La adolescencia es un momento decisivo en la vida de nuestros hijos. Al comenzar a socializar, se encuentran con un mundo que, casi sin darse cuenta, empieza a presionarlos: “así son las cosas”, “esto es lo normal”, “si quieres encajar, tienes que aceptar”.
Detrás de esos mensajes se esconden riesgos reales. Muchas veces se les quiere convencer de que el valor de una persona depende de ser aceptada, de recibir atención o de estar “en la jugada”. Pero esa forma de vivir puede atentar contra su dignidad, su amor propio y su salud mental.
Como padres, necesitamos adelantarnos y darles herramientas claras. Hay verdades que nuestros hijos deben escuchar, con nuestra voz, antes de que el mundo se las distorsione:
- La diferencia entre amor propio y sentirse un objeto descartable.
- El valor del respeto frente a las migajas de cariño que no merecen.
- Cómo ciertas formas de relaciones cosifican y dejan vacíos en lugar de plenitud.
- La influencia real de las redes sociales y de la música que normaliza conductas dañinas.
- La pornografía y el daño en la afectividad de los consumidores.
- El lugar del sexo y la sexualidad en la dimensión integral de la persona.
Y luego de eso resulta más fácil comprender los límites y restricciones que padres y madres necesitamos poner en esta etapa. Porque no todos nacen del miedo, sino de la información y de la conciencia de las amenazas a las que nuestros hijos están expuestos diariamente, no afuera del hogar, sino en la aparente seguridad de su habitación.
Proteger a nuestros hijos no significa aislarlos, sino darles la claridad y la fuerza necesarias para caminar en un mundo que muchas veces confunde. Porque cuando los valores y criterios firmes se siembran en su mente, ellos pueden elegir con libertad caminos que llevan a la calma, la plenitud y la verdadera felicidad.
Vivir su etapa, saber esperar es la propuesta que, frente a la presión, la inmediatez y la precocidad de este tiempo, debemos transmitirles con firmeza y amor. Y no es que queramos limitar su vida adolescente, sino que como padres tenemos la sagrada responsabilidad de enseñarles a crecer en dignidad y respetando cada etapa de su vida. (O)














