La cama del hospital donde estaba acostado era una barcaza y él navegaba enfrentando una fuerte tormenta. Ese fue el primer sueño que tuvo Patricio Cornejo luego de un mes sin poder dormir. Y esa pesadilla era lo más parecido a lo que vivió desde los primeros días de abril pasado cuando fue diagnosticado con COVID-19.

Cornejo, de 61 años y con más de tres décadas ejerciendo el periodismo deportivo, sobrevivió a los embates del coronavirus. Fueron 29 días los que estuvo ingresado en el hospital Teodoro Maldonado Carbo del IESS, en el sur de Guayaquil. De ellos, 21 se mantuvo luchando por su vida en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Ya recuperado del virus y horas después de haber retomado sus actividades diarias, Cornejo conversó con este Diario sobre aquellos días difíciles. Portando una camiseta del equipo de fútbol inglés Derby County y luego de su programa radial, comentó que está volviendo en forma paulatina a las transmisiones deportivas.

Publicidad

Pero enseguida reflexionó sobre las enseñanzas de esta batalla que ganó. “Superar esta enfermedad me deja una motivación extra, una especie de compromiso conmigo, con la sociedad, con Dios, con la familia, de tratar de ser mejor y aprovechar la oportunidad de vivir”, manifestó.

Y ese compromiso, dijo, es el de advertir a los ciudadanos sobre los cuidados que deben tener para evitar contraer el virus o que sus familiares enfermen. Lamentó que su esposa se haya contagiado con COVID-19 en la misma época y también su suegra, quien actualmente se recupera favorablemente en una casa de salud.

Quizás esto siga no sé cuánto tiempo más, espero que Dios nos mire con misericordia y no sea tanto, pero yo creo que ante tanto caso, tanto problema producido por el COVID-19, sí hay que tener un plan B en cada casa, en cada hogar, aunque vivan solas las personas. Estamos obligados a tener un teléfono a mano y decir ‘doctor, ¿qué hago?”, expresó Cornejo.

Publicidad

Y sentenció: “No crea todo lo que le dicen, usted asegúrese primero si su caso es leve, si se queda en casa, (si toma) unos cuantos medicamentos recetados, (no es) un asunto de automedicarse y pasar esto”, manifestó el comunicador.

Se remontó a los últimos días de marzo y los primeros de abril. En su lugar de trabajo, varios compañeros se contagiaron con el virus. Él también. E hizo una autocrítica, pues confesó que para hablar en los programas frente a un micrófono, varias veces se bajó la mascarilla. Y lamentó esperar hasta que su cuadro se complique para ir a un hospital para tratarse.

Publicidad

Menos atenciones de casos sospechosos de COVID-19 en carpas al ingreso de Guayaquil, pero se abren nuevos espacios para emergencias

“Me parece que a mí sí me faltó un poquito (buscar atención médica), porque terminé siendo dubitativo, no sabiendo qué hacer en el momento, no tener un plan, un asesoramiento. En medio de esta época de tanto conocimiento en el internet -quizás uno embebido en sus actividades- me faltó asesorarme”, refirió Cornejo.

En el brazo derecho se evidencian las marcas de los tratamientos que le practicaron. Los moretones reflejan esos días que no podrá olvidar. Y contó que las primeras horas en el hospital fueron cruciales, pues los doctores hacían todo lo posible por no intubarlo. Lo socorrían con oxígeno y otros medicamentos. Incluso, le detectaron diabetes.

“Sí fue preocupante porque solo incorporarme ya me hacía sentir que me faltaba el aire y eso que tenía oxígeno puesto, y había momentos en que yo tenía que calmarme, porque notaba que pasaban los minutos y no volvía al proceso normal de cómo tenía el ritmo para respirar, no podía volver, seguía agitado, no podía respirar (normalmente)”, narró.

Mientras luchaba junto con los médicos por salvar su vida, fue testigo de cómo varios compañeros de sala fallecían. Eran 17 camas en ese espacio y contó que, a veces, era la única persona viva que quedaba de los que ingresaban a esta área. Incluso en un día, 30 personas fallecieron en esa sala.

