En los años ochenta, Ecuador vibraba entre la radio que sonaba en las salas familiares, la televisión en blanco y negro que empezaba a llenarse de color, y un imaginario urbano donde las hombreras eran más que una moda: eran símbolo de estatus, de poder y de una época que buscaba brillar con exceso. Esa memoria, que quedó atrapada en álbumes fotográficos y melodramas televisivos, inspiró el detonante creativo para Gonzalo Córdova.