A la mayoría de la gente que conocemos la consideramos positiva porque añade alegría a nuestra vida. La interacción con ellas produce una sensación agradable y por lo tanto buscamos y apreciamos su compañía. También conocemos a personas cuya presencia en nuestro vivir interrumpe nuestro flujo normal de emociones y sentimientos, alteran nuestra paz mental, y nos dejan con el sistema nervioso afectado. Estas son las personas negativas. Son comparativamente pocas (colapsaríamos si fueran muchas) pero su influencia perjudicial es intensa. Por esto debemos aprender a reconocerlas y a tratarlas de tal forma que podamos bloquear o minimizar el daño que podríamos sufrir.

  • La persona negativa es pesimista, su pronóstico sobre cualquier tema es derrotista y sin solución.
  • También se queja de todo, se siente víctima de injusticias o de la “mala suerte”.
  • No busca la manera de mejorar (se queja de la lluvia, pero rechaza el paraguas).
  • Solo se fija en las fallas y limitaciones propias y ajenas, no considera la posibilidad de superarse mediante el esfuerzo.

Una de sus características más dañinas es que no respeta nuestro espacio personal, es muy invasiva y su intención es apoderarse de nuestra atención y nuestra mente. Son personas amargadas, frustradas por su falta de logros y realizaciones. Si lo permitimos, pueden contaminarnos, crear dudas en nuestra manera de pensar y confundir nuestra visión objetiva sobre la vida que llevamos. Incluso es posible que sus influencias estresantes puedan debilitar nuestro sistema inmunológico, exponiéndonos a otro tipo de problemas.

La solución más sencilla sería alejarnos de ellas, pero no siempre es posible (muchas veces son parte de nuestra familia cercana), por lo que debemos prepararnos para lidiar con el problema.

  • Una forma de hacerlo es hablar de temas que no produzcan la postura negativa, cambiar la conversación si ella adoptara una actitud conflictiva, alejarse físicamente si la interacción comenzara a ser desagradable. Esta posición debería hacerle llegar el mensaje sobre los límites que debe respetar.
  • También es necesario no perder la calma, responderle, sin juzgarla, de una manera cortés pero firme (no permita que ella perturbe su estado de ánimo).
  • Por último, mantenga su independencia. Recuerde que el problema es de ella, no lo haga suyo. (O)