La revista científica The Lancet presentó en noviembre del 2019 una comparación de las consecuencias del cambio climático en la salud humana en dos situaciones posibles: una, si el mundo logra cumplir los compromisos asumidos conforme al Acuerdo de París y controla las emisiones de tal forma que, para finales de siglo, el aumento en las temperaturas globales se mantenga “muy por debajo de los dos grados Celsius”; la otra, si el mundo no lo logra.

Según el informe, si no se controlan las emisiones, se observarán problemas debido a enfermedades infecciosas, mayor contaminación del aire, temperaturas elevadas y desnutrición.

“Por cada grado de calentamiento, los niños nacidos hoy en día enfrentan un futuro en el que su salud y bienestar se verán cada vez más afectados por las realidades y peligros de un mundo más caliente”, explicó Renee Salas, instructora clínica de medicina de emergencia en la Facultad de Medicina de Harvard y principal autora del resumen de política estadounidense relacionado con el informe.

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Los niños nacidos en la actualidad vivirán en promedio hasta 2090; para ese entonces el mundo podría haber elevado su temperatura cuatro grados más.

Corazones y pulmones más vulnerables

Los niños son especialmente vulnerables, en parte, debido a su fisiología. “Su corazón late más rápido que el de los adultos y su ritmo respiratorio es más elevado que el de los adultos”, señaló Mona Sarfaty, directora del programa sobre clima y salud en el Centro para la Comunicación del Cambio Climático de la Universidad George Mason, quien no participó en el informe.

En consecuencia, los niños absorben más contaminación del aire, dado el tamaño de su cuerpo, en comparación con la que absorbe un adulto en las mismas condiciones.

Por desgracia, a menos que los países detengan las emisiones, es muy probable que aumente la contaminación del aire. La quema de combustibles fósiles como el carbón y el gas también expulsa al aire un tipo de contaminación fina llamada PM 2,5 que, si se inhala, puede dañar el corazón y los pulmones. La exposición a aire contaminado con PM 2,5 está correlacionada con problemas de salud como falta de peso al nacer y enfermedades respiratorias crónicas, por ejemplo, asma.

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El efecto contrario

Algunas investigaciones publicadas en la revista médica The New England Journal of Medicine tras la aprobación de políticas diseñadas para mejorar la calidad del aire “muestran que los niños que crecieron cuando el aire era de mejor calidad literalmente tienen más tejido pulmonar funcional”, aseveró Sarfaty.

Además de las emisiones asociadas con la quema de combustibles fósiles, el informe indica que las generaciones futuras estarán expuestas a una creciente fuente de contaminación que produce partículas finas: los incendios forestales.

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Conforme aumentan las temperaturas, los incendios forestales se hacen más frecuentes, en parte porque las temperaturas más altas secan la vegetación y así corre más riesgo de encenderse. Ese humo, al igual que el proveniente de la quema de combustibles fósiles, tiene efectos negativos en la salud.

Según el artículo, desde mediados de esta década se ha observado un aumento del 77 % en el número de personas expuestas a humo de incendios forestales en todo el mundo. Una proporción importante de ese aumento ha ocurrido en India y China. Sin embargo, la temporada de incendios forestales de 2018 en California y la temporada de incendios forestales de este año no dejan duda de que el aumento de incendios también ocurre del otro lado del mundo.

Estrés infantil

En los estados occidentales de Estados Unidos, el aumento de los incendios forestales gigantes ha empeorado la contaminación del aire al punto que ya anuló parte de los beneficios en la calidad del aire logrados gracias a la Ley de Aire Limpio.

Hay niños pequeños que han escapado de los incendios, pero van a tener problemas de por vida”, comentó Gina McCarthy, exadministradora de la Agencia de Protección Ambiental. “Existen problemas de salud mental como resultado de estos fenómenos que los niños no habían tenido que enfrentar, al menos no con la frecuencia ni la intensidad que se observan ahora”.

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Parte del riesgo de exposición que enfrentan los niños se reduce al hecho de que pasan más tiempo al aire libre que los adultos, lo cual, aunado a las diferencias en su fisiología, los vuelve más sensibles a la contaminación con partículas finas. Debido a estos mismos factores, también es más probable que sufran por los efectos del calor extremo asociado con el cambio climático; ocho de los diez días más calientes en la historia ocurrieron esta década.

Las olas de calor experimentadas en Europa en 2003 ocasionaron la muerte de 70 000 personas. “Sabemos que el cambio climático influyó en ese caso y es preocupante”, dijo Nick Watts, editor ejecutivo del informe.

Es la tercera ocasión en que The Lancet presenta un estudio sobre los efectos del cambio climático en la salud, pero es la primera en que se concentra en niños. “Nuestra premisa fue que los costos para la salud son enormes y se han subestimado. No obstante, esperamos que si se le asigna una posición prioritaria a la salud en el ámbito del clima, observaremos beneficios tanto para el público como para la economía, pues tendremos ciudades más limpias y seguras, además de dietas más sanas”, subrayó Richard Horton, editor en jefe de The Lancet.

Ligera esperanza

Con tal propósito, el informe sí contiene atisbos de esperanza. La intensidad del carbono, o la cantidad de energía que es posible producir por cada unidad de gases de efecto invernadero liberados, ha aumentado. Además, ahora más ciudades presentan evaluaciones para el clima con soluciones detalladas que sería posible poner en marcha. Por desgracia, aunque se han tomado estas medidas, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan al alza.

Los niños nacidos en la actualidad vivirán en promedio hasta 2090, afirmó Watts, e hizo notar que, si no cambian las emisiones de gases de efecto invernadero, para ese entonces el mundo podría haber elevado su temperatura cuatro grados más.