Cuando empezamos esta conversación Sandra me dejó en claro que no le gusta dar entrevistas. “Más bien yo soy una persona parca. Yo conozco a mis compañeros de canal y cuando vean esta entrevista van a decir ‘esa man es hueso’. Entonces creo que no tengo esa parte de que la gente quisiera saber. Si me preguntas algo de sexo yo no te voy a contar nada”. ¿Por qué? “Porque no es parte de mi naturaleza. Yo hago teatro, hago personajes y hasta me puedes ver en baby doll en el escenario, pero cuando se trata de Sandra Pareja sí soy superreservada. Cuando estoy envuelta en un personaje yo me debo a ese personaje, me entrego completamente. Pero de Sandra Pareja no me gusta hablar”.

Sandra Mayra Pareja Rosado, de 55 años, entró al teatro en 1984 a El Juglar. “En la década de los 90, con la salida de Mis adorables entenados, me vinculé más al Teatro La Mueca, hice un alto para ir a estudiar Arte Dramático del 93 al 97 en Mendoza (Argentina). Una vez que terminé la carrera, regresé y de nuevo me vinculé al Teatro La Mueca. Empezamos a trabajar con la comedia Súbete a mi taxi, a partir de entonces hicimos un montón de cosas”.

Durante esta entrevista con Sandra soltamos algunas carcajadas. Tiene un sentido del humor de aquellos que llaman “muy fino”. Reír con los demás causa un hilo de empatía y la actriz provoca una sensación de buen rollo, buena onda y de cercanía.

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Pareja casi no tiene tiempo para el descanso. La actuación forma parte de su vida, hasta ahora, pero debe casi que multiplicarse para poder asistir a su otro trabajo en la Prefectura del Guayas. De hecho, para las fotos fue todo un lío porque Sandra no encontraba un huequito en su agenda para poder hacer la producción. En dos ocasiones cambió la fecha, pero la entrevista sí se dio en el día y hora pactadas. Fue en el Teatro del Ángel, en Urdesa central.

Reencuentro de 'Mis adorables entenados'. Foto: archivo EL UNVERSO.

¿Extraña la época de Mis adorables entenados?

Sí, se extraña un poco. Tal como sucedió en esa época y ahora también todo el mundo tenía oportunidad de hacer teatro, en nuestro caso hicimos también televisión. Lo bonito fue que se sentía ese reconocimiento del público cuando has trabajado en el teatro. De hecho, nosotros tenemos un público muy cautivo aquí en el Teatro del Ángel, donde nos presentamos como la agrupación La Mueca. Recuerdo que la sala se llenaba, no una vez sino tres, cuatro, cinco veces de forma muy seguidita. En ese entonces el público se peleaba por entrar, por eso nos sentíamos artistas muy queridos, afamados, aplaudidos, respetados. Ahora en esta época se ha perdido esta parte porque, por ejemplo, si subes una foto a redes, empiezan a decirte cosas negativas, cosas feas, cosas que la gente ‘escupe’, tal vez porque no te conocen. Ahora se siente esa falta de respeto hacia el artista, hacia los seres humanos y eso a mí me molesta, me causa un rechazo”.

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Ese amor desinteresado, esa pasión que sentía el público hacia los actores es lo que más extraña Sandra.

Mis adorables entenados fue una serie televisada desde 1989 hasta 1991 que tuvo gran audiencia. Contaba las peripecias de cuatro medio hermanos, los Vera, hijos de Ángel Vera pero con distintas madres. Todos vivían bajo el mismo techo junto con su madrastra. Los entenados eran Pablo, Rosendo, Felipe y Stacy. Los Vera eran la típica familia de clase baja y cada uno tenía su personalidad. Felipe (Oswaldo Segura) era el vago y cargoso, siempre estaba pendiente de sus amistades “aniñadas” y se quejaba de su estatus social y de los hermanos que tenía. Pablo (Andrés Garzón) era el mayor, serio y siempre se quedaba sin trabajo. Rosendo (Héctor Garzón) era el más listo y estudioso de los hermanos, estaba en la universidad para convertirse en doctor. Acuñó la frase que quedó hasta nuestros días “Llegó la alegría del hogar”. Stacy (Richard Barker), esmeraldeño, ingenuo. Lupita (Amparo Guillén), la madrastra, sufrida por todo lo que pasaba en la casa. Maribel la Virola (Sandra Pareja), vecina de los hermanos Vera. Estaba perdidamente enamorada de Felipe, a quien siempre le decía: “Me tienes loca, Felipito”.

