Recién instalada en el centro de Guayaquil (vivía en Quito hasta hace dos semanas), Fabiola Pazmiño llega al Teatro Sánchez Aguilar, en Samborondón, como su nueva directora artística, un cargo que hasta 2024 ocupó el español Ramón Barranco.
La cofundadora y directora de Hilo Negro, un colectivo independiente especializado en admnistración cultural, es también mánager de varios artistas ecuatorianos, incluyendo a su esposo, el músico Álex Alvear, con quien llegó a la Perla.
Publicidad
“Nosotros somos muy del centro, entonces estamos contentos. Estoy disfrutando muchísimo del clima, de la comida, de la gente, que es bastante frontal, honesta, muy directa. Me siento cómoda porque se pueden establecer buenos vínculos de confianza, y eso se puede transportar al trabajo con audiencias y con artistas”.
Recuerda que fue invitada a la inauguración del Teatro Sánchez Aguilar, en 2012. “Fue la noticia de la década, vinimos varias personas desde Quito a conocer el teatro y al equipo, a Ramón, y vimos la obra con la que abrieron. Desde entonces estoy admirando este lugar increíble, siempre he sigo seguidora de su gestión”.
Publicidad
Ahora que es parte, está en etapa de reconocimiento, quiere aprenderlo todo. Cómo es el trato con los artistas, cómo es la vinculación con la comunidad y con lo que ella llama “el ecosistema artístico de Guayaquil y de la región”.
Viene de trabajar durante quince años como productora del Teatro Nacional Sucre y como directora de producción de la fundacion del mismo nombre, que tiene a su cargo, además del principal, al Teatro Variedades, Teatro México y Centro Cultural Mama Cuchara.
Se formó en Argentina en producción de cine y en Negocios de Diseño y Comunicación. Antes había estudiado Comunicación en la PUCE. Ha curado y producido musicales (Sweeney Todd, West Side Story, Les Misérables), ha conducido la producción de varias óperas (Elixir de amor, Fausto, Suor Angelica) y ha dirigido festivales como el Ecuador Jazz.
Los festivales, opina, son oportunidades fascinantes. “En una semana tienes a músicos de todo el mundo; además, se convierten en tradición para los públicos, y cada año siguen creciendo”.
“Necesitamos lograr la visibilidad internacional”
¿Cuáles son sus planes para el teatro que ahora la acoge? “Trabajar en un modelo de programación y de dirección en el que pueda plasmar esta noción que tengo de la cultura como un espacio de diálogo, de formación, de vinculación”. Pero uno de sus mayores intereses para este espacio es posicionar el teatro en lo internacional.
“Se ha ganado la confianza y la visibilidad a nivel local y nacional, y estamos en una etapa en la que necesitamos lograr la visibilidad internacional. Que se nos registre y se nos reconozca como un eje del desarrollo de las artes”.
Sabe que para esto hará falta tener programación continua y de excelencia. “Y ser un espacio de creación, capaz de aportar con producción propia y fortalecer el gran catálogo de las artes escénicas y musicales”. Eso significa trabajo en redes culturales. Networking. Alianza con otras salas. Visibilidad de la programación, enumera. “Presencia de programadores internacionales en nuestras propuestas. Que se empiece a hablar y se empiece a formar parte de los grandes circuitos internacionales”.
La Fundación Sánchez Aguilar también tiene una línea formativa, a través de su escuela de arte. “Es indispensable”, dice Pazmiño. “El lema de ‘Educar es liberar’ hace que todas las propuestas artísticas y culturales que salen de este gran abanico estén enfocadas en la formación continua. No solamente creas potenciales nuevos artistas, sino también público y creadores y trabajadores de las artes. Vas fortaleciendo lo que queremos consolidar como una gran industria creativa y de consumo de lo artístico”.
“En Guayaquil son grandes consumidores de arte”
Así que pronto estará lista para su encuentro con el público guayaquileño, del que tiene una descripción: es curioso. Lo dicen los colegas gestores, los artistas y los creadores con los que Pazmiño ha conversado. “Me dicen que en Guayaquil la gente tiene muchísima curiosidad por ver qué está pasando, son grandes consumidores de arte. Las galerías siempre están con exposiciones nuevas, el cine ni hablar; la música y músicos maravillosos guayaquileños, emergen muchas salas de conciertos independientes. Veo que hay una retroalimentación constante de la propuesta artística y eso me parece una oportunidad inmensa para seguir atrayendo a estos públicos diversos a los escenarios del Teatro Sánchez Aguilar".
Piensa en la sala Zaruma, con capacidad para 150 personas, que acoge propuestas familiares e infantiles los fines de semana, fidelizando a la audiencia desde la infancia. “Esas personas serán potencial público cuando crezcan”. Las salas de formato experimental, considera, son imprescindibles para este fin.
Y está, además, la explanada del teatro, un sitio al que ve como “una delicia”, por su propuesta gastronómica curada y cambiante, su programación familiar y ligera, al aire libre. Cuando la temporada empiece, en mayo, será interesante, dice Pazmiño, ver qué otro tipo de expresiones pueden llegar hasta allí, para invitar a otros públicos. “Siempre estoy buscando esa mirada más amplia, diversificar”.
Su visión del teatro es de un espacio cultural potente donde se pueda dialogar, un lugar crítico en el que todos podamos vernos reflejados. “Pero también donde podamos encontrar formas de lidiar con las realidades que nos atraviesan. El teatro debe ser capaz de despertar un interés genuino de consumo y de formación de creadores; es una tremenda responsabilidad, porque alguien que venga hoy puede ser mañana un nuevo artista, un nuevo director, un nuevo gestor”.
También es partidaria de la libre expresión. “Absolutamente. Debemos respetar lo que otras personas tengan para decir, y tener la madurez y la generosidad de escuchar. Cuando aprendemos a escucharnos y a valorar lo que el otro tiene para decir nos volveremos mejores interlocutores, capaces de recibir pero también de aportar”.
¿A qué artistas le gustaría ver en el escenario del Sánchez Aguilar? “Los teatros siempre son espacios para soñar, no? Me gustaría imaginar que grandes artistas puedan venir, ya hemos tenido a Fito Páez, a Kevin Johansen, pero por qué no soñar con Caetano Veloso. Programar es soñar después de grandes investigaciones y de grandes búsquedas”.
Así, imagina el encuentro entre cine y teatro, proyecciones con música en vivo, obras que recreen esa sensación que tuvo al entrar a una ópera en Alemania, durante un intercambio en secundaria. “Era temprano, las 12 del día, y me encontré con la experiencia de ver una obra nueva para mí, en otro idioma, de 8 horas de duración. Lo que podría parecer algo difícil, se convierte en un diálogo entre el espectador y lo que está viendo; no te olvidas nunca, quieres volver. Es la maravilla del teatro”. (F)