Fernando Iwasaki Cauti es un escritor peruano nacido en Lima, en 1961, y residente en Sevilla, España. Su primer apellido es japonés y el segundo, italiano. Pero este escritor e historiador, de 58 años, tiene también ascendencia ecuatoriana. Su abuela materna era guayaquileña. Se llamaba Manuela Franco Guerra. Emigró a Perú, junto con su familia, y no volvió más.
En el 2006, en una entrevista que sostuvimos cuando vino a Guayaquil a presentar su obra El libro del mal amor, Fernando Iwasaki contó que la abuela Manuela (la mamama Manuela, le dice él) se llevó en la memoria los sabores, las comidas, las costumbres y refranes y una vez adulta se los transmitió a sus hijos. “En mi casa comíamos llapingachos, muchines, todo lo que la abuela había aprendido aquí”, dijo aquella vez.
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He recordado esta vieja entrevista con Iwasaki al leer El cóndor de Père-Lachaise, un libro de este escritor, recientemente publicado por la editorial ecuatoriana El Conejo, que recoge ocho relatos de su autoría. Es una antología que tiende lazos con Ecuador. Está dedicada a cuatro escritoras de este país: Gabriela Alemán, Aleyda Quevedo, María Fernanda Heredia y Marialuz Albuja. El título hace relación a una historia que Iwasaki relata en el prólogo y que lo une a este suelo: su descubrimiento en el famoso cementerio parisino de Père-Lachaise de la tumba del joven Juan Martín de Ycaza (1874-1890), fallecido a los 16 años.
Caminando por el camposanto francés, el escritor se detuvo ante una tumba porque reconoció en esta un escudo. Era el mismo escudo que tenía grabado el monedero que le regaló la mamama Manuela el día que él cumplió 8 años. “Guárdalo, porque este monedero me lo regalaron a mí cuando era chica y este es el escudo de Ecuador. Acuérdate siempre”, le dijo ella entonces. Al ver el escudo, Iwasaki supo que la tumba era de un ecuatoriano. No sabía la circunstancia de su muerte, ni conocía a la familia, pero hallarse frente a esa tumba lo conmovió. Activó sus recuerdos, su origen, sus filiaciones. Se notaba, además, que hace más de un siglo, el joven Ycaza había sido sepultado en un lujoso mausoleo, hoy envejecido. Ahora, el difunto es un proletario más entre las tumbas sin flores del cementerio. “Trazo esta línea ecuatorial que une a mi mamama Manuela con Juan Martín de Ycaza, para que vuelen mis cuentos con el Cóndor de Père-Lachaise”, escribe el autor en el prólogo del libro.
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Iwasaki presentó esta obra el pasado julio en la Feria Libre Libro que realizó la Escuela de Literatura de la Universidad de las Artes (UArtes), de la que fue uno de los invitados de fuera del país. En esa ocasión se le rindió homenaje a la casa editora del cuentario, El Conejo, por sus 40 años de existencia.
En el libro, Iwasaki propone una narrativa breve, que da cuenta de una de las facetas de este autor, cercano a Ecuador y que se mueve con solvencia en la novela, la crónica, el ensayo y la investigación histórica, pues a más de narrador es doctor en Historia. (O)