Publicidad

Recordó a dos pacientes que ingresaron a camas contiguas. Luego de varios días de haber sido intubados, y aunque los médicos indicaron que sus condiciones estaban mejorando, fallecieron.

Me acuerdo de que tenía a una señora a mi izquierda, yo vi porque me tocaba ver todo, ahí tratando de aprender, de cómo es la técnica, ver a los médicos cómo establecieron durante tres o cuatro horas poner todas las sustancias que había que ponerles, una encima de otra, y tenían mucha paciencia... Ahí la dejaron a la señora seis o siete días así, y un día llegó el famoso carromato, el de las personas que llevaban los cadáveres, y era de metal gris, ahí ponían los cadáveres, y cuando pregunto por la señora me dicen que no pudieron hacer nada, y eso que estaba encaminada (para mejorar su condición de salud)”, contó Cornejo.

Patricio Cornejo con uno de los galenos que lo atendieron en el hospital Teodoro Maldonado Carbo. Foto: Cortesía de Patricio Cornejo.

Dijo que, cansado de recibir pinchazos y estar en la cama sin ver una rápida mejoría, consultó al doctor Carlos Mawyín si era posible intubarlo. Y el médico le explicó que ellos trataban de hacer todo lo posible por no tomar esa opción.

“Él me dijo: ‘Mira, Patricio, ¿si te das cuenta de que tienes un resucitador al lado? Y acá tienes un aparato para darte oxígeno enseguida. Tú estás despierto y hasta me cuentas que ni duermes. Estás despierto a cada rato, si te estás ahogando, viene alguien a ponerte oxígeno extra. Si te da un paro cardiaco, si te duele el corazón te vienen a resucitar, pero no es el caso de todos los que te acompañan. Si ves a todos que están dormidos, y ¿sabes cómo mueren? Paro cardiaco, que no podemos hacer nada porque no se pueden quejar porque están dormidos; un asunto renal o un asunto pulmonar, porque un pulmón deja de funcionar y te quedas como el resto y no tienes opción a respirar. ¿Eso quieres? Que te dejemos dos, tres, cuatro, cinco días y de pronto falleces y nosotros sin hacer nada. Con todo el esfuerzo que has pasado te tienes que mantener”', narró el periodista.

Además, una de sus fortalezas para luchar era saber que sus hijas y su esposa estaban pendientes de él.

“Cuando fui al hospital tuve que dejar a mi mujer que estaba como una verdadera Y: su marido en un lugar y su madre pocos días después la tuvo que ingresar al hospital y ella pensando en perder a los dos. Ha sido duro. Esa clase de cosas sí hay que advertir, porque sin querer contagié a dos personas, eso me dejó muy mal e incluso sentimentalmente noté que la arriesgaba mucho a mi hija, que estaba todos los días allá, exponiéndose, eso sí, parecía médico porque estaba con la misma ropa de los médicos. Ha sido grandísimo el aporte de ellas y siempre me pondré a pensar de la devolución de moneda, yo las atendí muchísimo en sus enfermedades (a sus hijas) y ahora les tocó a ellas, devolver la moneda y hasta con creces”, contó Cornejo emocionado.

Profesionales de enfermería de Guayaquil cuentan sus vivencias durante la pandemia de COVID-19

Explicó que estuvo un mes sin dormir. “Estuve al borde del colapso mental y le pedí al médico una pastilla para dormir, y en el subconsciente tenía un enemigo que me decía que iba a ser un desastre (si se tomaba la pastilla), esa advertencia tuve y hasta dudé en tomármela”, manifestó.

Y siguió relatando: “Cuando me tomé la pastilla eran 21:35 y vi una enfermera que era de confianza y le pregunto la hora, había dormido cinco minutos, no me acuerdo más. Pero me acuerdo un pasaje: que estaba en el suelo. Había salido de la cama, no sé cómo hice. Dicen que he saltado, caí con los pies en el piso y un doctor vio y dijo: ‘Yo lo vi volar al señor Cornejo’ (risas), entonces un terapista me agarró y me puso de nuevo en la cama, sabía que había dormido, no me acuerdo más, pero dicen que me volví loco en la cama y me tuvieron que amarrar. Tanto es así que soñé que esas camas se convertían en una barcaza, en un mar embravecido y con tormenta y todo”, relató el comunicador.

