No hay duda de la versatilidad culinaria del plátano verde. Se lo come hervido, asado o frito en un sinnúmero de platos. Una de las versiones favoritas es el patacón y en Panamá acaban de romper un récord mundial Guinness con este plato. 

Decenas de manos panameñas se pusieron a la obra para cocinar lo nunca antes visto: un patacón de 111,4 kilos de peso y más de tres metros de diámetro.

Con su audaz preparación del miércoles 16 de octubre no solo lograron establecer un récord mundial Guinness, sino también llamar la atención sobre las olvidadas comunidades aborígenes del país centroamericano.

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El patacón o tostón, como se le llama en otros países latinoamericanos, se hace del plátano verde o recién cosechado. Al fruto se le quita primero la cáscara y se lo fríe en pedazos, luego se saca y se lo machaca para pasarlo nuevamente por la sartén u olla en aceite caliente.

La comunidad del grupo emberá en Ipetí, a unos 60 kilómetros al este de la capital de Panamá, fue el escenario para el reto que coincide con el Día Mundial de la Alimentación.

Para el desafío se utilizaron 1.150 plátanos, más de 1.000 litros de aceite y una olla de acero gigante. Hombres y mujeres pelaron las frutas, las molieron, prepararon la masa sobre hojas de bijao --una planta verde que suele utilizarse para envolver comida-- y tras colocarla en una malla metálica la llevaron a una caldera con el aceite caliente. El peso que requerían para lograr el récord era de al menos 100 kilos. El juez Carlos Tapia, de Guinness, certificó su logro al final de la jornada. “De Panamá para el mundo, este increíble patacón”, dijo por la tarde.

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Después de presentar su creación ante el juez, los panameños trasladaron su megapatacón a una cancha de básquetbol donde un centenar de personas presenciaba lo ocurrido y Tapia entregó el certificado del récord.

“Ahora son oficialmente récord Guinness. Son oficialmente asombrosos”, dijo

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Tradiciones y necesidades

Los plátanos fueron sembrados y cosechados por la comunidad emberá en Ipetí en el Alto Bayano y la actividad fue aprovechada por los originarios para exhibir su cultura, sus danzas y artesanías.

El cacique del Congreso General emberá en Alto Bayano, Rodolfo Cunampio, dijo a The Associated Press: “Lo que queremos con esto es decirle al mundo que en Panamá hay indígenas que exigen la inclusión y que se nos abra las puertas de oportunidades para beneficio de la población. Hoy demostramos que sí podemos lograr cosas importantes junto a otra gente”

Los emberás son uno de los siete grupos indígenas en Panamá, donde los aborígenes representan el 11% de la población total del país, de más de cuatro millones, y es el segmento más golpeado por la pobreza. El 70% de los emberás, por ejemplo, viven en la miseria, según estimaciones oficiales.

Luego de la ceremonia el patacón se repartió entre los pobladores y asistentes.

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Ipetí es una comunidad de algo más de 700 personas. Viven de la agricultura y las artesanías. Ellos dicen que tienen problemas para contar con medicamentos básicos y oportunidades de trabajo fuera de su pueblo. Están en una batalla, asimismo, para sacar a colonos que han invadido sus tierras en los últimos años.

“Tenemos mucha riqueza cultural, tenemos mucha riqueza espiritual y ambiental que necesitamos compartir y enseñar”, dijo a la AP Sara Omi, autoridad tradicional del Congreso General Emberá de Alto Bayano y una de las impulsoras de la iniciativa.

La indígena Milcia Guainora Ruiz, de 30 años, y otras originarias del poblado aprovecharon la ocasión para vender artesanías, uno de los medios que tienen para conseguir dinero y enviar a sus hijos a la escuela.

“Me siento orgullosa”, señaló Guainora a la AP. “Es la primera vez que he visto esto. Hoy vino mucha gente a visitarnos y a comprar lo que hacemos”. 

"Más allá del patacón y de esa actividad como tal, lo que buscamos nosotros como pueblos indígenas es la visibilización", dice a la AFP el cacique general emberá de Alto Bayano, Rodolfo Cunampio.

Con sus pinturas y vestimentas tradicionales, Cunampio añade que lo que los indígenas quieren es que "las instituciones miren a nuestros territorios (porque) queremos oportunidades de estudios, educación, salud, agua y todo lo que nosotros necesitamos".

"La vida es muy dura" 

Samaná, de 65 años, apura su dibujo con tinta de jagua, una tradición emberá, que pintan sus cuerpos con diferentes dibujos alusivos a la naturaleza. Mientras, en su casa el mono tití come arroz del cuenco de uno de los niños ante el descuido de los moradores.

Sus coloridas faldas, sus bailes y sus artesanías guardan relación con la serpiente, un roedor nativo llamado ñeque, la lora, la guacamaya y el mono.

"Nosotros protegemos el río, el agua y los bosques, pero las personas no indígenas no entienden esto y están deforestando y contaminando nuestra única fuente de supervivencia", afirma a la AFP Sara Omi, presidenta del Congreso General Emberá de Alto Bayano.

"Por defender la vida, los derechos, la tranquilidad y la paz de respirar oxígeno es que los líderes y lideresas tenemos persecución, criminalización que se está dando, no sólo en el caso de Panamá sino en América Latina", sostiene.

En Ipetí Emberá las tierras son propiedad colectiva y sus habitantes viven sobre todo de la agricultura de subsistencia. Su dieta se basa principalmente en plátano, yuca, ñame, arroz y maíz.

Solo recientemente los indígenas del lugar tienen agua potable y luz, pese a que cerca hay una hidroeléctrica para cuya construcción inundaron sus tierras.

De los 3,4 millones de panameños, 12,3% son indígenas según el censo de 2010. Un 19% de la población es pobre pero ese porcentaje se dispara en las comarcas indígenas a entre 70% y 93%. "La vida es muy dura, no hay plata", dice Reynedio Samaná.

Las mujeres buscan independencia 

Según un informe de Naciones Unidas, la pobreza se ha reducido "de manera considerable" en las ciudades panameñas, pero no así en zonas indígenas, donde hay "más dificultades en términos de comunicaciones, servicios básicos e infraestructuras".

Las mujeres indígenas también piden protagonismo y apoyo público para realizar artesanías y otros trabajos que les permitan tener independencia económica de sus parejas.

Consideran que son triplemente discriminadas por ser mujeres, indígenas y pobres, aunque defienden que son "ricas en conocimientos tradicionales". (I)