La semilla conocida como ojo de venado u ojo de buey (Mucuna urens) proviene de una planta leguminosa que crece como liana o bejuco, nativa de la América tropical, que puede alcanzar hasta 30 metros de largo cuando trepa en árboles grandes.
Su semilla, que recibe ese nombre por su apariencia, ha sido usada desde tiempos remotos como amuleto de protección contra las enfermedades y las malas energías conocidas como el “mal de ojo”.
A lo largo de la historia, los ojos de venado han sido utilizados ancestralmente como símbolos sagrados en diversas culturas y religiones con la creencia de que no solo ven, sino que emiten y reciben energía y pueden absorber influencias positivas y, sobre todo, las negativas.
Hasta hoy se usa la semilla de esta planta en varios países latinoamericanos en forma de collares, aretes y pulseras, especialmente en los niños, para evitar las “miradas intensas” de ciertas personas.
Me decía una dama de Guayaquil que, antiguamente, algunas señoras se ponían los ojos de buey en el sostén, para prevenir o curar los tumores en los senos. Pero lo que sí he comprobado y no solo yo, sino muchos amigos, es que llevar uno o dos ojos de venado en el bolsillo cura y previene las hemorroides.
Hoy, debido al fuerte invierno que padece la Costa del Ecuador, se pueden encontrar en las playas miles de ojos de venado, debido a que las corrientes del río Guayas los llevan hasta el golfo de Guayaquil y luego a las playas cercanas, tales como Posorja, Data y Playas.
Mantengo siempre varios ojos de venado en mi escritorio y en mi velador, por si las moscas, y para no quedar “ojeado”. (O)