Durante esos días en los que no pudo conciliar el sueño también luchó contra tics nerviosos. Contó que por ello, con los dientes, se lastimó la parte interna de la boca, mejilla y lengua, por lo que comer le resultaba doloroso.

Los primeros días en el hospital no le permitían hablar para que no se cansara y se agitara la respiración. “Estaba muy débil, estaba prohibido hablar para mí. Tenía muchos ángeles, entre auxiliares, personas de otros lados que sabían que yo estaba ahí y me iban a visitar, ellos me traían detalles del fútbol, del básquet, del ciclismo, de todo me traían noticias y me alegraban, y ellos cumplieron con salvar un poco la moral”, manifestó Cornejo.

Incluso su aspecto cambió. Bajó al menos 30 kilos durante su etapa en UCI. “Fue durísimo. Una vez me estaban bañando y le dije a la enfermera ‘déjeme ver en el teléfono cómo estoy’... y ella me dijo: ‘No se va a querer ver’... Cuando me vi era todo el pelo sucio, la dentadura llena de sarro, tuve que hacerme una limpieza, fue muy doloroso... en medio de todo eso, yo siempre estaba mentalizado en comer, nunca perdí el apetito y tenía la boca muy mal, comer para mí era un sacrificio, era dolorosísimo por todos lados”, contó.

Y continuó: “Yo orinaba más de lo que bebía. (Estaba) deshidratado y de pronto me vi colgando los brazos y las piernas prácticamente desaparecidas, solo los huesos, la piel y tejidos...”, rememoró.

Ante la gravedad de su cuadro, él confesó que no tuvo miedo de morir, pues se encomendó a Dios. “Dije: ‘Dios santo, aquí estoy, si es tu voluntad llévame, estoy dispuesto’, y no sé si ser un poquito piadoso me ayudó porque sí sentía las partidas (de otros pacientes). Así como tengo a mi hija allá afuera de plantón, allá hay otras hijas, hijos (que iban a visitar a sus padres)”, expresó con la voz entrecortada.

En hospital Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil realizaron vigilia para orar por la salud de pacientes con COVID-19

Luego, con el paso de los días, comenzó a mostrar una respuesta favorable a los tratamientos. Y tres semanas después de estar en UCI, pasó a un área de recuperación. “Ya cuando estaba sin oxígeno, subo a piso, mi primer día caminando, mis tendones estirados, las piernitas temblorosas; ya el segundo día dolía menos cuando hacen ejercicio, necesitaban movimiento esas piernas, totalmente sin actividad y me bañé, me cepillé los dientes tres veces al día, estuve ocho días en piso y mi boca mejoró notablemente”, comentó.

Cornejo explicó que uno de los momentos más emocionantes, en su proceso de recuperación, fue cuando recibió su celular y observó todos los mensajes de apoyo que le llegaron por parte de familiares, amigos y seguidores. Dijo que lloró durante varios minutos al leer las muestras de cariño.

En el hospital también recibió la noticia de que uno de sus equipos favoritos, el Ajax de Holanda, había obtenido el campeonato de ese país.

Cornejo ahora enfocará su vida en compartir más tiempo con sus padres, su esposa e hijas, en llevar una vida mucho más saludable y difundir su testimonio para que la ciudadanía concientice sobre la gravedad de la pandemia de COVID-19.

“Debo aceptar que por momentos me clavo demasiado en mis temas profesionales, periodista a tiempo completo sí, pero ¿y lo demás? Creo que es tiempo de hacer eso y dar testimonio, no a cualquiera se le da este regalo de la vida, quizás tenga por delante una misión por cumplir”, dijo.

La embarcación que navegó con valentía Cornejo superó la tormenta y atracó en buen puerto. (I)