En el siglo XV, los maestros japoneses Murata Juko y Sen no Rikyu establecieron el estilo de ceremonia del té llamado wabi-cha, para el cual, en vez de la bella cerámica importada de China, eligieron piezas locales comunes, imperfectas y rústicas, sin colores ni diseños ornamentales. Al parecer, querían más apreciación y menos distracciones.
Así empezó a formarse el wabi-sabi, un concepto estético que ve la simpleza, la irregularidad y la imperfección como formas de profunda belleza, creadas por la naturaleza y por el paso del tiempo.
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Wabi-sabi es un término compuesto, imposible de traducir, pero que en términos generales significa “la elegante belleza de la humilde simplicidad” más “el paso del tiempo y el subsiguiente deterioro”.
De la misma cultura y del mismo siglo data el kintsugi, el arte tradicional de reparar piezas de cerámica rotas con un esmalte especial espolvoreado con oro, plata o platino. El resultado hace que las grietas de la pieza brillen, celebrando la historia del artefacto al hacer énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas, transformándolo en un objeto más bello que el original.
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Un rasgo muy humano
¿Y qué hay de nosotros, podemos aceptar lo que la vida y el tiempo han hecho en nosotros? “La naturaleza humana es tal cual gracias a la imperfección”, empieza afirmando el psicólogo clínico Óscar Nieto Barquet. Esta nos señala una realidad: la incompletitud. Ya que somos incompletos, siempre estamos en búsqueda de algo más. Eso nos impulsa, entre otras cosas, al encuentro con el otro, pues “lo que complementa a cada ser es la unión de lo femenino con lo masculino y viceversa. Así se inicia algo más: la vida por ejemplo”.
La imperfección es una oportunidad para continuar creciendo, dice Nieto. Ya que el ser humano tiene la capacidad de aburrirse, despierta así su sentido de búsqueda, de creatividad y de trascendencia a través de la construcción. “Los líderes auténticos saben de la imperfección como el motor motivador para ir hacia más. En las relaciones afectivas, la posibilidad de sostenerse y crecer en el amor, solo tiene lugar desde la imperfección”.
Ser perfectos, continúa, sería insoportable. “Cuando la estructura social en la que vivimos nos brinda el espacio para ser creativos, construimos. Cuando nos es negado ese espacio, intentamos trascender de manera destructiva. Crear o destruir, desde la semilla de la trascendencia, es nuestra condición básica”.
El escollo del perfeccionismo
Pero antes de celebrar la imperfección, hay que entender un problema muy ligado a ella: el perfeccionismo desadaptativo. La psicóloga clínica Liliam Cubillos explica este rasgo, que se manifiesta como el ocultamiento y negación de los errores, la autoimposición de metas irracionalmente elevadas, una autoevaluación excesivamente crítica y la medición del valor propio en función de los logros y los fracasos.
A esto se suman dificultades en el ámbito interpersonal, relacionados con la necesidad de aceptación y con la escasa habilidad para reforzar los propios logros: la persona necesita validación externa, pero teme ser evaluada de manera negativa. Para sobrellevarlo, exagera sus rasgos de perfección, y hace de ello su estilo permanente para interactuar con los demás.
Es necesario entender esto, recalca la psicóloga Cubillos, para luego comprender cómo la imperfección puede potencializar el desarrollo biopsicosocial a nivel de la creatividad, la afectividad y el liderazgo.
Es evidente que hay personas con carencias motoras o sensoriales que superan en capacidad de inserción cognitiva y socioemocional a otros seres humanos que no tienen discapacidades. “En dichos casos, considero que la imperfección es un motor de empuje para su resiliencia, para convertirse en líderes locales y mundiales, por poder potencializar todos estos aspectos”.
Una fuente de fortaleza
No solo se pueden apreciar las carencias, sino también los fracasos. Si se aprende a apreciarla, la frustración llega para señalar un camino nuevo. Rechazarla es perder el sentido o, como dice Nieto, estancarse en la vida. “El éxito que realmente sirve es que está por venir. Los anteriores no sirven a la vida, ya pasaron”. Aceptar la imperfección, emprender, renovarse y continuar creciendo es esencial, según el psicólogo, pues “todo aquello que se quiere eternizar y asegurar, se encamina previsiblemente a su fin”.
¿Y qué si hay notorias carencias físicas, cognitivas o socioemocionales? Desarrollar fortaleza a partir de las imperfecciones, indica Cubillos, requiere un trabajo terapéutico con enfoque multifactorial, conectado al desarrollo de los niveles de autoestima y a los procesos de retroalimentación positiva o negativa que reciba la persona en su familia, escuela y sociedad. “De eso dependerá que las crisis de las imperfecciones se conviertan en su oportunidad”.
Quien se niega a sí mismo las imperfecciones, o incluso el temor, se niega el camino hacia delante, donde está la vida. Todo aquello que le sirve a la vida está impulsado por nuestra naturaleza imperfecta. —Oscar Nieto Barquet
Soltar para crecer
¿Por qué rechazamos, negamos u ocultamos nuestra naturaleza imperfecta, si todos tenemos debilidades? El apego, el confort, la dependencia emocional, el temor a la soledad, el pánico ante el fracaso, enumera Nieto, hacen que nos aferremos a los logros más recientes. Cualquier cosa que nos neguemos a soltar –como la imagen que queremos proyectar– nos limita. “Lo seguro se convierte en una trampa”.
En cambio, asegura, elegir aquello que nos motiva, aún en contra de lo que otros vaticinan, es el camino hacia el éxito. Querer la perfección nos pone “en una situación de nostalgia, en el mejor de los casos, o de depresión y sentimiento de incompetencia ante el llamado que la vida nos ha hecho”.
Un camino de inclusión
Para Nieto, mucha de la sensación de estar incompleto proviene de la exclusión en la familia. La perfección auténtica, entonces, viene de incluir a todos y reconocer lo bueno y lo malo, tal como es. “El camino del reconocimiento nos reconcilia con nosotros y con los otros”.
Lo mismo se repite en los escenarios sociales, políticos e ideológicos, “no hay perfección que pueda sostenerse con el ejercicio de la exclusión”, sino a través de reconocer, dar lugar, nombrar e incluir las imperfecciones y diferencias propias y ajenas.
Ejercicio de reflexión
¿Qué nos enseñan las imperfecciones? “Que pese a ellas, podemos lograr una plena realización personal haciendo de nuestra debilidad nuestra mayor fortaleza, a través de la perseverancia, que logra lo que la dicha no alcanza, y que podremos hablar de éxito solo mientras luchemos contra los obstáculos”, asegura Cubillos, y añade que antes de tratar a los demás en su imperfección, es imprescindible lograr un autoanálisis retro e introspectivo, para determinar:
1. ¿Cómo percibimos nuestro nivel de aceptación por parte de los otros?, y 2. ¿Dependemos del reconocimiento externo para saber que lo estamos haciendo bien, para sentirnos aceptados, queridos e incluidos?
Al resolver esas interrogantes, se podría generar espacios de retroalimentación positiva a las conductas y logros de los demás. “Sin embargo, es importante que podamos ver más allá de lo que nos muestran y escuchar más allá de lo que nos lo dicen”.