En la actualidad, cuando se realizan diversas investigaciones alrededor del coronavirus, la vitamina D es uno de los objetos de estudio más populares. Uno de los más destacados es el realizado por la neumóloga española Marta Castillo, según una publicación del sitio web Deutsche Welle.

"Este es uno de los estudios que se utiliza una y otra vez para demostrar la eficacia de la vitamina D", dice Martin Smollich, farmacólogo y profesor del Instituto de Medicina Nutricional del Centro Médico de la Universidad de Schleswig-Holstein, en Lübeck.

Este especialista investiga lo relacionado a micronutrientes y suplementos, con el objetivo de mostrar una imagen distinta, dado que en la actualidad, debido a la pandemia, existe una exageración o ridiculización de las vitaminas y las suplementos alimenticios, ya sea por razones ideológicas y económicas.

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Información recopilada

Según los resultados de la investigación elaborada por Castillo, de los 50 pacientes con COVID-19, a los que se les administró vitamina D, solo una estuvo en cuidados intensivos. No obstante, de los que no tomaron vitamina D, el 50 por ciento sí estuvo en cuidados intensivos.

"El primer paso en tales estudios es observar cómo es la composición de ambos grupos", señala Smollich. Con el fin de obtener datos eficaces, ambos grupos deben ser lo más similares posibles.

Metodología inexacta

Al revisar el estudio se puede observar que se enumeran algunos factores de riesgo y brinda información sobre cuántos pacientes padecen ciertas enfermedades previas, como la diabetes tipo 2, por ejemplo.

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"Solo el seis por ciento de los participantes que recibió vitamina D era diabético, pero el 19 por ciento de los pacientes que solo recibió placebo", aclara Smollich.

Existe una diferencia aún más notable entre quienes padecen hipertrensión: el 57 por ciento de los participantes que no recibió vitamina D, padecía de tensión arterial alta. En el otro grupo, solo el 24 por ciento. "Esto significa que los enfermos estaban en el grupo sin vitamina D”, indica el farmacólogo. El experto está seguro de que grupos tan heterogéneos distorsionan claramente el resultado de la investigación.

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"En el caso del COVID-19, sabemos que tanto la diabetes como la hipertensión son factores de riesgo que favorecen una evolución severa", dice Smollich. "Por eso, no es de extrañar que los pacientes del grupo sin vitamina D estuviesen con más frecuencia en la unidad de cuidados intensivos", concluye.

El estudio no aclara si los participantes en el grupo de control tuvieron que recibir atención médica intensiva con más frecuencia, porque carecían de vitamina D o porque tenían enfermedades previas más graves.

La alimentación y el COVID-19

Un gran número de estudios indican que, en realidad, la vitamina D no tiene una influencia significativa en la evolución de un paciente con coronavirus. No obstante, la diabetes tipo 2, la obesidad o la hipertensión tienen algo en común: son todas enfermedades relacionadas con la dieta alimenticia.

"Los nutrientes son importantes para los diversos niveles del sistema inmunológico", afirma Anika Wagner, profesora de Nutrición y Sistema Inmunológico de la Universidad de Giessen. Esto significa que la carencia de nutrientes debilita los diversos mecanismos de defensa del sistema inmunológico, lo que causa que los agentes patógenos tengan una mayor facilidad para causar daño.

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"En principio, recomienda cubrir las necesidades nutricionales con la dieta diaria", añade Wagner. Pero la creciente tasa de personas con sobrepeso es una clara señal de que la carencia de una dieta saludable va de la mano con la falta de nutrientes.

Wagner explica que "las personas obesas suelen consumir más alimentos con alto contenido energético, pero con pocos micronutrientes", como por ejemplo, bebidas azucaradas, productos procesadas y dulces. La deficiencia nutricional debilita el sistema inmunológico, y en personas obesas, hipertensas y diabéticas puede conducir a una evolución severa del COVID-19.

En este punto podemos reconocer la importancia de la vitamina D, debido a que su deficiencia "ocurre con más frecuencia en enfermedades y condiciones de vida en las que a su vez aumenta el riesgo de COVID-19, es decir, en la vejez, en personas con obesidad o con diabetes tipo 2", señala Martin Smollich en su blog especializado Medicina Nutricional.

Se podría decir que es un círculo vicioso que no es ni nuevo ni desconocido. Y, sin embargo, "en Alemania, la relación entre dieta y enfermedad a menudo se ignora por completo. Y esto me parece muy dramático, porque es algo que podría haberse modificado", asegura Smollich. "En cambio, la pandemia de coronavirus golpeó a una sociedad en la que las enfermedades relacionadas con la dieta es un hecho normal", cuestiona el especialista. (I)