Cuando alguien se pone a dieta, es probable que en lo primero que piense es en reducir y/o sustituir su consumo de azúcar.

El azúcar lleva décadas siendo demonizado por estar fuertemente relacionado con enfermedades tan graves (y extendidas) como la obesidad, la diabetes tipo 2, distintos problemas de tipo cardíaco y otras muchas afecciones.

Y mientras la fama del azúcar (la sacarosa, en esencia) ha ido en descenso, otras opciones como la sacarina y otros edulcorantes no azucarados empezaron a proliferar.

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Su consumo se ha disparado en Estados Unidos, el país con el mayor porcentaje de obesos del mundo según la OCDE.

De acuerdo con los resultados de una encuesta nacional sobre el consumo de edulcorantes publicada por el centro de estudios de Salud Pública de Washington, entre los años 1999 y 2012, el uso de edulcorantes se había incrementado en un 54% entre la población adulta y hasta un 200% entre niños en apenas 13 años.

La obesidad infantil en Estados Unidos está en aumento, según un informe de 2018 de la Academia Americana de Pediatría que señala que también afecta más a menores de origen hispano y afroamericano.

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Pero el impacto que los edulcorantes sustitutivos del azúcar en nuestro estado de salud, y sobre todo en la pérdida de peso, siempre ha sido motivo de duda.

No hay beneficios probados

La Organización Mundial de la Salud está preparando una nueva guía sobre los edulcorantes no azucarados que deberá estar lista para finales de año. Por ello, encargó a un equipo internacional de científicos que revisara toda la literatura médica sobre los efectos de los edulcorantes.

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En total se revisaron 56 investigaciones y la conclusión es que no hay pruebas de que los edulcorantes sean mejores que el azúcar.

Algunos sustitutivos del azúcar son la estevia,el eritritol y el xilitol.

"La ciencia ha demostrado que los sustitutos del azúcar realmente no ayudan mucho y que quienes los consumen a largo plazo terminan con resultados menos saludables que las personas que no los usan", explicó Susan Swithers, investigadora de la Universidad de Purdue que participó en el estudio.

En efecto, tan solo en "unos pocos" de los 56 estudios revisados, se vio que algunos adultos que consumían edulcorantes perdieron de media 1,3 kilogramos de peso, pero los propios científicos también advierten de que la metodología, la duración y la medición de estos experimentos no permitían arrojar conclusiones.

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En el caso de los niños, sin embargo, observaron que en algunos casos estos llegaban a ganar masa corporal.

El efecto contrario

Algunos de los estudios mostraban que las personas que consumían edulcorantes registraban un aumento del apetito. Esto se debe, explican los científicos, a posibles desequilibrios en la microbiotia (bacterias del intestino).

En algunas personas los edulcorantes pueden alterar las bacterias de su intestino interfiriendo en la sensación de apetito y saciedad.

Esto quiere decir que los edulcorantes pueden hacer crecer en nuestro sistema digestivo especies de bacterias menos saludables, haciendo que no regulemos bien la relación entre apetito y saciedad. También puede acostumbrar a nuestro cuerpo a demandar sabores dulces.

Otro de los motivos por lo que los edulcorantes pueden resultar en una ganancia de peso, apuntan, es porque la gente que toma edulcorantes crea que puede excederse en otras comidas porque ya está haciendo un esfuerzo al eliminar el azúcar de su dieta.

Los investigadores aseguran que deben hacerse más estudios y análisis sobre los efectos de los edulcorantes y recuerdan que los mejores sustitutos del azúcar son el agua y las comidas no edulcoradas.

Los expertos aseguran que el mejor sustitutivo del azúcar es el agua.

Por su parte, la Asociación Internacional de los Edulcorantes ha destacado la parte del estudio que refleja una pérdida de peso en algunos adultos y ha criticado que la revisión encargada por la OMS no haya incluido algunas investigaciones la relación entre el consumo de refrescos y pérdida de peso en jóvenes. (F)