Los paseos y caminatas de locales y extranjeros se mantuvieron nuevamente con la mezcla del voceo de ofertas de artículos de alimentos y productos varios por parte de vendedores ambulantes que ingresaron a los pasillos del malecón Simón Bolívar.

En la mañana y mediodía de este domingo hubo una diferencia en comparación con el viernes pasado. En esta ocasión, en algunos puntos del atractivo turístico los guardias pidieron a los informales que se retiraran; sin embargo, en otros puntos no emitían ninguna solicitud y los ambulantes permanecían instalados o recorriendo varios espacios.

El viernes anterior, el tránsito de vendedores ambulantes era libre por los pasillos del malecón, para que vocearan y usaran megáfonos en la promoción de sus productos.

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Durante las administraciones pasadas, la presencia de informales estuvo restringida, puesto que de esa manera se argumentaba que se buscaba controlar el orden y la seguridad del espacio.

Este domingo, en la zona del hemiciclo de la Rotonda y el restaurante Resaca, entre 9 de Octubre y Junín, los vendedores circularon por varios pasillos en medio de la persecución de los guardias de seguridad, que les señalaban las puertas de salida para que se retiraran a la zona exterior.

En la zona del hemiciclo de la Rotonda, un grupo de al menos seis guardias privados estaba más pendiente de insistir a los vendedores ambulantes en que salieran del predio.

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Los ambulantes vendían sus productos a la gente que se les acercaba y salían por la av. 9 de Octubre; pero metros más adelante, en P. Ycaza, se trepaban las rejas y volvían a incursionar con sus productos a la zona de juegos que se ubica en esa parte del malecón.

Cierres parciales en varias vías de Guayaquil desde el 29 de mayo hasta el 2 de junio

Comerciante ambulante sube reja para ingresar al malecón. Foto: El Universo

Algunos de los vendedores procuraban esconder sus canastos detrás de estructuras, incluso de juegos o puestos de locales, para evitar ser retirados del sitio; mientras que otros salían por pedidos de los guardias y se desgastaban en subir una y otra vez las rejas para volver a ingresar al espacio.

En cambio, en la avenida Malecón y P. Ycaza, el sonido repetido de un megáfono intranquilizaba a varios de los visitantes que buscaban un momento de relajamiento al pie del río Guayas.

Este aparato fue colocado por una comerciante que se mantenía en la zona exterior con varias mochilas con esa comida. “Ocho porciones de pizza en tres cincuenta y doce por cinco dólares. Hawaiana, peperoni, jamón y queso”, repetía una grabación.

Guardias pedían a informales que salieran por puertas de acceso, pero en otros puntos no había control. En la av. 9 de Octubre (foto) era constante el pedido de los guardias para que los informales salieran del malecón. Foto: El Universo

Allí, algunos transeúntes prefirieron evitar sentarse en las bancas apostadas en esa zona del malecón, a fin de evitar la bulla del megáfono. El ciudadano Danilo Anchundia mencionó que deberían darse controles por el ruido que se emite en ese espacio turístico, ya que, a pesar de que la comerciante se encontraba afuera, el ruido ingresaba al espacio y afectaba la tranquilidad de varios de los presentes. “Uno sale a querer relajarse y, con ese sonido, qué se va a poder”, lamentó el usuario.

En el tramo que va de la calle 10 de Agosto hasta Aguirre, un equipo de este Diario constató la presencia de vendedores de churros, gelatinas, helados y botellas de agua que circulaban en los corredores e incluso se detenían con sus productos en puentes y jardineras.

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Uno de ellos iba recorriendo la zona de la laguna en la calle Sucre y luego se detuvo en el puente que colinda con el Yatch Club, en la calle Aguirre.

En esas calles era escaso el control de los vendedores, pese a la presencia de los guardias en accesos y pasillos. Incluso, debajo de una de las torres del paseo de los Presidentes, una mujer permanecía instalada mostrando un juguete de tortugas para expender, mientras otros dos vendedores cargaban helados y paquetes de agua.

De igual manera, en la calle Colón, algunos vendedores optaron por vender bebidas con canastas y granizados en la parte exterior, mientras que otros instalaron puestos de churros y algodón de azúcar en la vereda de enfrente. En estas zonas era nula la presencia de agentes metropolitanos, y los guardias privados los observaban pero no hacían algún control.

Algunos de los presentes en el malecón mostraron estar de acuerdo o en contra de la circulación y toma de espacio para el comercio de productos. Varios accedían a comprar los productos ofertados.

Una ciudadana, Denisse Morán, consideró que debería existir un censo de los vendedores para ubicarlos en sitios o zonas específicas, puesto que para ella el aumento de informales podría volver un “mercado” esta zona en lugar de ser un espacio de esparcimiento y distracción. Otros, en cambio, consideraron que la presencia de informales daba la oportunidad de tener precios económicos y facilidad de acceso a productos, sobre todo de alimentos, sin moverse hacia zonas exteriores del malecón.

El alcalde Aquiles Alvarez dijo esta noche que siempre ingresan vendedores ambulantes y se les pide que por favor abandonen el lugar, con respeto. Señaló que los reubicarán con orden y control. “Nosotros no somos irracionales para permitir el desastre”, indicó en Twitter.

La presencia de vendedores ambulantes se replicó este domingo en otras calles, como la av. 9 de Octubre, 10 de Agosto y Pedro Carbo, frente al parque Seminario, entre otras. (I)