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¿Con el grupo de actores de Los entenados aún se ven, se hablan? Sandra Pareja dice que el contacto no se ha perdido, pero recalca que han trabajado y siguen trabajando juntos en muchas ocasiones. “Pero el que sí está más retirado del grupo, por voluntad propia, es Richard. Él decidió hacer otras cosas”.

Si de repente se encuentran con él ¿se saludan o es que están peleados?

“Sí, claro, sí nos saludamos. Por ahí como todo integrante de un grupo siempre va a haber diferencias, no todo el mundo puede pensar igual o verlas de la misma manera. Pero si eres una persona que tiene educación, tienes cultura, sabes manejar un ambiente laboral, eso te permite que puedas seguir saludándolo como persona, como ser humano. Si tuvo algunos errores en la relación de trabajo hay que saber aceptarlo y si la próxima quieres volver a trabajar con él, tú ya sabes, como persona inteligente, de qué pata cojea cada uno”.

"Entonces, en ese ir y venir, los músculos de los ojos se me hicieron elásticos, yo los puedo seguir virando y mantenerlos así durante toda una función". Foto: Marco Vera Argüello

¿Y de qué pata cojea Richard?

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“No me gusta hablar mal de los compañeros, no de esa manera ni de esa magnitud. No me gusta calificarlos. Los quiero más como seres humanos, siempre mantengo el respeto. Yo también soy hija de una familia, madre de una hija, esposa. Por eso no me gusta que nadie me señale o me fustigue o diga cosas de mí sin conocerme. Más bien, en el momento que estamos, los quiero, comparto con ellos y si no los veo, pues, tengo otro grupo. No soy de aquellas personas que anda ‘castigando’ a las personas”.

“Este teatro (del Ángel) siempre tiene actividades, inclusive trabajamos en pandemia con la obra Amor en tiempos de pandemia con Oswaldo Segura, luego la estrenamos en Machala, después regresamos a Guayaquil; también remontamos Pareja Segura, una obra muy querida por la gente. Asimismo seguimos trabajando con Oswaldo, con Héctor y con Andrés, pero así como te digo, nosotros como grupo hacemos algo en algún momento, pero cada uno ya creció, ya se abrió su propio espacio. Por ejemplo, Andrés es productor, tiene una escuela de teatro; Héctor está más dedicado a la política para que el actor tenga mejores días de vida; Oswaldo también está en otro proyecto como con Pinoargotti (Francisco) en Incaducables, viaja a Estados Unidos, a España. En fin, cada uno se dedica a sus cosas”.

Pareja formaba parte del staff de RTS. “A raíz de que salí de ese canal durante la pandemia que nos botaron (risas) trabajando trece años seguidos. Salió un montón de gente de allí. Creo que somos bendecidos porque Dios te saca de un lado y te pone en otro, pero no te ahorca nunca. No pasa conmigo, pero sí hay gente que la sufrió bastante. Cuando me tocó la oportunidad de trabajar en la Prefectura, junto con Susana González, en el área de Cultura, porque tengo mi título universitario de arte dramático lo que me permite hacer proyectos culturales, sobre todo en la ruralidad, como por ejemplo, escuelas de batucada”.

La Virola, el personaje que le dio la fama

"Nos sentíamos artistas muy queridos, afamados, aplaudidos, respetados". Foto: Marco Vera Argüello

La gente la recuerda como la Virola, la vecina acosadora de Felipe que, a pesar de que le demostraba su amor, él nunca se le aflojó.

