Esta es la época del año en la que pavos y pollos corren por sus vidas para evitar ser parte de la cena en los hogares ecuatorianos. Es que la mayoría desde muy pequeños nos hicimos fanáticos comelones de estos emplumados animalitos. Mi historia de amor por el pollo inicia a finales de los años 70, con el restaurante Pollo Loco de Isabel Pérez Cereceda, quien mantuvo por algún tiempo un local en la segunda calle detrás del edificio El Neptuno, en Chipipe (Salinas), en donde servía el delicioso y típico pollo mareado.

No hay duda de que es una comida súper popular que atrae a familias enteras cuando se trata de juntar a muchos alrededor de la mesa. Hay muchas formas de prepararla y no me atrevo a seleccionar la más apetecida por nuestra gente. Lo cierto es que el pollo frito, asado al carbón o al grill, en caja china, al tanque, al horno o cualquier otro invento creativo de nuestros cocineros debe de ser la proteína animal que más se come en todo el país.

Las cadenas internacionales como KFC o Pollo Tropical (franquicia que el año pasado regresó con un local en Quito y ahora ha abierto otro sobre la vía a Samborondón), aunque con recetas muy distintas, tienen también muchos seguidores. En la primera, las presas son envueltas en harina y luego sumergidas en aceite para freírlas y dejarlas jugosas. La otra marina con especias y cítricos para luego cocinar al grill. Ambas muy buenas, cada una en su estilo.

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Pero si hablamos de gallinas, las más famosas a nivel nacional son las de la parroquia Pinllo, a pocos kilómetros del centro de Ambato. Recomiendo las de Casa el Recreo, quienes desde hace más de 75 años primero las cocinan como si fueran a hacer un caldo y luego las adoban para terminarlas sobre brasas de leña, esto las deja extremadamente jugosas. Recuerdo que en mi primera visita fui con tres amigos y ordené una gallina entera, el mesero me dijo: “Es mucho para ustedes…”. Insistí y no le hice caso al joven que me tomó la orden. Estas aves de campo son gigantes, fue imposible comérnosla toda.

El otro día caminaba por el centro de Guayaquil y al pasar por 10 de Agosto y Pedro Carbo el aroma de pollo al carbón detuvo mi paso, no me pude resistir y entré en La Pollería. Este restaurante, que abrió hace unos seis meses, a diferencia de otros en su categoría, ha puesto mucho empeño en su decoración. El uso de ladrillos, paredes de madera, barriles, afiches, fotos antiguas y otros elementos hace que sus dos salones sean muy acogedores.

El menú es amplio, hay de todo, desde una suculenta parrillada, chaulafán y croquetas hasta espagueti. Pero yo fui por mi cuarto de pollo ($ 4,95) con papas chauchas en salsa de ajo; pedí adicional moro criollo ($ 1,50) y, para acompañar, choclo a la parrilla con doble queso ($ 3,75). Es una versión distinta del pollo asado, aquí da vueltas en un horno con brasa de carbón de eucalipto. Fue un almuerzo delicioso. (O)