En El Mago de GuayOZ, la nueva producción de la academia Black Box, la protagonista sueña con ser artista y su compañera es una iguana parlante que la acompaña en un mundo imaginado desde Guayaquil. La obra se estrena este domingo 5 de octubre en la Sala La Bota, en el Malecón del Salado, con dos funciones familiares a las 12:00 y 16:00, como parte de la conmemoración de los diez años de la academia dirigida por Andrés Garzón.
El elenco está conformado por Catherine Velastegui, Andrés Garzón, Clark Carrera, Omar San Lucas, Mélida Villavicencio, Segundo Cabrera, Massiel Camacho y Lucho Rueda, reuniendo actores con experiencia en televisión, cine y teatro junto a talentos formados en la propia academia.
Para Garzón, llevar esta historia al escenario es también una forma de cerrar un ciclo personal. “El mago de Oz es muy cercano a mí porque tuve la oportunidad de participar en una versión en mis inicios. Ahora la traemos respetando la línea del cuento, pero acercándolo a nuestro entorno”, expresó.
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“Dorothy sueña con ser artista y, en lugar de un perro, tiene una iguana. Es un guiño a la ciudad y a la autenticidad que nos representa”, explica. En esta adaptación, Garzón interpreta al espantapájaros, uno de los compañeros de viaje de Dorothy. La iguana está a cargo de Omar San Lucas, mientras que el mago tiene el rostro de Luis Rueda, quien da un giro roquero al personaje. “Me gustó la idea porque el mago termina siendo un roquero como yo, alguien a quien los demás buscan sin darse cuenta de que lo esencial ya lo tienen”, cuenta el músico y actor, que además compuso las canciones.
El director valora ese aporte sonoro que se suma a lo teatral. “La música refuerza escenas clave, como la caminata por el camino amarillo o la de los cuervos. Luis incluso puso su voz a algunos personajes. Es un trabajo en el que cada uno aporta desde su creatividad”.
La obra busca dejar un mensaje. “Todos enfrentamos miedos y dudas. La historia recuerda que el valor, la inteligencia y el corazón están dentro de cada uno. Eso queremos que se lleve el público que nos vea”, resume Rueda.
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Diez años de Black Box con Andrés Garzón
El aniversario de Black Box le da a la producción un sentido especial. La academia nació en 2015, cuando Garzón decidió abrir un espacio de formación ante la falta de procesos técnicos para los actores de apoyo en televisión. “Algunos alumnos me animaron a dar clases por mi cuenta y con el impulso de mi esposa abrí un espacio. Así comenzó, con pocos estudiantes, luego más, luego menos, hasta cumplir diez años. No es un negocio para hacerse millonario, pero me da la satisfacción de ver cómo muchos chicos siguieron en la Universidad de las Artes o encontraron en el teatro una herramienta para la vida”, recuerda.
En esta década, Black Box ha sido para muchos un espacio de crecimiento personal además de artístico. “No busco solo actores, busco mejores seres humanos. Si en ese proceso aparece un talento que quiera profesionalizarse, hay que apoyarlo. Pero lo esencial es que cada alumno se encuentre a sí mismo”, sostiene.
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Además agregó: “He visto alumnos que eran prácticamente gente sin voz y hoy se proyectan en otras situaciones. Algunos siguieron en audiovisuales, otros en teatro, y otros incluso crecieron en sus trabajos gracias a lo aprendido aquí”.
Esa visión, dice, le da sentido a sus proyectos, que ahora se plantea convertirse en fundación para abrir oportunidades a jóvenes de escasos recursos. El montaje fue levantado con dinero propio y el apoyo de colaboradores. “Este proyecto está hecho con hacha y machete, pero con el corazón de siempre. Nos apoyamos en amigos, en las ganas de hacerlo, en el aprendizaje. El reto es que el arte no puede sostenerse solo desde la pasión, también exige administración y producción y ahí seguimos aprendiendo”, afirma Garzón.
La invitación es a disfrutar de una función familiar, con entradas a $7: “Queremos que la gente se divierta, pero sobre todo que se reconozca en lo que ve en escena y entienda que el arte es un camino para encontrarse así mismos”. (E)