La escritora francesa Marguerite Yourcenar decía que el verdadero lugar de nacimiento está donde uno por primera vez se mira con una mirada inteligente. Aunque aprecio la definición de esta autora, a quien admiro y leo con devoción, pienso, sinceramente, que uno pertenece al lugar donde están sus primeros recuerdos. A pesar de que el tiempo pase, de que seamos adultos, en el fondo seguimos siendo eso que fuimos de niños. Por eso me resulta entrañable la frase de Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura colombiano: “Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie, ni seré nadie más, que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca”.