En odiseas espaciales (especialmente a Júpiter) uno vive esta nueva era de comunicaciones virtuales con memorias encendidas, que muchas veces se conectan a personajes que descubrimos en la pantalla grande y que dejan huellas imborrables. T. E. Lawrence es uno de ellos y cuando nuestro colaborador-historiador Roberto Aspiazu nos envió su reportaje sobre Lawrence (pág. 10) a propósito del aniversario de su fallecimiento en 1935, inmediatamente me trasladé a 1964 cuando pude ver Lawrence de Arabia en el cine. La odisea de Lawrence -militar, arqueólogo, escritor- durante sus años en Damasco (1917-18), en medio de culturas milenarias y desiertos interminables, solo nos hacía vibrar con el sueño quijotesco de luchar hombro a hombro junto al pueblo árabe por su independencia, enfrentando la grave situación que el Imperio otomano empujaba por años.