Por su ascendencia armenia, David Harutyunyan está programado genéticamente para salir a pelear por su familia y garantizar su bienestar. Y, a mediados del 2022, ese espíritu valiente se puso a prueba cuando enfrentó una de sus batallas personales más duras: su esposa desde hace doce años, la cantante Pamela Cortés, sufrió un nuevo cuadro de trombosis que provocó que ella perdiera la fe sobre si saldría victoriosa de una riesgosa cirugía.

David, en pie de guerra, estaba convencido de que así sería.

“Pamela pensaba que ya no iba a poder caminar o cantar”, relató el director de la Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil en una entrevista reciente para este Diario. “Y entonces yo la agarré y le dije: ‘En dos semanas, vas a cantar. Con dolores o sin dolores, te vas a subir al escenario’”, recordó en referencia a la presentación de Pamela dentro del Festival Heat 2022, que la intérprete de Dicen efectivamente cumplió con éxito el 20 de octubre de ese año.

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She’s got it, yeah baby, she’s got it. El himno dance pop ochentero de Bananarama es el retrato perfecto de cómo luce Pamela frente a los ojos de su esposo y padre de Max, su hijo de 10 años. “Es nuestra canción”, detalla enamorado el músico, que ya cumplió más de dos décadas en territorio ecuatoriano.

¿En algún momento cruzó por la mente que ella fallecería?

Esos eran sus problemas (sus miedos); puedes pensar cualquier cosa. Pamela cantó en vivo con bastón y, un poco, con coraje.

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¿Cómo conoció a Pamela?

Fue algo muy natural. Sobre el escenario, en un evento del 2003 en el Malecón y para el ensayo, aparecieron mi esposa y mi suegra, quien la estaba acompañando, y ellas no podían ni pensar que íbamos a terminar con Max en nuestras vidas. El destino es inevitable.

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¿Pero ya se había fijado en ella durante sus conciertos?

Si canta espectacular, ¿cómo podría no fijarme? Comencé a seguirla profesionalmente, y aparecía mucho en la televisión con la canción Yo nací en mi país; y, aunque normalmente cuando algo se repite mucho yo cambio de canal, en esas ocasiones sí me quedaba escuchando. Pero nos encontramos nuevamente en el escenario con un evento de personas importantes del Estado, y cuando me preguntaron qué artista quería que me acompañara, di su nombre, porque quería tener una artista que me agradara sobre el escenario. Así que trajeron desde México a Pamelita Cortés y la trajeron a Guayaquil y allí empezó todo. Nuestros acercamientos fueron formales, pero hubo atracción inmediata. Cierto día nos quedamos conversando, nos casamos y tenemos un hijo, como en un cuento de hadas.

Foto: Francisco Verni Peralta

¿Cómo son sus celebraciones en pareja?

Estamos celebrando los 365 días del año. Cada día estamos celebrando algo. Siempre habrá un pretexto, siempre estamos saliendo, siempre los tres.

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¿Cómo era la vida de David en Armenia?

La vida de David era igual que aquí, pero allá: ensayos, ensayos, conciertos, conciertos, filmaciones... Allá también había un programa de radio que yo llevaba con un compañero mío, con un programa de televisión.

¿Qué costumbres de Armenia se siguen en su hogar?

Es una mezcla que tenemos en la casa. Por ejemplo, la construcción de la familia: en Armenia, el padre es la cabeza y el responsable de la familia, pero allá reina el matriarcado. Armenia siempre está en la guerra, con unos, con otros. ¿Y el hombre qué hace? Agarra las armas y va a morir por su familia. ¿Y quién se queda en la casa? La mujer. ¿Quién está criando a los hombres en la casa? La mujer. Y así sabemos que, en la casa, la madre es la santa en el altar. Pero toda la responsabilidad para que eso sea así es del hombre.

¿Y Max lo sabe?

En el siglo XXI, el mundo contemporáneo, todo es diferente. Pero genéticamente eso es imborrable, y él lo heredó. Su madre es su máxima figura.

¿Cómo ha sido hacer música clásica por dos décadas aquí en Ecuador?

La audiencia siempre cambia, para mí, para bien. Yo tengo mucha más audiencia. Vivo feliz, porque en los últimos años hemos tenido alta concurrencia.

¿Pero ha sido un reto motivarlos a asistir?

