Hay vínculos que no requieren contrato ni ceremonia para existir; nacen como un hilo invisible que une corazones antes que las palabras se pronuncien. Así es la historia de Roberto y Gustavo Manrique.
Dos hermanos nacidos en Guayaquil, con nueve años de diferencia, que han tomado caminos distintos –el arte y la política, el escenario y la gestión pública–, pero que comparten una misma brújula: el amor por la vida, por la familia y por el planeta.
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Uno ha conquistado pantallas en América Latina, llevando emociones con personajes que vibran entre el dolor y la esperanza. El otro ha estado en trincheras menos visibles, pero igual de cruciales desde la gestión ambiental, el activismo y la política pública. Y aunque sus mundos parezcan dispares, ambos hablan del otro desde la admiración y el orgullo. A la producción para las fotografías que ilustran estas páginas llegaron juntos, con el vestuario listo para la sesión y con las maletas para, después, de la entrevista, viajar a la playa en familia.
“Mira, ñaño, lo que traje”, le dice Gustavo a Roberto en espera de aprobación de sus elecciones de moda. Tienen personalidades distintas y, sin embargo, coincidieron en tonalidades y estilo.
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Gustavo es más pausado, elige cada palabra como si sembrara una semilla. Roberto es más directo. Esta es la primera vez que coincidimos en un mismo espacio con los hermanos Manrique y en su interacción hay una ternura que no se imposta. Preguntarles sobre sus vivencias de infancia les enciende un brillo en los ojos e incluso les trae a la memoria otros que no estaban tan presentes. Y en cada recuerdo la emoción es latente.
¿Cómo fue crecer juntos? ¿Eran cómplices o rivales?
Roberto: Ellos cuatro (María Helena, Gustavo, Beatriz y Xavier David) nacieron muy seguidos y crecieron juntos y eran esta banda de contemporáneos y yo nací nueve años después de Gustavo. Por ende sí hubo dos procesos en paralelo, pero diferentes al mismo tiempo, yo incluso soy menor que la mayoría de mis primos. Eso ya marca como un tipo de relación entre nosotros.
Gustavo: Yo era el menor previo a eso, entonces yo era el ‘conchito’ de la familia hasta que vino a destronarme mi hermano. Yo era nueve años mayor y de ahí viene Roberto que, sin lugar a dudas, es el preferido de la familia, pero no recuerdo nunca rivalidad, ni peleas de espacios, no recuerdo peleas por comida o permisos, tengo un recuerdo más parecido a equipo. Si tuviera que hablar por mis hermanas, quizás ellas más protectoras, por ser mucho mayores. De hecho, a mi hermana mayor le decías ‘ñaña mami’.
Roberto: Correcto, ellas tenían 15 y 14 cuando yo nací, ayudaron a mi mamá a criarme, bueno, a mis papás. Mi visión de él era admiración. Gustavo y Xavier eran estos hermanos supercool y eran esos adolescentes populares y deportistas. Yo veía a Gustavo en el liceo y era todo lo que yo quería ser. Era mi modelo a seguir. Lo vi, por ejemplo, bailar en las campañas del liceo con Irene González, y quería hacer lo mismo.
¿Qué situaciones los hicieron confirmar que estarían juntos en las buenas y malas?
R: Yo me gradúo de la universidad y Gusi me abre todo un espacio en su oficina para mi agencia de publicidad y se vuelve como un mentor. Y comenzamos a interactuar desde la construcción de la vida y sueños, seguramente no fue el primer momento, pero sin duda fue el primero en etapa adulta que determinó lo divertido que iba a ser esto.
G: Efectivamente, yo tenía una oficina en el centro y cuando se gradúa, viene al espacio que le di en la oficina, se compra una computadora, otra, contrata una persona, dos, tres, cuatro, gana la cuenta de un banco, canal de televisión, tenía seis clientes y de repente dice: ‘Ñaño, esto no es lo mío, no es mi felicidad’. Me dijo que les iba a regalar todo, les iba a dejar las cuentas. Y se fue de mochilero a Perú. Entonces, ahí tú dices, las personas que persiguen la felicidad y tienen esa claridad, que es perder para ganar, es una persona exitosa y ese fue Roberto.
¿Cómo nació en ustedes esta conciencia ambiental?
G: Creo que viene de la formación que tuvimos, de formarnos muy sensibles. Yo me di cuenta de mi vocación muy tempranito, ocho o nueve años me di cuenta que lo mío era la naturaleza y lloraba y lloro con sensibilidad por ciertas cosas que puedo percibir. Yo estaba muy pegado de mi abuelo.
R: Como yo no recuerdo la sensibilidad de mi abuelo pasada a mí, no recuerdo haber sido enseñado a esa sensibilidad. La recuerdo en mí, un poco más espontánea.
