Javier Moro llegó a Guayaquil como invitado de la Feria Internacional del Libro para presentar Nos quieren muertos. El autor madrileño, nacido en 1955 y ganador del Premio Planeta en 2011 por El imperio eres tú y del Premio Primavera en 2018 por Mi pecado, volvió a una feria que ya conocía desde 2018. Apenas unas horas después de su arribo compartió su impresión: “Tengo el sentimiento de que esta feria ha crecido mucho desde la última vez que vine. Es bueno que crezca la lectura y que estos faros de la cultura brillen con cada vez más fuerza”.
Se define como un contador de historias. Ha escrito sobre la India, sobre América Latina y sobre España, transitando entre novela histórica, reportaje y crónica. Nos quieren muertos responde a ese mismo impulso de narrar una historia real como si fuera una novela. Moro escuchó a Leopoldo López y a su familia, conoció su paso por la cárcel y el exilio y decidió escribir una obra que, más allá de la política, retrata la dimensión humana de quienes se enfrentan a un poder que parecía inamovible.
Para quienes en Ecuador aún no lo conocen, Moro se presenta como escritor y viajero. Afirma que cuando encuentra una historia que lo atrapa se aferra a ella hasta contarla. En el proceso de escribir este libro no buscaba un hallazgo personal, sino reconstruir con fidelidad una realidad.
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“Todavía me sorprende que haya personas en España y en Latinoamérica que defiendan un régimen que ha arruinado un país riquísimo. Yo no he hecho un panfleto ni un libro de denuncia política, he querido contar una historia humana, la de alguien que decidió desafiar al poder del chavismo en Venezuela”, explica.
Lo que más lo sorprendió al hablar con la familia de López fue la naturalidad con la que relataba escenas de enorme riesgo. “Narraban episodios de valor absoluto y de peligro con una naturalidad muy grande, porque esa era su realidad. Hay escenas que parecen de novela. La huida de noche, nadando con un bebé sin hacer ruido porque podía haber soldados en la costa. Todo eso es real y al escucharlo pensé que ahí había un libro”, cuenta.
El encuentro con Leopoldo fue decisivo. Moro llegó a pensar que haría un reportaje, pero pronto descubrió que el testimonio daba para mucho más. “Él empezó a contar su vida y lo que había vivido y me quedé fascinado. Propuse un pacto: ellos me contarían la verdad de lo vivido y yo les mostraría lo escrito antes de publicarlo para que vieran que no había trampas. Así funcionó”, menciona.
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Hubo también momentos de incomodidad. Cuando Mario Vargas Llosa escribió una columna recomendando el libro, las redes afines al chavismo se movilizaron en su contra. “Decían que había cobrado dinero de la familia, que era un encargo. Intentaban ensuciar la imagen del libro. Lo esperaba, porque suelen tergiversarlo todo, pero —fuera de eso— la mayoría de las reacciones han sido positivas”, agrega.
Los comentarios que más lo han conmovido son de lectores que se sintieron reflejados en la historia. “Me han escrito diciendo: ‘Me ha llegado al alma, me ha conmocionado, no sabía que había pasado todo esto’. La gente que detesta el libro rara vez se toma la molestia de escribir”, apunta. Para Moro, lo fundamental de la obra no está en sus cifras de venta, sino en que se convierta en un documento de lo que significa ser disidente en Venezuela.
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Al hablar de López no duda en usar una palabra clara: héroe. “Una persona que sacrifica su bienestar por sus creencias y por su país es un héroe. Y él lo ha sido”, expresa. Y al referirse al público ecuatoriano deja una reflexión que considera urgente: “Me gustaría que no se repita lo que ocurrió en Venezuela. Que se vote bien, porque muchas veces el futuro de un país se decide en las urnas. Este es un gran país y espero que nunca caiga en los mismos errores”.
Aunque gran parte de su carrera se ha volcado a relatos históricos de gran escala, hoy confiesa que siente curiosidad por un género diferente: “Me gustaría probar la comedia. Es muy difícil y nunca lo he hecho. Para mí sería un desafío, un territorio inexplorado. He escrito grandes sagas e historias épicas, ahora quiero algo más ligero, más divertido”. Esa búsqueda no tiene que ver con cálculos de mercado ni con demandas del público.
“No puedes escribir pensando en el público, porque esa es la receta del fracaso. Cuando eliges una historia tiene que ver con la parte emocional. Es como el amor: de repente hay un flechazo con una historia y piensas que eres el único que puede contarla. Eso me guía”, manifiesta.
Su obra continúa llamando la atención de productores audiovisuales. “Ahora están haciendo Pasión india. Antes hubo muchos intentos que fracasaron por el costo de las producciones históricas, pero esta vez creo que sí llegará a concretarse en la pantalla grande”, sostiene.
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De vuelta en Guayaquil, Moro se prepara para un coloquio en la feria, en el que se encontrará con lectores. Lo que espera de ese momento es simple: hablar de literatura, de vida y de aquello que solo puede surgir en un espacio de intercambio cultural. “Lo importante es hablar de todo lo que se puede compartir en un espacio como este”, concluye. (I)