Patricia Maiza siempre ha estado rodeada de flores. El aroma de las rosas frescas la ha acompañado en los últimos 40 años en su puesto en el Mercado de Flores.

Tomar diferentes tipos de rosas y ramas entre las manos es parte de su trabajo diario que lo hace con la mejor de las actitudes.

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Por la experiencia ganada puede armar un arreglo sencillo en menos de 15 minutos y entregarlo con una gran sonrisa a sus clientes.

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“Vuelva pronto, que lo disfrute”, le dice a los compradores cuando se llevan los ramos a los que le ha puesto toda su energía.

Se acostumbró en estas últimas cuatro décadas a ser la persona a quien acuden hombres y mujeres de toda edad para festividades como el Día de la Mujer y Día de la Madre, pues estas dos fechas le generan una satisfacción especial ya que le permiten celebrar como mujer a otras mujeres.

Ella toma su postura como hija y esposa para tratar de armar ramos como los que ella quisiera recibir.

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Su gusto por la floristería fue adquirido de su progenitora, quien se llama como las flores más solicitadas durante el año: Rosa Hortensia.

Patricia Maiza tiene más de 40 años en el negocio de las flores. Tiene un puesto en la plaza, ubicada en la calle Piedrahita. Foto: Ronald Cedeño

Fue a la edad de 12 años cuando, por primera vez, empezó a unir flores y a formar ramos pequeños, pero no como los actuales ya que las rosas, girasoles y hortensias eran escasos o no se conocían mucho en esa época.

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A esa edad llegó desde Ambato junto con su familia para asentarse en Guayaquil y levantar el negocio. Con sus nueve hermanos aprendió a fusionar los estudios de escuela con el trabajo.

Desde niña, toda la familia estuvo cerca de las flores. Algunos metidos en el trabajo fuerte de cargar la mercadería, mientras que otros como Patricia se quedaron en la parte más visual y colorida.

La habilidad de formar arreglos, sin embargo, no la desarrolló en clases con profesores, más bien fue una cuestión de práctica y de encontrar la diferencia entre un ramo para el cementerio y para una persona viva.

Su madre, Rosa Hortensia, es aún la persona que la guía mientras arma un ramo. Ella es quien le dice qué rosa o rama está en buen estado, cuál requiere cambio o qué se le puede adicionar. En una silla ubicada en la parte frontal del puesto en el mercado, ella se sienta y la guía a diario.

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A lo largo de los años, Patricia ha visto como la tradición de regalar flores ha ido evolucionando. Ella ahora tiene 56 años.

En sus inicios recuerda que algunas rosas estaban catalogadas como un regalo para muertos o que solo se debían entregar en los cementerios.

Ella empezó en la puerta 1 del Cementerio General, fue allí donde vivió acontecimientos que marcaron al negocio de las flores.

Las muertes de Julio Jaramillo y del presidente Jaime Roldós Aguilera las recuerda muy claramente, ya que fueron muchas personas las que decidieron comprar ramos para entregarlos a esos personajes.

Pero poco a poco esto fue cambiando y más padres e hijos se inclinaron a festejar, en vida, a sus madres, esposas, hijas y abuelas con rosas de diferente color, lirios, girasoles y demás.

Las rosas sueltas ganaron el espacio no solo en el círculo familiar sino también en los trabajos. Incluso las de color blanco que se suelen asociar con velorios o entierros.

“Las personas entendieron que a las mujeres, a las madres hay que celebrarlas, elogiarlas en vida y no solo en su día, sino siempre”, relata Patricia, quien como florista, año a año recibe por parte de su familia y amigos ramos tan bellos como los que ella arma para su negocio.

Los lirios que tanto ama, por ejemplo, se los regalan amigos, hermanos.

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Patricia dice que, jocosamente, le recalca a su familia que el hecho de que ella venda flores no significa que no tengan que regalarle alguna en días especiales.

“Cada que me regalan una florcita yo pienso que esa emoción que siento deben sentir las personas que reciben un arreglo mío”, dice Patricia, quien a diario busca inspirarse e incluir dentro de su negocio nuevas cosas.

Por ejemplo, adornar los ramos con cintas o con globos marmoleados con pintura que ella mismo elabora.

También poner frases que como mujer valora escuchar. “Eres fuerte, eres valiente, eres la mejor, esas frases me gusta siempre poner en los ramos para las mujeres porque se que eso nos motiva”, manifiesta.

Lo que más la llena de su trabajo es como en la cara de sus clientes se les dibuja una sonrisa cuando ya ven un arreglo terminado. Ese considera que es el mejor pago que recibe, el mejor incentivo. (I)