En los últimos años, los colegios del Ecuador han visto crecer un fenómeno silencioso pero profundamente dañino: las cuentas privadas o “cuentas F”, espacios anónimos creados por estudiantes para publicar chismes, rumores o burlas sobre sus propios compañeros. Aunque muchos adolescentes las ven como entretenimiento, la realidad es que estas prácticas están generando un impacto emocional serio en quienes son expuestos.

Para un padre, puede resultar difícil imaginar cómo un comentario en redes puede herir tanto. Pero para un adolescente, cuya identidad todavía está formándose, la aprobación social lo es todo. Cuando una foto, un rumor o una burla circula entre cursos y paralelos, la presión emocional puede volverse abrumadora. La ansiedad, la vergüenza, el miedo a ser observado y el aislamiento social son respuestas cada vez más frecuentes.

Las redes no olvidan. Aunque la publicación se borre, siempre quedan capturas, mensajes reenviados y conversaciones que mantienen vivo el daño. Y cuando el chisme se hace viral dentro del colegio, el adolescente puede sentir que su reputación se destruye en cuestión de horas.

¿Qué pueden hacer las familias? Primero, escuchar sin minimizar. Decir frases como “No es para tanto” o “Ignora eso” solo profundiza el dolor.

En segundo lugar, apoyar acciones concretas: guardar evidencias, bloquear cuentas agresoras, denunciar en la plataforma y comunicar al colegio.

Finalmente, acompañar emocionalmente: recordarle a su hijo que un rumor no define quién es.

Es fundamental fortalecer en casa una cultura digital más empática. Enseñar a nuestros hijos a pedir permiso antes de publicar, a ponerse en el lugar del otro y a entender que el humor nunca debe humillar.

Nuestros adolescentes necesitan sentirse seguros en el mundo online tanto como en el presencial. Ellos nos necesitan atentos, informados y presentes. Porque la mejor protección sigue siendo la relación que construimos con ellos, día a día. (O)