Salgo con un hombre separado. Al principio íbamos bien, conociéndonos y llevando una relación de pareja. Supe que él tenía deudas económicas, hasta con chulqueros. Siempre ha tomado malas decisiones. Ahora que llevamos una relación de 3 años me exige que lo ayude.
Yo gano poco en mi trabajo, ayudo mi familia y no estoy afiliada. Me dice que no lo amo. Le he dado apoyo moral, pero no es mi culpa mía que desde hace 10 años tenga estos problemas.
Su pareja anterior trabaja los fines de semana para sacar adelante a sus hijos. A él todo su dinero se iba en pagar deudas en los bancos y cooperativas. Mucha gente lo busca en el trabajo para que pague. No puede hacer préstamos. Pronto se jubilará, pero la gente ya no quiere esperar. Mis amistades me dice que lo deje, porque cuando he estado enferma él nunca ha estado para mí.
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Desesperada
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Querida lectora: tu relato refleja una situación en la que el vínculo afectivo se ha visto afectado por un desequilibrio constante entre el apoyo emocional y las demandas económicas.
Es comprensible que sientas cansancio y frustración: llevas tiempo acompañando a una persona que, en lugar de asumir la responsabilidad de sus decisiones financieras, parece buscar en ti una solución a sus problemas.
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En las relaciones de pareja, el compromiso no debe confundirse con el rescate. Cada persona es responsable de su historia y de las consecuencias de sus actos.
Cuando alguien traslada sus deudas, sus errores o su malestar a la pareja, está generando una dinámica de dependencia emocional y, en muchos casos, de manipulación afectiva.
El hecho de que él te reproche falta de amor por no ayudarle económicamente es un signo de alerta. El amor auténtico no exige sacrificios que pongan en riesgo tu estabilidad ni tu bienestar. Has ofrecido apoyo moral, comprensión y presencia, pero eso no implica que debas comprometer tus propios recursos ni cargar con problemas que no te pertenecen.
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También mencionas que, cuando tú has estado enferma, él no ha estado a tu lado. Este detalle confirma que la relación no es equilibrada. El cuidado y la reciprocidad son pilares esenciales de un vínculo sano. Si no los hay, es legítimo cuestionarte si seguir en esa relación te aporta más desgaste que bienestar.
Tomar distancia o poner límites no significa falta de amor, sino “autocuidado”. Te mereces una relación en la que el afecto se exprese a través del respeto, la responsabilidad y la empatía mutua, no a través de la culpa o la exigencia.
Recuerda: el amor saludable comienza cuando uno aprende a cuidar también de sí mismo.