Por primera vez la televisión ecuatoriana se atreve a mirar de frente las realidades trans desde una historia que huele a mar, a fritura y a resistencia.
El pescado frito, la serie dirigida por Paco Cuesta, llega a la pantalla chica con una trama tan intensa como simbólica: una receta secreta, un crimen y un trasfondo de violencia y desigualdad que sacude los prejuicios y rescata la humanidad detrás de las etiquetas.
Su estreno será este domingo 26 de octubre a las 22:00 por Oromar TV (canal 26 en Guayaquil, 33 en Quito y 41 en Manta).
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La historia se desarrolla en una picantería popular donde la codiciada receta del pescado frito, inventada hace cuarenta años por Lula de Silva, transformó un pequeño local en un negocio exitoso. Lula, envejecida y enferma, contrata como ayudante a Miguelito, su fiel lavaplatos, sin saber que la tragedia se avecina. Cuando Lula muere, su hermana, conocida como a Gata, acusa a Miguelito del crimen, mientras su hija transgénero se aferra al amor imposible hacia él. Solo Miguelito conoce el secreto de la receta, y con ella, el peso del silencio.
El relato, envuelto en un thriller dramático, es el vehículo que Cuesta utiliza para hablar de identidad, deseo, discriminación y poder. Y también para rendir homenaje a una Guayaquil nocturna, viva, contradictoria y profundamente humana.
“La serie nació de un cuento corto que escribí hace 30 años”, cuenta el director en entrevista con este Diario. “En su primera versión los protagonistas eran dos hombres. Luego, cuando publiqué el cuento en 2017, el personaje principal ya era una mujer trans. De ahí surgió el libreto y todo lo demás. Es una historia que fue creciendo conmigo”.
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Un retrato de la diversidad guayaquileña
Cuesta explica que la inspiración también proviene de un lugar real y legendario: el famoso “pescado frito de los maricones”. “Cada vez que salías de una fiesta, si estabas sobrio te ibas a La Canoa, pero si estabas alcoholizado ibas al pescado frito, donde nadie te juzgaba. Allí se mezclaban taxistas, trabajadoras sexuales, enfermeras, ladrones, gente que venía de algún matrimonio del Club de la Unión. Era riquísimo y libre”, recuerda.
La serie fue filmada en 2019, con seis episodios grabados en locaciones del sur de Guayaquil. El equipo técnico trabajó con cámaras de alta definición y un cuidado especial en la dirección de arte y fotografía. “Tuvimos la suerte de contar con gente muy talentosa. Todos queríamos hacer algo distinto, sin repetir los mismos patrones de la televisión ecuatoriana. El pescado frito es un thriller, no una comedia. Y eso se nota en cada plano”, dice Cuesta.
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Mujeres trans, actrices reales
El elenco es otro de los pilares de la producción. La mayoría de los papeles principales están interpretados por mujeres transgénero. “Yo no las conocía. Mi hijo sí, y él junto con Maribel Solines hicieron el casting. Cuando las vi actuar, supe que eran ellas. Son actrices profesionales, graduadas, con una fuerza increíble. Doménica Menessini, Ketsia Borosky y Rudy Arana son maravillosas”, explica.
Uno de los papeles más complejos, el de Lula, está interpretado por Fernando Gálvez. “Es el maricón del pescado, un personaje que no está en transición, que a veces se viste de hombre y a veces de mujer. Esa ambigüedad era esencial. Cuando Gálvez hizo el casting supe que él era Lula y suspendí todo el resto de audiciones”, revela.
Un estreno que venció el miedo
Aunque El pescado frito se terminó de grabar en 2019, el proyecto permaneció “congelado” durante años. “No tenía fondos para la posproducción. Los grandes canales de señal abierta se interesaron al principio, pero luego se echaron para atrás. No sé si por miedo, por prejuicio o por simple falta de visión. Oromar TV fue el único que nunca dudó del contenido ni del mensaje. Nunca me dijeron ‘cuidado con esto’, ni que la iglesia... Nada. Solo: ‘Paco, queremos este proyecto’”, recuerda.
El primer episodio tuvo una premiere en 2022 organizada por la Subsecretaría de Diversidad. “Fue hermoso. Al principio la gente estaba nerviosa, no sabían cómo comportarse frente a las actrices trans. Pero cuando terminó el capítulo, todos las aplaudieron, se acercaron a saludarlas, a pedirles autógrafos. Ahí entendí el poder del audiovisual”, dice Cuesta.
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Para el realizador, El pescado frito es más que una serie: es una herramienta de visibilidad. “Lo que me interesa es que se vea en el Ecuador. Que la gente entienda que la diversidad es natural, que no es una rareza. A lo mejor para las personas que recién se enteran de esto les suena así como un acto de rebeldía o valentía, pero a mí me parece tan simple y tan transparente”, afirma.
Sobre el futuro de la serie, Cuesta cuenta que tiene planes de llevarla a plataformas de streaming, aunque por ahora se busca la mejor forma de hacerlo. “Si la subimos a YouTube, ya no se podría vender internacionalmente. Queremos hacerlo bien, sin quemar el material. Pero con que salga al aire el 26 de octubre yo ya me siento feliz. Es un esfuerzo para la inclusión, así de sencillo”.
Con El pescado frito, Cuesta devuelve a la pantalla la esencia de Guayaquil: sus calles, su sabor, su irreverencia y, sobre todo, su humanidad. (E)





























