Los padres de Óscar Rojas debían cargar baldes de agua desde la plaza central del cantón Celica, en Loja, hasta su casa. Los envases se llenaban en la única toma dispuesta para abastecer a la población del líquido vital. Ese es el recuerdo de la brutal sequía que golpeó a la provincia en 1968 y que se extendió hasta principios de la década del 70.