a lo largo de su carrera, la cual alcanzó más de 50 años en la industria de la moda. La marca de calzado de lujo internacionalmente es tan conocida que lleva su nombre.
La imaginación, según Weitzman, es otra base de su modelo de negocio. Cuando su nueva empresa competía con marcas de lujo establecidas como Yves Saint Laurent y Prada por la atención en las revistas de moda, fue la creatividad lo que le otorgó a su marca un factor fuera de lo común.
Él quería superar la frustración de que los zapatos fueran vistos como cualquier accesorio en los eventos de alfombra roja. Así fue que logró su primer protagonismo en una gala de este tipo con Aretha Franklin, quien lo reconoció a Weitzman como su diseñador de zapatos mientras aceptaba el Premio al Álbum de Soul Favorito en los American Music Awards de 1983.
Luego en los Premios de la Academia de 2002, Weitzman embelleció a la actriz Laura Elena Harring, elaborando para ella unas sandalias de plataforma con 464 diamantes incrustados en el molde. Su look apareció en más de 150 secciones de moda de primera plana en los días siguientes: “Nos hicimos globales gracias a ese zapato”, dijo el diseñador en ese entonces.
En mayo de 2017, Tapestry, casa de marcas, pasó a cargo de la dirección creativa de la empresa y Weitzman se retiró del cargo finalmente a sus casi 80 años. Pero la marca mantiene la esencia de su fundador pues en la actualidad acapara clientas que van más allá del mundo del entretenimiento.
En el 2020 creó unas botas de cuero negro para que Jill Biden las usara en la campaña electoral de que decía “Vota”. Se reveló que Vendió la empresa porque no había relevo generacional, es decir su familia no quiso continuar con el negocio.
Entre su lista de clientas fieles se hallan, Kendall Jenner, Gisele Bundchen, Kate Moss y Taylor Swift. “No sé que pasa, pero en una alfombra roja, si hay 17 mujeres, 15 eligen mis zapatos”, dijo alguna vez el diseñador. A ellas y más artistas las ha vestido de lujo pero al mismo tiempo con la mejor calidad posible: “La comodidad es moda ; no sufrir es moda”, era uno de sus lemas.
Con varias tiendas y puntos de venta en numerosos países, Stuart Weitzman viste a mujeres empoderadas. “Antes la mujer era esclava de la moda. Los hombres dictaban la moda. Pero ahora ya no; ahora la mujer es independiente y decide”, declaró. (E)