De pequeña, el domingo era su día más feliz. Tenía como 7 años cuando solía salir con sus padres desde su vivienda en el barrio del Centenario, en el sur de Guayaquil, para caminar con tiernos pasos rumbo a la catedral para escuchar la misa mañanera. Luego salían a contemplar el revoloteo de las iguanas del parque Seminario y comer algo. “Y era mejor cuando la banda municipal tocaba por algún evento. Me encantan las bandas musicales, me encantan los tambores”. Después venía un paseo por aquella calle de Las Peñas sembrada de pequeñas galerías de arte. “Comenzaba a soñar con exponer un cuadro en Las Peñas. Curiosamente, expuse allí cuando ya no veía”.