Javier Holguín empezó a trabajar a los 15 años. Lo hacía sobre una tabla de madera en el mercado Central, donde expendía carnes.

Quienes lo conocieron en esa época lo recuerdan cuando cargaba sobre los hombros, con la ayuda de una caña, los productos al final de la tarde.

Hoy, el hombre de 44 años es el dueño de una cadena de supermercados de carnes. Es un negocio con siete locales ubicados estratégicamente en sectores populares de la urbe.

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Cuenta que con la ayuda de sus hijos logró en los últimos años expandir su negocio una vez que incursionó en las redes sociales y cuando empezó a ofrecer nuevos productos.

Se trata de Maranatha, donde muchos guayaquileños alguna vez han hecho una parada para comer fritada, en porciones que van desde los $ 2.

La empresa de Holguín hoy no solo vende carnes, combos preparados que entrega a domicilio y fritada, él también acaba de inaugurar un restaurante donde vende sus productos ya preparados.

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Su historia de éxito es de inspiración para quienes tras la pandemia han perdido sus empleos y se han decidido a emprender, pero explica que el camino no fue fácil y que en época de crisis es cuando se pone a prueba una empresa.

A los 22 años él abrió su primera tercena en la calle 6 de Marzo. También trabajaba como taxista en las noches, pero hace seis años decidió poner su carnicería afuera de su casa para estar cerca de su familia.

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Sacó una mesa de madera al portal y tal como lo había hecho años antes en el mercado, comenzó a ofrecer sus productos a sus vecinos en Colinas de la Alborada, sobre la avenida José Luis Tamayo.
Ahí, donde antes vivía con su familia, está ahora la bodega principal de Maranatha.

Manifiesta que un día decidió preparar fritada para ver cómo les iba. Empezaron con una pequeña vitrina donde se vendían unas 6 o 10 libras de cerdo por día y había jornadas en que sobraba y les tocaba merendar la fritada.

“Ahora vendemos entre todos los locales unas 700 o 1.000 libras cada día, solo en el local ubicado en Portete se venden unas 500”, cuenta Bryan, uno de los hijos de Holguín.

Ahora no realiza los cortes ni prepara la fritada como antes, pero está pendiente de que cada uno de los locales que ha abierto marche sobre ruedas.

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Tiene un local en el Guasmo sur, otro en Los Rosales, en Bastión Popular hay dos, en el suburbio otro, en la ciudadela Quisquís, cerca de Mapasingue, uno más, y en Colinas de la Alborada otro.

Asegura que incluso su idea de negocio se ha replicado en otras ciudades y que en el sur de Guayaquil descubrió un local muy similar al suyo, hasta con el mismo nombre de su negocio, cuenta el hombre.

¿La clave de su éxito? Holguín dice que fue pensar en las clases populares al crear los combos parrilleros que bautizó con nombres como combo papaya y combo posi. Sostiene que son económicos, de buena calidad y que los venden adobados, listos para la parrilla.

Además, ofrece la entrega a domicilio. Y eso fue precisamente lo que le permitió trabajar sin parar durante la pandemia y que Maranatha creciera. Él explica que no descansó ni un solo día, que iban en un camión a las urbanizaciones y que entregaban productos, pues los habitantes estaban encerrados.

Holguín trabajó duro durante esos días hasta que también se contagió de COVID-19 y se desmayó en su carro, pero ya recuperado empezó a trabajar en Maranatha Grill, un restaurante ubicado frente a su primer local, donde ahora vende sus productos preparados. (I)