El arte es algo que tú brindas. Como un lugar de comida: si das un plato malo, nadie va a comer. Es lo mismo con el arte: si haces buen arte, la gente viene; pero, si no, te ignora. Por eso, es muy significativo para mí tener personas aplaudiendo de pie; es lo más importante que hay para mí. Pero en general es un camino difícil, y no solo en Ecuador; sucede por todos lados. Es difícil.

¿Hay alguna presentación que no le haya gustado?

Recuerdo las que no me gustaron porque no bajé del escenario satisfecho de mí o de la orquesta. Eso es lo que más recuerdo.

Profesionalmente, ¿qué no lo llena?

El escenario es un altar donde se procede a un sacrificio absoluto; si no te sacrificas completamente al frente del público, entonces no ha salido bien. Debes dar hasta la última; y si te quedaste algo contigo, entonces no fue perfecto, la orquesta no estaba inspirada y el concierto salió frío, o la interpretación no fue adecuada o brillante.

¿Qué gustos musicales comparte con Pamela?

En nuestra casa suena poca música, porque a veces queremos descansar. Y cuando suena, son dos ocasiones distintas: cuando estamos trabajando, la música de ella, la mía, estamos estudiando; pero cuando la casa de verdad se llena de música porque queremos escuchar algo, entonces nuestros gustos son muy parecidos. A Pamela le encanta la música clásica; puede escuchar horas y horas, y tiene un gusto fino: inmediatamente sabe cuando algo está bien y cuando algo está raro. Y somos roqueros con Max. Y en cuanto a la música popular, felizmente estamos en la misma frecuencia: lo que ella escucha en pop me gusta, y yo puedo fluir con esa música.

¿Y Max?

Él es roquero. Le gusta Led Zeppelin y Aerosmith.

¿Qué otras aficiones tiene David a nivel personal?

Me encanta pintar, me gusta el teatro. Tengo bastantes cuadros. Tiempo atrás estuve hablando con mi amigo Ramón Sonnenholzner y le comenté que me siento pintor y le dije que tengo cuadros; pero respondió que, si no he hecho una exposición o vendido un cuadro, entonces no soy pintor. Entonces, sí voy a hacer mi exposición; aún no se dónde, pero la voy a hacer.

¿Los ha pintado a Pamela y a Max?

No, creo que no soy tan fino en pintar. A mí mismo, sí.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Seguir dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Guayaquil; tengo mucha esperanza de que sea así. Y mi próximo concierto más cercano es el 21 de abril en el Teatro Sánchez Aguilar, junto con la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, que dirigí por quince años. Vamos a unir a las dos orquestas y hemos invitado al pianista Jorge Luis Prats.

Estando casado con una de las mujeres más guapas de Ecuador, ¿usted también se siente guapo? ¿Percibe a sus admiradoras?

¿Yo? ¿Cómo me voy a sentir guapo? Un hombre de 57 años... Mentira. Soy artista y, como artista, al menos una vez al mes me miro al espejo. No puedo decir que estoy feliz con todo lo que me está sucediendo, pero pienso que no estoy mal.

¿Qué le falta conseguir musicalmente?

Necesito tener la seguridad de que lo que estoy haciendo va a tener continuidad por lo menos unos 300 años después. Necesito que entiendan que lo que estamos haciendo nosotros, los artistas, los músicos, los actores, los cantantes, los pintores..., que todo esto está fundando la nación, que está creando la nación. Como músico, es para mí muy importante que Guayaquil se convierta en un espacio muy reconocido internacionalmente; que Guayaquil tenga su reflejo en el espejo mundial y no viceversa; que Guayaquil tenga las mismas oportunidades que tiene el público de Nueva York, de Londres, de Tokio, de Buenos Aires, de disfrutar de arte espectacular; que nadie tenga que comprar un pasaje de miles de dólares para escuchar a alguien que puedes tener aquí.

¿Max también es muy musical?

Él tiene un oído absoluto; él nació así. Esto significa que él ve los sonidos, no solo los escucha. Tiene un mejor oído que yo y que su madre, y tiene una memoria musical fenomenal, pero no estudia la música y no tiene presión de nuestra parte para que lo haga. Él estudia matemáticas, idiomas, y tiene la idea de que en el futuro él trabajará en robótica para la NASA, y me parece excelente.

Foto: Francisco Verni Peralta