¿Aún la recuerdan como la Virola? “De hecho sí. Cuando la prefecta iba como invitada al Club de la mañana, en RTS, ella amaba mi personaje de Sarita Piedad. Cuando me fui con ella a trabajar, ella preguntó a los compañeros de trabajo: ‘¿Se acuerdan de ella?’. Todos gritaron: ‘¡Sí, la Virola, la Virola!’, aunque la prefecta quería que dijeran Sarita Piedad, pero no”.

¿Alguna vez tuvo problemas por haber virado mucho los ojos en la época de la Virola, los doctores no le advirtieron de que podría quedar así por siempre?

“La gente siempre me ha preguntado cómo es que puedo virar los ojos así y en broma les digo: ‘Es que mi marido me ayuda’ (carcajadas). Cuando entré al Juglar fue donde yo empecé a doblarlos, de hecho, mi primera foto de la Virola la tiene Diario EL UNIVERSO. En ese entonces hacíamos una obra que se llamaba Jugando a los superhéroes. En El Juglar teníamos un mecanismo de estudio: entrábamos, hacíamos calentamiento, expresión corporal; trabajábamos los ojos, la voz, la respiración, la memoria; estudiábamos improvisación, leíamos, todo era bien organizado. Entonces, en ese ir y venir, los músculos de los ojos se me hicieron elásticos, yo los puedo seguir virando y mantenerlos así durante toda una función. No siento dolor, hay trucos que uno aprende con la experiencia”.

En el tiempo de Los entenados, si la Virola estuvo enamorada de Felipe, ¿Sandra sentía algo por Oswaldo Segura en la vida real?

“Así como me preguntas eso, tooodo el mundo me pregunta lo mismo, pero si me hubiera tocado ese papel con Brad Pitt te juro que sí me enamoraba, te juro que hubiese pasado algo... Uno puede tener malos ratos, pero no malos gustos (risotada)... Oswaldo es como mi hermano, es más, me gusta más la amistad con los hombres que con las mujeres. Yo me siento mejor con mis amigos y con mis hermanos. Con Oswaldo hemos sido recontraunidos porque tenemos un montón de cosas en común, por ejemplo, ambos somos muy trabajadores. Además de coincidencias como que su abuela se llama Sara como la mía, mi madre se llama Piedad como la de él (ahora ya sabe el porqué del nombre de uno de sus personajes). Es esa relación laboral la que nos ha mantenido juntos”.

¿Es celoso su esposo? “Para nada”. Con Jorge Ballesteros tiene casi 23 años de relación. “Es una persona superabierta”.

Sandra entró al teatro durante su adolescencia. Tenía 16 años cuando empezó con El Juglar. “La gente nunca se va a sacar de la mente los personajes que calaron por tanto tiempo. Los entenados, que primero fue una obra de teatro y luego se la convirtió en serie de televisión, una de las primeras que se posicionaron, por eso la gente no nos saca de encima. Los viejos que nos siguen hacen que sus hijos nos vean por internet y luego en una obra de teatro los obligan (risas) a tomarse fotos con nosotros; el padre es más emocionado que el hijo, incluso hay niños que lloran (más risas). Es verdad...”.

‘No me gusta el microteatro’

Como visitante frecuente de las obras de teatro que se presentan especialmente en Guayaquil, nunca ha habido la ocasión de ver a Sandra actuando en microteatro o de bolsillo como también lo llaman. “Es que a mí no me gusta el microteatro porque me parece que es una prostitución del teatro. No puedo hablar mal del microteatro, pero como no me gusta no lo veo y no sé qué es lo que vienen haciendo. Pero escucho lo que hacen, entonces me parece que, para mí –y con esto seguro que la gente va a decir que está vieja, que no se ha actualizado–, el teatro es una convención pues. El hecho teatral es el público y no el irrespeto. Por ejemplo, cuando tú estás concentrado con algún tema durante una obra y de repente pasa un camarero con los vasos sonando chiclín chiclín y hasta se pueden caer y quebrar, esto hace que el actor deba exigirse mucho más y claro, habrá unos que sí están pendientes, pero otros empezarán a reírse no de la obra sino de lo que sucede fuera de ella y no le prestan la atención debida a la escena. Además de que somos muy mal remunerados, la mitad de la taquilla se la lleva otra persona cuando el esfuerzo es del actor. ¿Y si la tienes que repetir dos, tres veces y hasta cuatro en un día? Como son obras de microteatro, ¿quién se desgasta? A veces por el vil metal uno tiene que arrastrarse...”.

