Diciembre es el mes de las festividades, especialmente las celebraciones navideñas donde se rinde homenaje al nacimiento del Niño Jesús; una de esas es la Novena de Navidad que comienza a rezarse el 16 de diciembre de cada año, para rezar la última al llegar al día 24, la fecha en que Jesús nacerá.

Debido a la pandemia del coronavirus y las restricciones que han impuesto las autoridades para evitar más casos de contagios, celebrar la Novena en grupo o reunidos es una tarea difícil pero no imposible; hay que adaptar también estas celebraciones así como hemos adaptado nuestras actividades diarias. Recuerda que se puede hacer la reunión vía Zoom o por videollamadas de Whatsapp con otros seres de la familia como un momento para compartir el hermoso tiempo de espera al Redentor, lo importante es mantener la fe y unión.

Hoy compartiremos el programa del tercer día de la Novena de Navidad que recoge el portal novenadenavidad.

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Tercer día (18 de diciembre): un niño salta de alegría. Este día de novena nos invita al encuentro con el corazón del Niño Jesús. Hoy vamos a reflexionar lo que significa el servicio desde el ejemplo dado por nuestra Madre María, quien, inmediatamente después de la Anunciación se puso en camino para atender a su prima Isabel.

Este día de novena, además hace énfasis en el valor del respeto ligado al amor. Un amor respetuoso nos impide juzgar a los demás, manipularlos o querer moldearlos a nuestro tamaño.

Cómo rezar la Novena

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Se inicia con la señal de la cruz.

La Navidad es un tiempo propicio para ponernos en actitud de servicio hacia los demás, y María es ejemplo claro.

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Oración inicial:

Benignísimo Dios de infinita caridad que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. En retorno, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo, más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad, fiesta de paz y alegría, sea para nuestra comunidad un estímulo, a fin de que, viviendo como hermanos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

(Se reza un Padre Nuestro)

Lectura (Lc 1,39-48):

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Por entonces María se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!”.

María dijo:

"Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su esclava, y desde ahora todas las generaciones me dirán feliz”.

Reflexión:

Las visitas que Dios nos hace son siempre don y tarea. Desde la gratuidad, hemos sido elegidos para una misión que nos pone en camino hacia los demás. ¡Seamos solidarios, recorramos el camino de María, llevando alegría, esperanza, servicio! Sobre todo a aquellas personas que por circunstancias diversas no podrán vivir el gozo de la navidad en familia.

El respeto es una cualidad del amor que nos mueve a aceptar a los otros tal como son. Gracias al respeto valoramos la gran dignidad de toda persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios, aunque esa persona esté equivocada.

El respeto es fuente de armonía porque nos anima a valorar las diferencias, como lo hace un pintor con los colores o un músico con las notas o ritmos. Un amor respetuoso nos impide juzgar a los demás, manipularlos o querer moldearlos a nuestro tamaño.

Oración por la familia:

Señor, haz de nuestro hogar un sitio de tu amor. Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión. Que no haya amargura porque Tú nos bendices. Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas. Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón. Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros. Que sepamos marchar hacia ti en tu diario vivir. Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio. Que cada noche nos encuentre con más amor.

Haz, Señor, con nuestras vidas, que quisiste unir, una página llena de ti. Haz, Señor, de nuestros hijos lo que anhelas, ayúdanos a educarlos, orientarlos por tu camino. Que nos esforcemos en el apoyo mutuo. Que hagamos del amor un motivo para amarte más. Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro nos conceda el hallarnos unidos para siempre en ti.

Amén.

Oración por la virgen:

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hagan esta novena, para el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le agradaste tú para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

Se reza tres veces el Ave María.

Oración por San José:

Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan soberanos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.

Te rogamos, por el amor que tuviste a tu divino Hijo, que nos llenes del fervoroso deseo de verle y recibirle con amor. Amén.

(Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria)

Gozos:

Dulce Jesús mío, mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!

¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh divino Niño, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!

¡Oh, Adonaí potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!,
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuerte brazo!

¡Oh raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio!
¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!

¡Oh lumbre de oriente, Sol de eternos rayos, que entre las tinieblas, tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!

¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño da al mísero, amparo!

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas, con suave cayado, ya la oveja arisca, ya el cordero manso!

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto, bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven, hermoso Niño, ven, Dios humanado luce, hermosa estrella, brota, flor del campo!

¡Ven, que ya María, previene sus brazos, do su Niño vean en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!

¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!

¡Véanse mis ojos, de ti enamorados bese ya tus plantas, bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto!

¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos;
¡Ven a nuestras almas! ¡ven, no tardes tanto!

Se cierra la novena con algún villancico. (I)