G: Finalmente es hogar, el entorno y el ADN, el código genético nuestro creo que trae algo de esto. Los otros tres hermanos no sé si son tan apegados a la naturaleza, pero a Roberto y a mí nos une esta vocación. Me encantaba lo que tenía que ver con puertas abiertas, luego mi abuelo y luego la formación en la universidad Earth.
R: Al tomar Gustavo ese camino profesional terminó siendo una influencia.
¿De qué forma se han influido mutuamente?
R: Cuando terminé de escribir El juego de ser perfecto, que me sentí a escribirlo sin mayor claridad, como ejercicio de catarsis, el personaje principal resultó ser mi papá, pero las dos personas vivas, con quienes yo me tuve que sentar a decirles: ‘Voy a hacer esta historia y al parecer van a ser coprotagonistas’, porque estaban muy presentes y quería pedirles permiso, eran mi mamá y Gustavo. Él ha sido un personaje decisivo en las historias de mi vida.
G: Hemos tenido una relación de hermanos contemporáneos, a pesar de que nos separan nueve años, también ha habido una relación de hermano mayor-menor, Roberto es un referente en esa coherencia que sirve de inspiración cada vez que el tanque puede estar medio vacío.
¿Qué temas los apasionan? ¿De qué hablan y comparten cuando no hay terceros?
G: Hablamos de lo que pasa geopolíticamente en el ámbito ambiental. Conversamos de las frustraciones geopolíticas universales, no de aquí.
R: De coaching, nos ponemos trascendentales, de la proyección de nuestras vidas y eso es lo que más me gusta de las interacciones con él, que tienden a ser conversaciones que van a los objetivos.
G: Roberto es una persona que planifica por más que sea un alma libre y tiene espacios y recuerdo que hace cuatro años dijo: mi rol es inspirar y basado en eso, ha sido una estrategia ver cómo genera cambios en otros. Yo soy superestructurado en eso y siempre conversamos sobre cuál es el plan y hacia dónde queremos ir.
¿Qué le ha enseñado Gustavo a Roberto y viceversa?
G: Me ha enseñado que perseguir la felicidad no tiene límites, que la coherencia es la madre de la felicidad y un principio que se puede practicar con facilidad cuando tienes claros tus valores.
R: Que se puede lidiar con cualquier oscuridad desde la absoluta integridad de tu ser. Veo en Gustavo una persona que es capaz de atender cualquier tema que podría ser frustrante, desde una inmutabilidad de su ser, realmente admirable.
¿Cómo defines a tu hermano?
G: Lo he dicho varias veces, es un ser de luz, es transparente, es una persona que su primera capa para decidir cualquier tema es el amor. Es una persona que evoluciona, que está en constante cambio, es confiable.
R: Él es una persona íntegra, sana en todos los niveles, que puede operar desde ese lugar y está ahí obrando y deseando lo mejor para otro. Es admirable la pureza de su corazón, su generosidad con su tiempo, energía a todo aquel que quiere de él. Es un gran padre, guía y líder.
¿Han llorado juntos?
R: Seguro por algo que nos conmueve, eso sí es seguro, los dos somos llorones.
G: Yo lloro en graduaciones de gente que no conozco. En la graduación de mi hija Alessia, hace dos meses, lloré en el himno nacional. No tengo un recuerdo concreto exacto.
¿Son de los hermanos que se llaman a diario?
G: No somos de esas familias que están tocando base a cada rato, y bien por ellas que todos los días hacen Facetime. Roberto y yo podemos pasar semanas sin conectarnos, de hecho me cuesta seguirle el ritmo, a veces no sé si está en Colombia, México o subiendo una montaña, pero sí, de cuando en cuando, una tocada de base.
R: Es chistoso, porque no somos tan así, con mi familia, ni con mi mami, somos muy independientes, pero también es cierto, que entró a la política y me hacía falta.
¿Se han imaginado viejitos?
G: Yo tengo una ilusión inmensa de llegar a mi vejez, inmensa. Me refiero de la actitud, quiero ser el mejor abuelo, el mejor padre, tener la salud y recursos para ayudar y estar presente.
R: Yo estoy confundido (ríe), lo que me ilusiona es que sé que en esa etapa quiero estar muy cerca de la naturaleza. Sé que me quedan pocos años de redes sociales, porque me saca del presente y me aleja de la naturaleza.
Si se vieran por última vez, ¿qué se dirían antes de despedirse?
R: Te diría que gracias por todo lo que eres para este mundo, esta familia, que eres un papá increíble y que te amo.
G: Muchas gracias, ñañito, muy parecido y comenzaría por lo último. Él ha sido una fuente de inspiración para muchos y ha sido una persona que ha ayudado a perseguir sus propósitos. Más allá de lo personal de que ambos vivimos a plenitud. (E)