¿Entonces no ha caído en la tentación del microteatro, lo ha pensado al menos?

“Todavía no. En la viña del Señor nada está dicho. Ahora digo que no, pero de repente a lo mejor tendré que hacerlo en algún momento por alguna necesidad. Así es que tampoco lo descarto”.

¿Aunque salga en baby doll?

“Allí sí tendrán que pagarme mejor, este cuerpo no lo ve cualquiera (risas). Este cuerpo no es por gusto...”.

Como no le gusta maquillarse ni vestirse para las entrevistas, Sandra las evita. “No es parte de mi naturaleza andar maquillada”. Pero qué contradictorio, en algunos personajes usted ha salido bien maquillada, bien vestida, los produce bien, pero la persona no. “No es porque no me gusta maquillarme, igual me siento linda (risas). Para la persona es que no me gusta, pero cuando me toca actuar, ya pues... lo hago por mi trabajo, por el teatro. Eso sí me gusta estar bien bañadita, incluso no tengo la necesidad de plancharme el cabello, mi pelo es así (lacio)”.

¿Por qué es chinita?

“Porque mi padre era chinito, pero no me preguntes de la vida de mi papá porque no la conozco mucho. Éramos nueve hermanos y yo soy la siete, todos hijos de padre y madre nacidos en Guayaquil. Mi papá murió en el 89, él era bien achinado, pero ni tuvimos la oportunidad de compartir con él. Mi papá fue hijo único y era huérfano desde chiquito. La historia de mi padre, como quien dice, está allí”. ¿Fue emigrante chino? “No lo sabemos y creo que ni mi papá tampoco lo sabía...”.

Familia

Sandra tiene una hija, Mia Ballesteros Pareja (20 años), estudia el tercer semestre de Medicina en la Universidad de Santiago de Guayaquil.

¿No quiso más hijos?

“No se dio la oportunidad de tener una familia numerosa como la que tenemos con mis hermanos; en realidad mi madre tuvo nueve hijos (dos fallecidos). Gracias a Dios somos muy unidos; si algo le pasa o le falta algo a algún hermano siempre estamos prestos a darnos la mano. ‘Uno para todos y todos para uno’ es el lema de mi familia, siempre ha existido amor”.

La actriz guayaquileña confiesa que vive en Mucho Lote 2 en Paraíso del Río (en una de las orillas del río Daule). “Vivo frente al río, es bonito, pero cuando te toca el tráfico... es cosa seria. Yo salí del suburbio y sigo visitando a conocidos que viven allí. Soy una mujer cotidiana, mi esencia no ha cambiado”.

¿Sandra Pareja tiene planes o proyectos por cumplir, qué le hace falta?

“Pienso que el tiempo de Dios es perfecto, no me afano, disfruto de todo lo que tengo y de todo lo que pueda venir. Siempre le veo el lado positivo a todas las cosas y de las personas también. Si hoy tengo para comer caviar –aunque no me gusta– me lo comeré, pero si hay un arroz con huevo y quesito –que me fascina– también me lo comeré con el mismo gusto. No tengo por qué amargarme por ese tipo de cosas. Tengo una casa en Sauces 8 que quiero remodelar, allí quiero formar y establecer un grupo de teatro, hacer un salón de ensayo también. Es lo que estoy tratando de hacer, los años pasan y también quiero descansar a pesar de que me gusta mucho el teatro. Aunque un día mi esposo me preguntó que hasta cuándo voy a seguir trabajando en teatro, yo le dije toda la vida, porque el teatro siempre necesita un niño, un joven, un viejo, un loco, una vieja. Siempre habrá la oportunidad de estar en un teatro”.

Pareja ha querido estar en todo. Estudió, pero sin haber terminado la carrera de Medicina. “Si estás enfermo y me preguntas qué es bueno para eso yo te respondo, yo te hago la receta...”.